24 dic 2009

El primer peronismo Por Aldo Ferrer

CUARTA NOTA DEL BICENTENARIO
En el seno del gobierno de facto, instalado con el golpe de Estado del 4 de junio de 1943, surgió un jefe que comprendió los reclamos populares contra la injusticia social, el fraude y la subordinación a la potencia imperial, reclamo que había sido expresado, principalmente, desde las filas del radicalismo de filiación yrigoyenista, entre otros, por los militantes de FORJA. El coronel Juan Domingo Perón se hizo cargo de la protesta. Desde la cartera laboral del gabinete, puso en marcha diversas medidas de protección del trabajador, en el marco de un discurso de contenido nacionalista y reivindicatorio del respeto a la voluntad popular. El hecho de que el caudillo surgiera de un gobierno de facto, sospechado de simpatías con las potencias del Eje, dividió mal las aguas, mezclando, en el campo opositor, a los representantes del régimen oligárquico con sectores populares que compartían la protesta social. Las falsas antinomias se repitieron incesantemente y constituyen, hasta la actualidad, una debilidad de la densidad nacional y obstáculo fundamental a la construcción de coaliciones para sostener el proceso de transformación.

El primer gobierno de Perón se inició concluida la Segunda Guerra Mundial, en plena reconstrucción de los países beligerantes de Europa y Asia, con una fuerte participación del Estado y bajo el liderazgo de los Estados Unidos. Hacia la misma época, estallo la Guerra Fría. Todo el escenario internacional quedó signado por el enfrentamiento Este-Oeste. Al mismo tiempo, comenzaban a desplegarse las nuevas fuerzas de la globalización del orden mundial, con la expansión del comercio, las inversiones de las corporaciones transnacionales y las corrientes financieras. El predominio de las políticas públicas y del keynesianismo en las mayores economías coincidía con la progresiva liberalización del comercio, las inversiones y las finanzas internacionales.
El Gobierno procuró quedar al margen del conflicto Este-Oeste, asumiendo una “tercera posición”. Pero el enfrentamiento originario, desde el momento que el embajador norteamericano en Buenos Aires se comprometió en el proceso electoral contra Perón, generó una situación compleja en la relación bilateral. En ella, el Gobierno corrió el riesgo de confundir una postura antiimperialista con la construcción de una relación externa, atenta a los problemas concretos de la transformación de la economía del país, pero suficientemente realista para no abrir conflictos innecesarios. El presidente Vargas, en Brasil, proporciona un buen ejemplo de estas políticas de construcción del poder interno basadas en el realismo nacionalista. Un aspecto importante de la política exterior argentina en el período fue el acercamiento a Brasil y Chile, para crear una zona común de intereses que permitieran insertarse en el mundo en una posición simétrica, no subordinada. Pero América latina era una alternativa todavía insuficiente para construir una inserción viable de la Argentina en el nuevo sistema internacional.
El Tercer Orden Mundial emergente al finalizar la guerra, dentro del cual se iniciaba el proyecto transformador del peronismo, era radicalmente distinto al del Segundo Orden Mundial (1800-1913) y al del paréntesis desglobalizador (1914-1945). En este último, como destaca Eric Hobsbawm, tuvo lugar la transformación de la física teórica, que culminó con el dominio del átomo y el descubrimiento de las propiedades electromagnéticas de cristales imperfectos, que fue el fundamento de la revolución de la microelectrónica e informática. El avance del conocimiento científico de la materia y la vida y su transferencia al proceso económico y la organización social se desplegó plenamente desde 1945, al fin de la guerra, transformando la economía mundial y abriendo nuevos y más profundos cauces a la globalización.
A partir de allí, el comercio internacional duplicó la tasa de crecimiento del PBI mundial, las manufacturas portadoras de las nuevas tecnologías desplazaron a los productos primarios como líderes de los intercambios, las empresas transnacionales construyeron sus cadenas de valor a escala planetaria y las finanzas internacionales se desarrollaron a ritmo mucho más acelerado que la economía real, sobre la base de la especulación en los mercados de dinero.
El primer peronismo enfrentó el proceso de transformación en un nuevo escenario mundial, cargado de oportunidades y desafíos. Para sustentar el cambio y la inclusión social sobre bases sólidas de largo plazo, era necesario expandir las exportaciones de productos primarios y manufacturas, superando los límites del modelo primario exportador pero, también, las bases iniciales de la industrialización sustitutiva de importaciones. Era preciso, al mismo tiempo, apoyar a las empresas nacionales para mantener su protagonismo frente a la creciente presencia de filiales de empresas transnacionales y fortalecer el sistema nacional de ciencia y tecnología, vinculándolo al proceso productivo. A su vez, el orden en las cuentas fiscales y de pagos externos era indispensable para arbitrar la puja distributiva y no caer en la trampa del endeudamiento, la vulnerabilidad y la inflación. Era preciso, asimismo, fortalecer al sistema financiero para expandir el capital y el crédito de las empresas y el desarrollo de la infraestructura.
