8 ago 2016

Retorno al liberalismo Por Horacio Rovelli* (para La Tecl@ Eñe)







Horacio Rovelli realiza en este articulo un exhaustivo recorrido histórico de los ciclos ortodoxos experimentados por el país a lo largo del Siglo XX y XXI conocidos como procesos de stop and go, que produjeron un fuerte endeudamiento externo, la concentración de la riqueza y una caída en las condiciones de vida del pueblo. Rovelli analiza también los aciertos y errores de las gestiones Kirchneristas y el retorno feroz a liberalismo económico con el gobierno del presidente Macri.

En la historia Argentina desde que somos un país formalmente independiente, subsisten dos modelos de acumulación del capital y de distribución que funcionan como un péndulo, pasamos de abrir nuestro mercado interno al capital internacional a otro de defensa del mercado interno.

Al principio y bien entrado el siglo XX se subordinó al capitalismo inglés, hasta que se le puso cierto límite y se defendió el trabajo y la producción nacional con el Irigoyenismo, quién propició que los resortes fundamentales de una economía como es el transporte (trenes, marina mercante, etc.) y el petróleo (se constituyó YPF) fueran nacionales.

El golpe militar del 30 y la instauración de la dictadura que se llamó justamente “década infame” retomó lo peor del liberalismo y la subordinación a Inglaterra, plasmado en el “Tratado Roca –Rucinman”.

Con la destitución del Presidente conservador Ramón S Castillo en 1943 por el GOU y la llegada al gobierno del peronismo, se implantó un renovado modelo de sustitución de importaciones que en base al instrumental "keynesiano" procuró generar mayores niveles de demanda a través del Estado y de la ampliación del mercado interno, capaz de reproducir el circuito virtuoso de demanda-producción-demanda, apuntalando un fuerte proceso de industrialización mediante el "multiplicador" y el "acelerador keynesiano". Esto es la creciente propensión marginal a consumir, por un lado, y el aumento de la capacidad instalada ante la mayor demanda, por otro lado, caracterizaron el periodo de fuerte crecimiento económico y de inclusión social ante la necesidad de expandir la capacidad adquisitiva de la población.

Este modelo llega hasta mediados de los años '70, donde el límite va a estar dado por el fuerte crecimiento del valor del barril de petróleo, lo que va a provocar una suba generalizada de los precios por el carácter transversal en la economía de la energía. El problema de una inflación descontrolada hará que los sectores dominantes de nuestra sociedad propicien el retorno a la concepción liberal que no se podía bajar los precios si no era reduciendo el gasto público y ajustando la demanda, lo que por otro lado, demostró la dependencia de insumos del exterior y con ello el estrangulamiento del sector externo argentino, generando como consecuencias estancamiento e inflación.

En nuestro país y en mayor o menor medida en todo el sistema capitalista emergerá y se consolidará el neoliberalismo, es decir, la idea y el pretexto es que el problema es el Estado y si se reduce el tamaño de la burocracia pública y las atribuciones del Estado, se libera el capital, para lo cual flexibilizan el trabajo y dejan a los mercados libres para poder recuperar el crecimiento(José Alfredo Martínez de Hoz lo llamó “liberación de las fuerzas productivas”).

En los años '90, se aplicó en nuestro país una nueva vuelta del modelo ortodoxo con las siguientes características: tipo de cambio fijo, apertura indiscriminada, déficit fiscal estructural, lógica de endeudamiento creciente, liberalización financiera, modelo especulativo, gran flexibilización laboral, etc., el resultado fue la crisis de los años 2001-2002 y la cesación de pagos (default), una economía sin rumbo, con déficit gemelos (fiscal y comercial) y un nivel de desocupación y de pobreza como nunca se tuvo registro.

Tras el fracaso del neoliberalismo, en el país y en el mundo, comienza a recuperarse la idea de rol del Estado, dado que si en algún lugar del planeta el neoliberalismo hizo estragos fue en América Latina: profundizó su inequidad, desindustrializó, hizo perder las regulaciones laborales, y finalmente generó una muy alta tasa de exclusión, de desempleo y de distribución regresiva de los ingresos.

En ese contexto se podría decir que en casi todos los gobiernos latinoamericanos emergentes en la primera década del siglo XXI existió un cierto acuerdo en cuanto a la crítica y superación del modelo neoliberal, particularmente al Consenso de Washington, y, por lo menos en forma discursiva, una visión más favorable a lo que atañe a la dimensión social, a la inclusión y a la problemática productiva. Sin embargo, sabemos que sus políticas económicas para estas áreas no fueron idénticas.

Como dato estructural debe reconocerse la existencia de una fuerte restricción externa, fruto de la incapacidad de nuestras economías de poder sustituir importaciones estratégicas, a lo que se le suma las limitaciones de la integración regional, entonces se da el caso, como es el de la Argentina, que tomando un periodo largo (1980-2015) con diferentes gobiernos y de distinto tipo, por cada punto que crece el PIB, las importaciones crecen tres puntos, toda nuestra industria, de menor a mayor manera depende de máquinas, insumos y/o tecnologías externas, donde pesa, por un lado, la fuerte extranjerización de la conformación industrial, por ejemplo en el año 2012, de las 500 primeras empresas por volumen de facturación, 335 eran extranjeras; y, por otra parte, las importaciones energéticas que en conjunto limitaban (y limitan) seriamente la producción nacional.

