Aldo Ferrer
La política macroeconómica neoliberal es consistente con su estrategia de desarrollo y el supuesto de la insuficiencia de los recursos propios. Por lo tanto, respecto de los pagos internacionales, cuanto mayor sea el déficit financiado con préstamos extranjeros e inversiones privadas directas, mayor la acumulación de capital y el crecimiento. En las finanzas publicas, si existe crédito externo disponible, el déficit fiscal aumenta el gasto y estimula el desarrollo. En este escenario, mientras exista acceso al crédito internacional o la asistencia contingente del FMI, las reservas internacionales del Banco Central constituyen un empleo estéril o mal remunerado de recursos.
El tipo de cambio “de equilibrio” debe ser determinado por la oferta y demanda de divisas, pero puede incluir la paridad nominal ajustable conforme a un programa (la “tablita” de fines de la década de 1970) o el tipo de cambio fijo (la convertibilidad del uno a uno, en la de 1990). Es irrelevante el tipo de cambio “real” que refiere, la paridad nominal, a la evolución de los precios internos y otras variables significativas. Por la tanto, la relación entre el tipo de cambio y la competitividad de la producción doméstica de bienes y servicios transables, es decir, sujeta a la competencia internacional) no tiene importancia alguna. En definitiva, la política económica se limita a “transmitir señales amistosas a los mercados”, que son los que tienen la última palabra.
“Vivir con lo nuestro”. Está en las antípodas del paradigma neoliberal y forma parte de una estrategia de desarrollo para la formación de una estructura productiva integrada y abierta, capaz de gestionar el conocimiento, generar empleo a niveles crecientes de productividad y mantener una relación simétrica, no subordinada, con el resto del mundo. Esta estrategia parte del supuesto de que la Argentina cuenta con los recursos humanos capacitados para gestionar el conocimiento y con los recursos materiales, incluido el ahorro interno, necesarios para crecer con sus propios medios.
Este enfoque incluye la incorporación de recursos del exterior, vía el crédito internacional y la inversión privada directa para incorporar tecnología y acceder a terceros mercados, pero la reduce a una función complementaria, no sustitutiva, del ahorro interno y el liderazgo de las políticas públicas y la iniciativa privada nacional. Sobre estas bases, el Estado cuenta con los medios indispensables para promover la estrategia y responder con eficacia a las turbulencias financieras internacionales y los cambios en el comercio mundial.
La política macroeconómica procura fortalecer la competitividad de la producción interna sujeta a la competencia internacional, abrir espacios de rentabilidad que retengan el ahorro interno en la ampliación y transformación de la capacidad productiva y promover la estabilidad razonable de precios. Por las mismas razones es preciso operar con superávit en la cuenta corriente del balance de pagos y un nivel adecuado de reservas internacionales en el Banco Central. De ese modo, el carril fundamental de la inserción internacional no son las finanzas sino la expansión del comercio internacional.
En la política macroeconómica de “vivir con lo nuestro” es esencial el equilibrio de las finanzas públicas y la reducción de la deuda a niveles manejables con recursos propios. El régimen cambiario se basa en la flotación administrada de la paridad, para sostener un tipo de cambio de “equilibrio desarrollista” (TCED). Es decir, una paridad que fortalezca la competitividad de toda la producción sujeta a la competencia internacional, registre un superávit confortable en la cuenta corriente del balance de pagos y acumule un nivel adecuado de reservas internacionales para responder a los shocks externos u otras contingencias. La política monetaria funcional al TCED implica la administración de los resultados de la operación del Banco Central en el mercado de cambios, los límites a los préstamos al Tesoro y la regulación de la oferta monetaria en función de la demanda de dinero, la situación de la coyuntura y la evolución del nivel general de precios.
La experiencia histórica. Este contrapunto entre las políticas macroeconómicas del neoliberalismo y de “vivir con lo nuestro” forma parte de la historia contemporánea de la economía argentina. La última versión de la primera tuvo lugar en la década de 1990. La apertura irrestricta al capital extranjero, la venta de YPF, las telecomunicaciones y los principales activos públicos, la extranjerización de las mayores empresas privadas, el endeudamiento sin límites, la sobrevaluación cambiaria y la pérdida de competitividad de la producción nacional, culminaron, en 2001/2002, con la peor crisis de la historia económica argentina, que clausuró el período de la hegemonía neoliberal inaugurado con el programa económico del 2 de abril de 1976.
Desde la salida de la crisis, predominó una política macroeconómica cercana al paradigma de “vivir, con lo nuestro”, lo cual es la principal causa de la recuperación de la economía argentina en el transcurso de esta década.
Países emergentes. Como ha sucedido en otras circunstancias del pasado, los acontecimientos recientes de la economía argentina anticipan o reflejan procesos más amplios de alcance global. En efecto, la crisis local del 2001/2002 anticipó el descalabro financiero internacional iniciado, a fines del 2007, por la falencia de las hipotecas subprime en los Estados Unidos ampliado, poco después, por la caída de Lehman Brothers.
Respecto del relevo del paradigma neoliberal por el de “vivir con lo nuestro”, un artículo reciente de Roberto Frenkel (BAE, 28/7/2010), da cuenta de los nuevos fundamentos de la política macroeconómica en los países de desarrollo emergentes, comparables con los cambios producidos en la realidad argentina. Como en nuestro caso, esos nuevos fundamentos permitieron a los países emergentes responder con éxito al impacto del descalabro financiero internacional, mantener el comando de sus políticas macroeconómicas y sostener ritmos apreciables de crecimiento.
* Director editorial