¿Por qué tanta contra?¿Cómo puede ser que ahora se oigan comentarios que tres décadas atrás hubieran sido tan extraños como encontrar una familia que come más pescado que carne vacuna en este país?
En 1980 gobernaba una dictadura militar que controlaba todo, incluidos los medios de comunicación, que no eran los del mundo hiperinterconectado de hoy pero vaya si influían en la formación de la “opinión pública”.
Hace veinte años, en 1990, un modelo neoliberal privatizador se estaba poniendo en marcha y marcaría toda una década en la que el termómetro del malhumor social lo manejó mayoritariamente la creciente cantidad de víctimas de la destrucción de la industria y la desaparición del Estado. Para el resto, Carlos Menem llegó a ser –en broma, pero ya se sabe lo que ello significa– alto, rubio y de ojos celestes.
Y en el 2000 muchos, muchísimos, observaron impávidos por televisión a un Fernando de la Rúa claramente medicado y leyendo como un autómata las bondades del “blindaje financiero”, presentado como un “paquete de salvataje” por unos u$s40.000 millones que probablemente no hayan pasado a engrosar nuestras reservas monetarias, pero sí se sumaron a la cuenta de nuestra desbordante deuda externa.
Aunque lo ideal es verlo al ex presidente radical, que grabó aquel aviso con los árboles de la Residencia de Olivos y el canto de los teros de fondo en diciembre del 2000, leer sus palabras también resulta esclarecedor.
Entre otras cosas, el gobernante definía al blindaje como “una operación económica, política y financiera inédita, que genera un fondo de garantía tan grande para el país que despeja cualquier amenaza o duda sobre el futuro de la Argentina”.
Profético, continuaba: “Yo no tomo medidas que sean pan para hoy y hambre para mañana. Ya estamos hartos de eso. El mundo ha sabido ver las virtudes de un gobierno serio y de un país con futuro. A veces, las cosas se ven mejor a la distancia que de cerca”.
“Festejemos porque este año se va y viene uno nuevo, se viene el momento de empezar a cosechar los frutos del esfuerzo. La Argentina ya no tiene riesgos, la Argentina es segura y previsible, ahora podemos crecer en paz. El 2001 será un gran año para todos. Qué lindo es dar buenas noticias”, concluía De la Rúa.
El 19 de diciembre de 2000, un día después de que se anunciase tamaña “buena noticia” de aquel gobierno que un año más tarde concluyó (o huyó) con treinta muertos en las calles, los lectores del diario La Nación vieron títulos como “Todos los países que recibieron auxilio hoy están creciendo” y “Oxígeno para buscar el crecimiento” (es cierto, también había otro que decía “Napoli viene por Palermo” y el jugador nunca pasó al club italiano). Y la tapa de Clarín hablaba de “un fuerte respaldo financiero internacional” para el país y reflejaba los “pronósticos optimistas en el Gobierno”.
¿Hace falta alguna referencia a las portadas de los diarios y los titulares que pueblan los canales de noticias por estos días? ¿Y ahora no es –al menos relativamente– común escuchar de un transeúnte comentarios como “nunca estuvimos peor” o “se están robando la plata del país” cometiendo “un delito federal” por el que “deberían ir presos ella y su marido”? ¿Qué pasa, en el 2000 estábamos –como el mismísimo jefe del Estado de la época– medicados y el 2010 comenzó con una marcada ausencia de tranquilizantes en las farmacias? ¿O la crisis actual es tal que la población no tiene dinero para comprarlos?
Quizás hace décadas que hay argentinos que vienen acumulando bronca y resultó ésta la época en que decidieron dejarla salir. Probablemente algunos comenzaron a juntarla frente a la pantalla cuando una marcha militar muy en boga durante la guerra de Malvinas repetía “Argentinos a vencer” y una mano con el pulgar en alto era sinónimo de optimismo y de patriotismo. O recién ahora aflora la frustración por la revolución productiva y el salariazo, los grandes espejismos de los años ’90. Por no hablar del desencanto que precedió al fin de la corta gestión de una alianza de partidos que se hizo trizas e hizo trizas lo que quedaba al comienzo de la década pasada.
Aunque probablemente no lo sea, si no es así cuesta entender cómo es que hoy están que trinan tanto unos cuantos hombres y mujeres más o menos comunes –y no tanto– como –casi todos– los dirigentes políticos de la oposición y –casi casi todos– los medios de comunicación. Curiosamente –o no–, por momentos trinan a coro, con la misma sincronía con la que callaron durante tantos años.
Extrañamente –o no–, cuando en el 2006 se cancelaron todas las deudas con el Fondo Monetario Internacional con unos u$s10.000 millones de las reservas del Banco Central presidido por Martín Redrado, hubo bastante silencio. Y eso que la entidad monetaria acumulaba unos u$s28.000 millones y se quedó con apenas u$s18.000 millones tras el pago al Fondo.
Es más: en ese momento Redrado avaló públicamente aquella operación, al señalar que los u$s18.000 millones que retenía el BCRA “es más de lo que teníamos en el 2004” y que “la Argentina vuelve a la misma situación en materia de reservas con menor endeudamiento externo del que tenía”.
Hoy las reservas del Banco Central suman unos u$s48.000 millones y la mujer que hace dos años fue elegida presidenta del país pretende volcar unos u$s6.500 millones al Fondo del Bicentenario, con el que –según dice– se garantizará el pago de los vencimientos de la deuda argentina durante todo el año. Y Redrado se opone con argumentos exactamente opuestos a los que usó en el 2006 para acompañar la cancelación total de la deuda con el FMI resuelta por el esposo y antecesor de la gobernante actual.
Última pregunta: ¿hay una operación política en proceso en la Argentina? Quizás parte de la respuesta la dio el hoy senador de la UCR y secretario de Desarrollo Social de De la Rúa (durante cuyo gobierno la mitad de la población quedó bajo el umbral de la pobreza), Gerardo Morales, quien días pasados dijo en la puerta del Banco Central: “Venimos a defender las reservas porque es defender el salario de los trabajadores y evitar que este Gobierno que despilfarra, que tira manteca al techo, comprometa a futuras gestiones de gobierno”.
* Periodista
http://www.elargentino.com/nota-75465-¡Que-lindo-es-dar-buenas-noticias!.html