Por lo tanto la restricción externa termina frenando el nivel de actividad interno, por lo que el determinante del crecimiento en nuestros países han sido los ciclos y las crisis ocasionadas por el atraso estructural de la capacidad de importar (y afrontar los demás compromisos externos), lo que derivó en una dinámica recurrente de stop and go que implicó una persistente volatilidad del producto y el empleo.

Para superar la restricción externa, se hubiera requerido incrementar y diversificar la sustitución de importaciones y la canasta exportadora con un sesgo a favor de la producción de bienes industriales no tradicionales, con mayor contenido tecnológico local, ya sean nuevas o aquellas que surgieran de internalizar procesos de la cadena productiva que actualmente se realizan en los países destino.

La primera y elemental visión de la problemática económica Argentina se refleja en el crecimiento de los precios internos, que al no ser acompañado por la depreciación cambiaria, provoca inflación en dólares y con ello un efecto de valorización de activos y de los costos.

Este fenómeno se debe a que el impulso de la demanda efectiva con el que se salió de la convertibilidad, no implicó un círculo completo de incremento de la inversión, sino que, fruto de la concentración económica y de poder de mercado, una parte importante salió del circuito (fuga de capitales) y por ende la oferta fue sistemáticamente menor que la demanda, lo que obviamente perjudica el frente comercial, favoreciendo la sustitución de producción local por importaciones y haciendo menos competitiva las exportaciones por el incremento de los costos (por ejemplo energéticos y combustibles), y generando severas distorsiones en la economía toda, por ejemplo la paradoja que los salarios promedios aparecen medidos en dólares más altos que los de la región, pero el poder adquisitivo de los mismos (por la suba de los precios internos) es menor, o el caso de la suba en dólares de las propiedades que encarecen su posibilidad de compra por parte de los asalariados, a la vez que encarece el alquiler de las mismas por la relación alquiler-valor de la propiedad, tanto personal como comercial.

La industria Argentina que en general había crecido en base a la utilización de la capacidad ociosa y en parte por las nuevas inversiones, como estas últimas no fueron suficientes y sumado al problema estructural de dependencia de insumos y de bienes de capital del exterior, hace que a pesar del muy fuerte aumento de las exportaciones de origen industrial (MOI), la industria como un todo muestra un desbalance comercial negativo de alrededor de 25.000 millones de dólares por año.

Según datos del Banco Central de la República Argentina (BCRA), entre los años 2005 y 2015 el giro de dividendos y la formación de activos en el exterior del sector privado osciló en torno a los 105 mil millones de dólares, por ende no debería llamar la atención que entre los mayores compradores de dólares para “atesoramiento” hayan estado muchos de los oligopolios fabriles que más aumentaron los precios y que se mostraron reticentes a la inversión. Tales los casos de, entre otros, Siderar (Grupo Techint, familia Rocca) Arcor (Pagani) y Ledesma (Blaquier) a través de sus titulares, como lo demuestra Alfredo Zaiat en su libro “Economía a Contramano” (Ed. Planeta - Año 2012).

En los primeros años del kirchnerismo se operaba con superávit gemelo (fiscal y comercial). Si a eso le sumamos una política de renegociación y quita del capital de la deuda, y que con el superávit fiscal se compraban las divisas obtenidas por el superávit comercial, todo ello en conjunto logró amortizar fuertemente la deuda pública externa. El superávit fiscal se obtenía a través de los impuestos al comercio exterior, como son las retenciones (derechos de exportación) a la venta de soja, aceite, pellets, petróleo, minerales, etc., que pagaban unas alícuotas entre el 23 y el 35%. Además, a través de la activación del mercado interno, los subsidios a los servicios y gastos energéticos que eran financiados por las retenciones.

En efecto, en pleno auge del modelo kirchnerista, por ejemplo año 2007, los subsidios fueron de $ 14.600 millones (a un dólar promedio de $ 3,10 significaban U$s 4.700 millones), y las retenciones sumaban unos U$s 7.000 millones, con lo que financiaban ampliamente dichos subsidios. Pero muerto Néstor Kirchner el 28/10/2010, la administración pública se desconfiguró, y se fue generando una fuerte inconsistencia ente la recaudación por retenciones y los subsidios, de manera tal que en el año 2015 los segundos ascendieron a $ 240.000 millones (unos U$s 21.000 millones), cuando la recaudación por retenciones del año 2015 fue de $ 75.000 millones (unos U$s 7.000 millones).

Ese déficit tuvo que ser financiado con mayor emisión monetaria, que sumado a que las Inversiones no crecieron al mismo ritmo que la Demanda Agregada y que las Importaciones, con lo que el Estado a través del mayor gasto público y el pago de los servicios de la deuda con Reservas del BCRA, trató de mantener el nivel de actividad, produciéndose un desfase entre Oferta y Demanda, causa estructural de la Inflación (financiada con la mayor emisión de dinero).

