23 nov 2009

Los riesgos del sectarismo y los peligros de una nueva frustración Por Jorge Muracciole


Desde el conflicto con los empresarios del campo, una nueva etapa se abrió en nuestro país. Sin disimular las diferencias de los sectores que defienden un proyecto de país incluyente, que transforme las profundas inequidades herederas de décadas de hegemonía neoliberal, se comenzó a divisar con mayor claridad la necesidad de articular políticas que impidan la restauración de los históricos grupos del privilegio. Otro hito significativo en esa dirección fue el debate y aprobación de la nueva ley de medios audiovisuales, que sirvió no sólo al Gobierno de Cristina Fernández para recomponer su iniciativa política luego de las elecciones de fines de junio, sino que permitió dar curso político a un extensísimo arco de posicionamientos del campo popular, que supieron entenderse con la imperiosa necesidad de llegar a un piso de acuerdos que derrotara a los partidarios del statu quo comunicacional y al entramado de las corporaciones mediáticas y la oposición de derechas, decididos a boicotear la iniciativa de democratización del espectro audiovisual.

Estos mojones políticos, si bien no borraron las diferencias entre los que luchan por una sociedad más justa, permitieron contribuir a poner límite a la ofensiva restauradora, iniciada desde hace un tiempo en la región ante el devenir de los gobiernos progresistas del subcontinente. Ofensiva que en Latinoamérica se viene desarrollando por las fuerzas opuestas a todo cambio que altere la hegemonía neoliberal. Esta ofensiva en el mundo del trabajo se expresó con la salvaje decisión de despedir a más de un centenar de trabajadores, por los directivos de la subsidiaria americana Kraft. Hecho que sirvió para recrear un amplio espectro de voluntades en favor de la restitución de los trabajadores a sus puestos de trabajo y de hacer retroceder a la empresa norteamericana en relación con el despido sin causa de los genuinos representantes de los obreros de la ex Terrabusi.



Si bien las diferencias siguieron subsistiendo entre las distintas corrientes del movimiento obrero, esto propició un amplísimo frente social en contra de la medida empresaria, que impidió que la situación se transformara en un caso testigo del accionar empresarial sobre comisiones internas combativas. En las últimas semanas, luego de esta suerte de “ecumenismo sindical”, volvieron a emerger viejos enfrentamientos en el seno del movimiento de los trabajadores. Concepciones divergentes, que explicitan modelos opuestos en el plano de la construcción sindical, se expresaron con gran virulencia en las coordenadas de la red de subterráneos de la Ciudad de Buenos Aires.



Así resurgió una nueva camada de dirigentes sindicales de base que comandaron las luchas de los últimos años en la empresa Metrovías, retomando un plan de acción cuyo principal punto es el reconocimiento de la personería gremial de su joven organización, la Asociación Gremial de Trabajadores de Subterráneo y Premetro (AGTSyP). Esta reivindicación amparada por resoluciones de la Organización Internacional del Trabajo en materia de libertad sindical hace meses está pendiente de resolución en la cartera laboral.



La demanda de la inmensa mayoría de los trabajadores del subte se da de bruces con más de sesenta años de unicato sindical, explicitado en la Ley de Asociaciones Sindicales, y con la tradición de la Confederación General del Trabajo, encabezada por su referente máximo, Hugo Moyano. Este síntoma, que da cuenta del malestar existente en una importante franja de trabajadores que no se sienten representados en los métodos y en el accionar de la dirigencia tradicional de los sindicatos, es un tema que de alguna manera trasciende el escenario específico del gremio del transporte de pasajeros. De no resolverse de una manera satisfactoria se convertirá en un punto de inflexión, no sólo sobre la política en materia sindical del Gobierno, sino que puede derivar en un deterioro de sus potenciales alianzas, en un difícil contexto caracterizado por la confrontación discursiva con los sectores de la oposición de derecha.



El desafío del Gobierno de Cristina Fernández será poder encontrar fórmulas de convivencia entre actores, que a pesar de expresar modelos contrapuestos en el ámbito gremial, forman parte del variopinto campo popular, donde se articulan en una suerte de teoría del dominó desde la ortodoxia del peronismo gremial hasta una izquierda social amplia, que ve con buenos ojos en términos generales la política en materia de derechos humanos de los gobiernos K, y ha apoyado con matices la nueva ley de medios y cualquier otra medida dirigida a morigerar las profundas asimetrías en materia distributiva.



El agudizamiento de la confrontación entre ambos sectores en el universo gremial expresa de alguna manera los sectarios intereses de grupo que niegan una realidad de diversidad a la cual ambos sectores están “condenados a entender”. El escenario nacional y continental ameritan que las fuerzas que se autodenominan populares hagan un ejercicio de inteligencia y sepan priorizar lo fundamental de lo secundario. Bastante ardua será la tarea pendiente de extensión y consolidación de proyectos que permitan traducir en hechos la profundización democrática y una vida mejor para todos, sin exclusiones.



Lo sindical no es ajeno a este ideario; la articulación de las diversas expresiones que habitan el asimétrico territorio del trabajo deben entender que no son tiempos de persecuciones o cacerías de brujas, ni de dogmatismos inconducentes que ayudaron en nuestro pasado reciente a facilitar la tarea de las fuerzas de la reacción. El mundo contemporáneo es rico en experiencias de pluralidad sindical, sin que esto signifique un debilitamiento de las reivindicaciones de los trabajadores, de cara al empresariado; España, Francia e Italia son un ejemplo. Los tiempos que se avecinan y las decisiones que vendrán por parte del Gobierno y la cartera laboral irán dando respuesta a un escenario cambiante que exige soluciones. El pedido de la Presidenta dirigido a la suspensión del acto de la CGT, del 20 de noviembre, fue un paso importante en esa dirección. Articular en la diversidad es la consigna en el campo popular, es el antídoto político para desterrar los riesgos del sectarismo y los peligros de una nueva frustración.
Jorge Muracciole
Sociólogo. Docente de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA
http://www.elargentino.com/nota-66874-Los-riesgos-del-sectarismo-y-los-peligros-de-una-nueva-frustracion.html