El mensaje de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la 98ª Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo fue premonitorio. La problemática del trabajo en el mundo es una cuestión política; la solución debe tener la misma forma.
Este mensaje pasó para muchos inadvertido en una constelación de presidentes que visitaban la organización para hablar de la crisis.
De una crisis, que comenzó como financiera y luego, se convirtió en social, espejo de una economía sin rostro; un vacío de números; cifras de un mundo virtual que crea realidades mágicas de millones de dólares para subvencionar un sistema, cuyos éxitos se reflejan en una pantalla de números que suben y bajan al compás de las decisiones de unos pocos.
Nadie duda de la importancia del capital ni del sector financiero; una sociedad no puede prosperar sin inversiones ni un sector financiero saludable. Pero ello es distinto a una economía que se sustenta exclusivamente en este ejercicio económico sin tener en cuenta al trabajador; es simplemente injusta y habrá que ver cómo los trabajadores nos paramos frente a esta realidad.
Resulta muy ilustrativa la película Amor sin escalas, protagonizada por George Clooney, un empleado jerárquico eficiente y frío, de una empresa encargada de “gerenciar” los despidos de otras; así la trama continúa con sucesivas escenas donde se muestra su accionar frente a estas situaciones, actitud que se mantiene hasta que esta realidad de despido le llega a la propia empresa.
Hoy vemos que muchas personas –como el protagonista de la película– hablan de la crisis y proponen soluciones, teorizan y diagnostican escenarios impersonales para paliar una realidad que día a día se ve contrariada por la práctica, la que nosotros, los dirigentes sociales, no podemos ignorar.
Creo que la presidenta Fernández nos representó a todos en esa conferencia; a todos nosotros; en un mundo que ofrece el escenario de un “desequilibrio perfecto” que se sostiene, con medidas rigurosas, en la pérdida de derechos para los trabajadores en aras de una competitividad “imposible”; salarios baratos y endeudamiento de los trabajadores a través de créditos básicamente orientados al consumo diario.
Ésta es la foto de una economía estable; toda una sociedad orientada a la inversión y a la mayor cantidad de recursos humanos disponibles al capital. Un escenario sumamente injusto en lo social.
Los trabajadores tenemos la sensación de que esta crisis, finalmente, otra vez la pagaremos nosotros; la situación en Europa –principalmente de España y Grecia–y las recomendaciones de la UE a esta ultima nación así lo confirman. La solución, parece, es el ajuste, principalmente en los gastos sociales sobre aquellos rubros que los Estados destinan para los que menos tienen, como ha ocurrido en Grecia o las nuevas medidas de restricción que se le han pedido a España.
Hay un mundo desequilibrado; un mundo injusto; un paradigma de la sociedad donde los trabajadores somos invitados a aceptar decisiones para volver a los equilibrios macroeconómicos que legitimen las condiciones de naciones ricas con pueblos pobres. Frente a esta situación, los conflictos sociales empiezan a mostrarse frente a un mundo que los observa hasta con cierta indiferencia porque la suerte parecería estar echada.
Necesitamos de un diálogo entre todos; se deben recrear los vasos comunicantes. Los programas económicos de las naciones deben ser inclusivos, con perspectivas de desarrollo y crecimiento para todos. El respeto debe primar porque todos nos necesitamos, en las buenas y en las malas; el diálogo social debe ser permanente y los trabajadores, escuchados.
En la actual coyuntura, los trabajadores debemos ser conscientes de que es necesario cambiar este paradigma y esto sólo lo puede hacer la política.
El G-20 apareció como una oportunidad; una luz de esperanza se prendió en los comienzos de la crisis; hoy parece que todo seguirá igual.
Los trabajadores, esperamos a la presidenta Fernández de Kirchner en la próxima reunión del G-20; nos sentimos representados por ella; esperamos la voz diferente, en un mundo que parece no comprender que el modelo del “desequilibrio perfecto” tiene el límite de la política, de la convivencia social y la justa distribución de la riqueza.
Miembro del Consejo de Administración de la OIT. Secretario de Relaciones Internacionales de la CGT. Secretario general de la UOCRA
http://www.elargentino.com/nota-83387-Recrear-la-politica-para-superar-las-crisis.html