Fue en este escenario complejo, interno y mundial, que se desplegó la densidad nacional en el período. Su avance fue notable en el plano de la inclusión social. El fortalecimiento de los sindicatos, el aumento del empleo y los salarios reales, derivados del proceso de industrialización, contribuyeron a reparar agravios del pasado. Las políticas sociales reforzaron el proceso. Respecto de los liderazgos, desde el mismo Gobierno se impulsaron políticas de transformación productiva con ambiciosos programas en la frontera tecnológica, como el desarrollo nuclear y la industria aeronáutica. Los nuevos grupos de industriales y el propio sindicalismo proporcionaron liderazgos asociados al proceso de transformación productiva y al abandono de la subordinación a la vieja potencia hegemónica. Las ideas dominantes cambiaron. El paradigma keynesiano, surgido al promediar la década de 1930, fue ampliado con un discurso nacionalista y la participación del Estado como protagonista decisivo en el proceso económico.
Las políticas de Perón impulsaron la industrialización y una redistribución progresiva del ingreso. La presencia del Estado fue decisiva en la administración de los resortes fiscales, monetarios y de pagos internacionales. La nacionalización de los servicios públicos redujo la participación del capital extranjero a un mínimo histórico. La masiva intervención del Estado, el control del comercio y otras transacciones con el exterior, en la Argentina, no era ajena a lo que sucedía en el resto del mundo. Pero el Gobierno prolongó el protagonismo del Estado cuando hacían ya falta otras políticas para atender las nuevas tendencias.
El Gobierno no logró sostener los equilibrios macroeconómicos del sistema, es decir, la solvencia fiscal y externa. La sustitución de importaciones promovió una industria manufacturera, cuyas importaciones de equipos y materias primas se pagaban con menguantes superávits del comercio de productos primarios. Agotadas las reservas acumuladas durante la guerra, a fines de la década de 1940, la insuficiencia de divisas instaló el estrangulamiento externo como un problema recurrente, determinante del proceso de contención y arranque (stop-go), modelo de comportamiento de la economía argentina hasta la introducción, en 1976, de la hegemonía financiera de la deuda externa.
El crecimiento y la transformación productiva en la década del primer peronismo, 1945-1955, fueron importantes. El aumento del PBI per cápita en el período, alrededor del 20%, fue comparable al de Australia y Canadá. Pero el sistema soportaba la debilidad de la densidad nacional y fue acumulando desequilibrios, que se manifestaron en crecientes presiones inflacionarias. La inflación, como problema crónico, era desconocido en la economía argentina hasta 1945. Se instala con el primer peronismo y alcanzó su mayor aumento en 1952, con el 39%, coincidente con la gran sequía de ese año. Desde entonces nunca cedió, con varias híper incluidas, hasta la breve interrupción de la ficticia estabilidad de la convertibilidad, en la década de 1990.
Las medidas prudenciales y políticas de ingresos contribuyeron a reducir el aumento de precios, en 1953 y 1954, pero no alcanzaron para resolver el problema. El gobierno del primer peronismo careció de una estrategia eficaz para sustentar la industrialización y el progreso social, sobre la base de equilibrios macroeconómicos sólidos y un fuerte impulso exportador, de productos primarios y manufacturas, indispensable para remover la restricción externa. El acceso al crédito externo resultó un paliativo transitorio. Más tarde, a partir de 1976, se instaló la deuda externa como otro factor estructural del desequilibrio de los pagos internacionales. En la crisis del ’52, el Gobierno intentó recomponer su relación con el sector agropecuario, el cual había soportado la crisis mundial, la guerra y el manejo en su contra de los precios relativos. Pero ya era tarde. Ni entonces, ni ahora, ni nunca, pueden construirse procesos profundos de transformación y de acumulación, de largo plazo, sobre la base de desequilibrios macroeconómicos y la dependencia del financiamiento externo.
En el plano institucional y político, la ausencia de normas esenciales de la convivencia democrática profundizaron las fracturas en la sociedad argentina. Volvió a surgir una falsa línea divisoria de las aguas. Las instituciones fueron otra vez incapaces de contener y procesar las tensiones en el marco de las reglas del juego de la democracia. En resumen, en el período no se establecieron las condiciones necesarias para consolidar la densidad nacional y, por lo tanto, afianzar sobre bases sólidas las transformaciones en marcha. La acumulación de problemas económicos y tensiones políticas se reavivaron con brotes de violencia. En este escenario se gestó el nuevo golpe de Estado, en 1955.
Aldo Ferrer Director Editorial de Buenos Aires Económico
http://www.elargentino.com/nota-70952-El-primer-peronismo.html