25 jul 2012

La oposición envejece por Roberto Caballero

Si no logra interpretar los cambios que se produjeron de los '90 a esta parte, el antikirchnerismo seguirá declinando junto al país conservador. La encuesta de Ibarómetro y los nuevos valores de la sociedad argentina.

Siguen siendo un misterio para el desolado universo opositor las razones que explican la supremacía política del kirchnerismo en la Argentina de hoy. Esa impotencia del arco anti-K, sin embargo, no es una buena noticia. La democracia necesita de algo más que la ceguera opositora. Es su lucidez la que está haciendo falta. Entre otras cosas, para advertir que la última década fue pródiga en cambios que merecen, al menos, ser interpretados si no quieren caer en el recurso de la satanización constante del oficialismo como único –y, a esta altura, también inocuo– aporte al debate. Es evidente que tratando de desgastar al kirchnerismo consumen su propia energía. La convergencia argumental entre, por ejemplo, el socialista Hermes Binner y el liberal-conservador Mauricio Macri, no daña al oficialismo: desorienta a los propios. Que Hugo Moyano coincida con el Momo Venegas y este, a su vez, se abrace con Hugo Biolcati en la Sociedad Rural, no acumula en un proyecto alternativo. Son señales que entusiasman mucho a los diarios hegemónicos, pero que hacia abajo no producen nada.
No hay euforia entre los socialistas porque Binner coincida con Macri, ni entre los moyanistas se palmean orgullosos porque Venegas alabe al camionero. Es así de simple: hay sumas que como resultado dan cero. Es difícil que cambien, porque el kirchnerismo suscita un apoyo masivo que empuja a los opositores a la propia automarginación. Pero no se trata, solamente, de la iniciativa política del partido gobernante. No es la cadena oficial ni ningún atajo episódico lo que explica esto que ocurre. Es la escasa voluntad por asumir y entender que el viejo orden de las cosas ya no existe como tal y que uno nuevo, a los tumbos pero irreprimible, se viene construyendo colectivamente en todos estos años.
Por caso, en la última edición de la revista Veintitrés se publica una reveladora encuesta de Ibarómetro, comandada por el sociólogo Ignacio Ramírez. Es un relevamiento minucioso realizado entre noviembre de 2011 y junio de 2012, sobre 1000 casos en Capital Federal, Primer y Segundo Cordón del GBA. Los resultados reflejan un cambio de valores en la sociedad que son los mismos que el kirchnerismo contiene como “ecosistema cultural” –así lo define el sociólogo Ramírez–, en rotunda oposición a los que hegemonizaron la década de los '90. A continuación, un breve resumen, que contempla a los que no saben ni contestan:

* Sobre el rol del Estado en la economía: el 76,3% de los consultados dice que tiene que ser “activo” y sólo el 11,3% sostiene que no debe intervenir.

* Sobre las alianzas políticas y económicas del país: el 64,6% opina que deben ser con “América Latina” y el 17,6% con los “Estados Unidos”.

* Sobre los juicios por violación a los Derechos Humanos: el 68% afirma que “deben continuar”, y el 18,8% piensa lo contrario.

* Sobre la participación de los jóvenes en la política: el 58,4% ve a las nuevas generaciones “más involucradas en política” y le “parece bien”, mientras que el 25,2% no ve mayor involucramiento juvenil y al 2,6% le “parece mal” el aluvión participativo.

* Sobre el interés en general en la política: el 23,7% dice que le interesa “mucho”, el 33% “poco”, el 26,9% “bastante” y el 14% “nada”.

* Sobre la frecuencia con la que se conversa de política: el 41,7% dice que “algunas veces”, el 26,4% “siempre”, el 21,4% “raramente” y el 9,1% “nunca”.

* Sobre la Ley de Medios de la democracia: el 43,6% ve como “positivo” su implementación, mientras que un 17% considera que es “negativa”.

* Sobre la influencia de los medios en general: el 69% sostiene que es “mucha” o “bastante”; el 61% cree que las noticias que dan los principales medios están influenciadas por “intereses comerciales” y “organizaciones poderosas”, y el 34% afirma que los periodistas están condicionados por las empresas en las que trabajan.

