La revolución de las ideas y de las cosas simples viene avanzando a paso de vencedores. Sucede ahora, en este preciso momento.
Una primera postal para demostrarlo: el ministro Julio de Vido y el
Presidente venezolano Hugo Chávez acordaron ayer en Venezuela un nuevo
paso hacia la cooperación energética entre YPF y PDVSA, con la presencia
del CEO de YPF, Miguel Galluccio y autoridades de la petrolera
venezolana.
Una segunda postal: la secretaria de Comercio Exterior, Beatriz
Paglieri y su par brasileña Tatiana Prazeres, firmaron acuerdos
comerciales para avanzar rápidamente en el comercio bilateral entre
Argentina y Brasil de distintos productos, como calzados, langostinos,
cítricos, frutas, verduras, vinos, quesos, medicamentos, neumáticos, y
otros.
Una tercera postal: el ministerio de Educación encargó y difundió una
encuesta nacional que demuestra que el 60 % de los jóvenes argentinos
piensa que el país estará mejor dentro de 5 años y el 20 % que estará
igual que ahora.
Una cuarta postal: Santiago del Estero viviendo su Fiesta popular junto a la Presidenta.
Quizá la historia escriba con mayor propiedad que el cambio de época
que hoy vive la América Latina sucede después de 30 mil dolores aquí, de
10 mil allá, de 50 mil al centro del continente, millones de dolores,
cinco siglos de colonización y doscientos años de soledad.
Algún día se escribirá que cuando crujía el mundo en su costilla más
vieja, esta Patria Grande estallaba de amor por sus cuatro costados.
Pero antes tuvimos que sufrir demasiado.
Y el dolor también habrá que inventariarlo como verdad histórica.
Las cosas no suceden porque sí. Si somos libres es porque nos merecemos.
Una vez le preguntaron a Perón cuál fue su debilidad mayor ante la
contrarrevolución de 1955. Y el Viejo General, con voz aguardentosa,
dijo que la falta de una mayor organización popular y de una mejor
decisión estratégica para resistir, más la ausencia de unidad
continental, explicaban el triunfo del odio de las minorías.
Ese odio sigue estando sobre la piel de América entera.
Es el que decide lo que se ve y lo que no se ve, lo que se lee y escucha y lo que no.
Cuando leemos Clarín y La Nación o miramos la TV que les pertenece,
advertimos que están envueltos de odio y desesperanza y que debajo de la
envoltura hay más odio y rencor y así todos los días.
La unidad que reclamaba Perón hoy es una realidad tangible,
energética, petrolera, económica, intercambiable, que se pesa y se
cuenta. Y es la primera vez que sucede.
Como en Venezuela, aquí tampoco la esperanza será televisada. Al menos hasta el 7 de diciembre.
Paciencia.
Los vientos del sur, cuando se desatan, no tienen marcha atrás.