30 sept 2009

Las masas y las lanzas del proyecto nacional Por Federico Bernal

La precoz separación de España, el atraso heredado de su sistema mercantilista y la imposibilidad de unificar las ex colonias hispanoamericanas en Sudamérica, fueron dotando de un poder absoluto –al decir de Rodolfo Puiggrós– a los “ganaderos rioplatenses del 1800 […], clase enajenada desde su nacimiento al mercado exterior […] y carente de intereses comunes con los productores de otras provincias”.

Ante la ausencia de una clase social que nucleara a su alrededor a todo el país en la lucha por un mercado interior centralizado y vigoroso, por un desarrollo industrial moderno y por la creación de una nación unificada e independiente (Revolución y contrarrevolución en la Argentina, Jorge Abelardo Ramos), los intereses ganaderos y los de la clase de comerciantes vinculados al comercio exterior se hicieron de la metrópoli y arrasaron con las endebles tendencias político-ideológicas de Mariano Moreno y Manuel Belgrano en 1811. Apenas un par de meses duró el accionar revolucionario de los autores del Plan de Operaciones. La reacción consciente y consecuente de la oligarquía porteña fue fulminante. Moreno, desterrado a Europa, fue asesinado en pleno éxodo. A su continuador natural, Bernardo Monteagudo, se lo proscribió del Río de la Plata, asesinándolo años más tarde en Lima por la fracción liberal afín a la porteña. ¿Y Belgrano? El gran intelectual, economista y abogado de profesión se convirtió en un genial militar y héroe de las luchas independentistas de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Como la gran mayoría de los de su estirpe, moriría en la más completa pobreza e ignominia. Exceptuando la aparición en escena de Juan Manuel de Rosas y la derrota transitoria del mitrismo en 1874, ambos durante el siglo XIX; y las apariciones del yrigoyenismo y del peronismo en el siglo pasado, puede afirmarse que durante los doscientos años de historia “argentina” el campo antinacional ha sido el gran vencedor.
Es esta debilidad histórica la misma que hoy afecta al kirchnerismo, heredero además de casi medio siglo ininterrumpido del más virulento neoliberalismo ideológico, cultural, económico y mediático. Enfrente, una poderosa factoría agraria, o en el mejor de los escenarios, agroindustrial, que luchará por hacer de la Pampa Húmeda el único país viable entre los Andes y el Uruguay. Aquí la explicación del eje sojero Rosario-Córdoba, tan fomentado por Huergo. La explicación para la intranquilidad de Beatriz Sarlo: no hay fuerza capaz de derrotar a los vencedores de Pavón del siglo XXI que un gran frente nacional y popular.
Resulta perentorio que la dirigencia kirchnerista no sólo tome nota de las huergadas antedichas; que no sólo preste atención a las extravagantes divagaciones de Iglesias para saber al dedillo el grado de colonización pedagógica del medio pelo argentino, sino que también y fundamentalmente advierta en los “fiscales ideológicos” imputados por la Sarlo, a los genuinos “fiscales de una nación libre, justa y soberana”.
Carta Abierta como eje aglutinador y nacionalizador de las clases medias urbanas y la Izquierda Nacional como combustible ideológico y político del movimiento nacional simbolizan las masas y las lanzas de una nueva Nación que, junto al movimiento obrero y trabajador, se fusionan, enlazan y ponen de pie. ¿Qué ocurriría si dotáramos de lanzas a Carta Abierta y de masas a la Izquierda Nacional? En otras palabras, ¿qué ocurriría si diéramos a la primera los medios económicos para disponer de un órgano oficial de tirada nacional y masiva, de un programa en Radio Nacional, otro en Canal Siete y un tercero en el cable? ¿Qué sucedería si el Gobierno se decidiera a aliarse con la Izquierda Nacional? Seguro tendríamos con qué responder a la lúcida y siempre precursora La Nación con su Biblioteca Marcos Aguinis. Seguro lograríamos que el proyecto nacional y popular recupere buena parte de su caudal de votos perdido entre el 2005 y el 2009.