Si los '90 fueron el paisaje calendario del fin de las ideologías, la despolitización, la reconciliación entre víctimas y victimarios, y la no-intervención estatal en la economía, el paisaje actual es su exacto opuesto. El nuevo tiempo trae aparejados nuevos valores que fueron internalizados por la sociedad. Se está operando un cambio cultural que va a terminar cristalizando en un paradigma que no será neoliberal, entre otras cosas porque el Consenso de Washington dejó de ser el consenso hegemónico planetario. ¿Es el kirchnerismo el que propone este vuelco radical? ¿O simplemente asume esos valores como propios? Un poco y un poco. El neoliberalismo en la Argentina fracasó de modo impiadoso y el emergente político desacralizador de los valores que lo instituyeron como pensamiento único durante más de una década, aquí y ahora, se llama kirchnerismo. Este decide sobre la ola. Y decide bastante parecido a lo que una vigorosa mayoría social pretende. Así se entiende el 54% de octubre pasado, aun con los problemas y el desgaste natural de gestión.
¿Por qué la alternativa provino desde el mismo kirchnerismo y no de la oposición, después de ocho años intensos? La enseñanza que dejaron los festejos del Bicentenario es que la realidad deseada por la oposición política y mediática no existe más allá de las primeras 15 páginas del diario Clarín y de las editoriales previsibles de La Nación. Es inédito lo que sucedió y sucede: el oligopolio continúa manejando la agenda de los periodistas –aun la de algunos kirchneristas–, pero su incidencia en la agenda pública hoy es relativa. Quizá porque sus ideas son las ideas que vinieron a ser suplantadas por las nuevas ideas que abraza la sociedad del Bicentenario.
Volviendo al ejemplo de 2010: se suponía que la sociedad estaba enojada con lo que pasaba. Los políticos opositores se peleaban para pescar adhesiones en el amplio y vasto océano del antikirchnerismo social que reflejaban los diarios, y nada de eso ocurrió. No había caña y no había agua. Al contrario, la gente quería ganar la calle y festejar, como lo hizo. Y un tiempo después, Cristina arrasó en las urnas, sacándole casi 40 puntos al segundo inmediato.
En tanto y en cuanto la oposición no registre que se produjeron cambios que no tienen retorno, el mismo escenario puede repetirse. Si no sale de su ensimismamiento y comienza a leer que la geografía social y cultural ya no es la misma, va a fracasar todas las veces que lo intente. En eso, valdría que observen a Beatriz Sarlo, no cuando habla desde los prejuicios, sino cuando sale a investigar por cuenta propia lo que sucede allí abajo, donde ocurre lo que no entiende. Su crónica sobre un viejo acto kirchnerista en Ferro, donde hablaron Emilio Pérsico, Hugo Moyano, Daniel Scioli y Néstor Kirchner es de antología. Su descripción es rigurosa. Se puede ser antikirchnerista e inteligente. Ella encontró verdadera militancia donde otros sólo veían clientelismo. No importa lo que después diga en Radio Mitre con el codo: vale lo que dejó por escrito con su mano. Con valentía. La misma valentía intelectual que debiera tener la oposición si dejara de una vez por todas el relato autoflagelante y volviera a tener algo de voluntad de poder. Las tribulaciones de los opinadores tristes del antikirchnerismo, enfermos a su vez de retórica salvacionista, crean un clima casi surrealista. Como si los problemas los tuviera el kirchnerismo y no los que se le oponen sin poder vencerlo.
En un punto, hay que decirlo, son eficaces. En la generación de intrigas, por ejemplo: a Moyano y a Scioli les agitaron fantasías narcisistas, jugaron con cartas prestadas y después quedaron pedaleando en el aire. El ex motonauta, al menos, supo meter reversa. Al camionero, en cambio, se le trabó la caja. La de cambios.
Es preocupante. La oposición no está viendo algunas cosas obvias. Una: hay más verdad en Tecnópolis y en las caras de los que pasean entre sus stands que en los estudios de TN y América TV. Dos: la sociedad no quiere volver a los '90, nunca más. La encuesta del sociólogo Ramírez tiene un apartado que ilumina el escenario donde se juega la política en serio. Se les pregunta a los encuestados si son felices: el 32,1% confiesa que es “muy feliz”, el 33,3% dice que es “bastante feliz”, el 24,8 % asume que es “poco feliz” y el 7,3% que es “nada feliz”.
Haría bien el antikirchnerismo en mensurar estos datos si quiere abandonar el testimonialismo. Y la amargura, de paso. En definitiva, si no quiere envejecer y declinar junto con el país conservador.
Y haría mejor el kirchnerismo en no dormirse en los laureles. Aunque en este caso, es improbable que su hiperactiva conductora los deje.