31 dic 2009

Un modelo para todos Por Guido Carlotto Senador provincial PJ/FpV


Cierta arbitrariedad de nuestros usos y costumbres nos marcan que, cuando se acerca fin de año, y de lo que significa prácticamente una década, debemos hacer un balance, una especie de inventario de lo que tenemos y, en base a ello, de lo que nos falta.

Pero me interesa fundamentalmente contribuir a un análisis retrospectivo, justamente para sumar y enriquecer este balance y no quedarnos detenidos en la coyuntura.
Todos recordamos que hace 10 años, en 1999, asumía el gobierno nacional Fernando De La Rúa, quien debió renunciar dos años después por la profunda crisis económica y social que venía arrastrándose de la nefasta década de los 90 y que se tradujo, entre otras cosas, en una fuga masiva de capitales.
El ministro de Economía de entonces, Domingo Carvallo, dispuso la congelación de los depósitos bancarios -lo que recordamos popularmente como "corralito"-, medida que tocó directamente a una clase media que, en la mayoría de los casos, se vio avasallada en sus derechos. Otros, festejaron en su momento la asignación de Cavallo en la cartera de economía.

Mientras tanto, los trabajadores ya venían padeciendo la crisis de lo fue la fiesta menemista, absolutamente relegados del mercado de trabajo, a pesar de la promesa de que la flexibilización laboral generaría más empleo genuino. Todo lo contrario. Se profundizó en este período, "Banelco" de por medio, donde la autoridad presidencial estaba ausente como nunca se había visto.

Como consecuencia inmediata de semejante acefalía, la explosión social que se manifestó en cacerolazos, angustia colectiva, saqueos y los nefastos hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001 con una feroz represión y las lamentables muertes -no sólo las de Plaza de Mayo- se tradujo en el "que se vayan todos".

Tras dos semanas donde se sucedieron distintos presidentes y luego de infinidad de rumores e intrigas que culminaron con la renuncia del presidente Adolfo Rodríguez Saá, llegó al poder Eduardo Duhalde, quien siempre había ansiado ocupar el sillón de Rivadavia pero nunca lo había logrado. En su primera medida devaluó fuertemente el peso y en su discurso inaugural ante el Congreso realizó un sinfín de promesas, entre ellas a las víctimas del corralito. Todavía resuena la frase "el que depositó dólares, recibirá dólares", intentado tranquilizar a una sociedad inmersa en la peor crisis de su historia donde el desempleo, la pobreza, el poder adquisitivo de los sectores populares y medios se veían, ahora, afectados directamente por una devaluación brutal. Muchas promesas y pocos resultados.

Producto de esta crisis fenomenal, con un país en cesación de pagos, el FMI ordenó burdamente qué políticas económicas debía adoptar la Argentina con una clase política en el poder absolutamente obsecuente y obediente a los intereses no sólo del FMI, sino también a aquellos sectores económicos que se favorecieron fenomenalmente con la devaluación.

Las protestas sociales se sucedían vertiginosamente. En ese marco, el 26 de junio de 2002, el asesinato de dos militantes sociales por parte de la policía bonaerense, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en una protesta en puente Pueyrredón, puso blanco sobre negro lo sucedido. El gobierno de Duhalde negó sistemáticamente que la fuerza de seguridad hubiera sido la autora de los asesinatos y argumentó que las muertes habían sido producto de un enfrentamiento entre piqueteros. El entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, avaló esa idea. Hasta que, una vez más, la realidad incontrastable demostró la verdad. La justicia actuó, pero nunca hubo responsabilidades políticas.

Este hecho terminó con las aspiraciones presidenciales a futuro de Duhalde. La salida fue llamar a elecciones anticipadas y un 25 de mayo de 2003 se inició definitivamente otro proceso en una Argentina maltratada.

Cuando casi nadie lo creía, el por entonces presidente Néstor Kirchner recuperó la credibilidad no sólo en la autoridad presidencial, sino también en las instituciones y dio un giro histórico en la recuperación económica de un país que había perdido su autoestima y sus valores.

Una nueva Corte Suprema de Justicia no adicta al poder, la estabilidad política, la recuperación económica, el crecimiento histórico año tras año del PBI, la generación genuina de empleo, la apertura de paritarias recuperando el derecho de los trabajadores a discutir el salario con los empresarios con la consecuente mejora del poder adquisitivo y la reactivación del consumo interno, el sector empresario que tuvo ganancias únicas, ningún muerto por represión, los planes sociales organizados que contuvieron a aquellos compatriotas que no tenían nada, la independencia económica plasmada en el pago de la deuda al FMI, la apertura hacia los países de Latinoamérica y otros mercados mundiales, la reivindicación histórica hacia las víctimas del terrorismo de Estado bajo la consigna de memoria y justicia impulsando los juicios contra los genocidas.

En fin, un modelo político, económico y social que hoy se continúa a través de la presidenta Cristina Fernández, quien instaló como pocos el concepto de la justa redistribución de la riqueza. Y es ella quien justamente tocó intereses poderosos, mezquinos, que no quieren ceder nada. La ambición los ciega y el pueblo en su conjunto es víctima de estos sectores que siempre quieren más y más.

Hechos: la reforma política, que asegura una auténtica apertura de los partidos políticos y el compromiso ciudadano en el quehacer democrático a la hora de elegir sus candidatos; la ley de medios audiovisuales, que permite como nunca que todas las voces se escuchen como corresponde a un sistema democrático y republicano; el proyecto de ley para suprimir el delito de calumnias e injurias en materia de libertad de expresión, una antigua reivindicación de las asociaciones y sindicatos de prensa con la argumentación de que "nadie pueda ser cercenado no sólo en la libertad personal y física por expresar lo que se siente", las medidas preventivas en materia económica para enfrentar el crack financiero de la primera potencia mundial y que hizo estragos en los países desarrollados.

Seguramente habría mucho más para exponer, pero en mi calidad de referente de La Plata, como otros dirigentes, de este modelo con justicia social, soberanía política e independencia económica y al tener una responsabilidad institucional otorgada por la ciudadanía platense como Senador, no puedo más que convocar a todos aquellos a construir un espacio abierto, sin sectarismos ni enfrentamientos inútiles al sólo fin de profundizar estas políticas en nuestra ciudad.

No es caprichoso el balance desde la asunción de De La Rúa y su ineficiencia, pasando por Duhalde y sus intentos de poder a como dé lugar que ahora se reiteran; Kirchner recuperando en todos los sentidos un país destruido hasta Cristina Fernández, con una voluntad y valentía inquebrantables. Ver las cosas en retrospectiva y con perspectiva nos da la humilde autoridad para invitarlos a sumarse a este proyecto, también desde mi ciudad, desde La Plata y trabajar juntos en una ciudad para todos.
http://www.elargentino.com/nota-71999-seccion-109-Un-modelo-para-todos.html