En el año 2013 era evidente que se estaban perdiendo reservas en el BCRA, como que se cerraba el año con un fuerte déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, así como era creciente el déficit fiscal, por lo que resultaba obvio que se necesitaba sofrenar las variables, pero el problema es el “cómo” y el “para qué” por un lado, y por el otro, quienes son lo que van a pagar el costo del ajuste, y cómo se sigue después, sabiendo que no hay ninguna experiencia histórica que demuestre un crecimiento sostenido y con inclusión liderado por empresas extranjeras y/o el capital financiero .

Pero la devaluación realizada por el propio gobierno a fines de enero 2014, y la suba de las tasas de interés para permitir que sea más rentable pasarse a pesos que quedarse en dólares, impacta negativamente sobre la economía y sobre los trabajadores.La combinación de devaluación y suba de la tasa de interés produce de hecho un aumento de los precios, y eso implica menores ventas y menor consumo, deteriorando el círculo virtuoso de expansión del mercado interno y crecimiento de la producción, claramente demostrado que en dólares (fruto de la devaluación) el PIB del año 2014 fue negativo (el primero del período kirchnerista).

El menor nivel de actividad impacta sobre el empleo, porque en la Argentina la relación entre crecimiento del PIB y la creación de puestos de trabajo es de por sí muy baja (estaba en torno del 0,22 por cada punto de crecimiento del PIB en el año 2013), por ende si encima el PIB se cae, arrastra con la caíd en la ocupación e inclusive el riesgo cierto de una recesión importante, y con ello no solo de que se dejen hacer horas extras, sino la de suspensión de días de trabajo, vacaciones anticipadas, y hasta despidos.

En lo que respecta al salario, por el teorema de Carlos Díaz Alejandro sabemos en nuestro país de la relación inversamente proporcional entre el poder adquisitivo de las remuneraciones al trabajo y el tipo de cambio, dado que consumimos el mismo bien que exportamos. No consumimos soja, pero la misma reemplazó física y geográficamente a otros cultivos, con lo que los mayores ingresos por caída dólar que traen de sus ventas afuera, implica un mayor encarecimiento de la canasta de alimentos.

La devaluación, el incremento de las tasas de interés, el aumento desmedido de precios por parte de grandes productores y los comerciantes, impactaron sobre el consumo de la población. El esquema de “Precios Cuidados”, para limitar remarcaciones abusivas, el aumento de jubilaciones y el anuncio del plan “Progresar” fue la respuesta del Gobierno de ese entonces para moderar la caída de demanda, pero, como lo demostró la historia, fue insuficiente

El final del Kirchnerismo en la gestión de Axel Kicillof como ministro de economía fue volver a las fuentes del sistema ortodoxo, para tratar de que lleguen capitales de afuera. Eso mismo fue lo que hizo que se le reconociera y se le pagara toda la deuda que pedía Repsol SA por las acciones que tenían de YPF SA; con la deuda con el Club de París; y reconocer sentando precedente, cinco juicios adversos del CIADI; para que fracase toda esa estrategia cuando la Corte Suprema de los EEUU se negó a tratar el caso argentino y convalidó el juicio contrario del Juez Thomas Griesa.

El “retorno” a los mercados de capitales demostró la “ingenuidad” del inexperto ministro y de su equipo, pero el principal error estuvo en que si no se cuenta con un plan de crecimiento sustentable, si no se sabe qué sectores se deben apuntalar para garantizar la producción y el trabajo nacional, entonces se queda a merced de los grandes capitales que vuelcan las medidas en su único beneficio.

Si solo nos quedamos en el corto plazo, morigerar un poco la tasa de interés para que no sea tan costoso el financiamiento de la producción y el consumo, y/o convalidar cierto aumento salarial, todo con el fin de no se caiga tanto la demanda, sin un mayor control de los precios, estos vuelven a subir más todavía, retrasando el tipo de cambio, por ende éste se vuelve a devaluar y se así se entró en una vorágine que ya hemos conocido desde la dictadura militar.

En síntesis, al perderse el superávit fiscal fruto del pago de los servicios de la deuda y la política de subsidios energéticos y de transporte, se incurre en la necesidad de una mayor emisión monetaria en forma persistente, con sus consabidos efectos sobre la inflación, y de ésta sobre el tipo de cambio atrasándolo.




El retorno del liberalismo

Pero la solución que le encontró la nueva propuesta neo liberal encabezada por el gobierno de Macri en la Argentina, fue la peor, que se refleja en el campo monetario en que teóricamente se autoimpusieron un crecimiento de la base monetaria que si bien fue muy menor a la inflación (la Base Monetaria que es la cantidad de dinero creado y puesto en circulación por el Banco Central de la República Argentina) del 5,9% en los primeros siete meses del año 2016, contra una inflación que la superó en más de seis veces; sin embargo observamos que a tasas desorbitantes, para julio de 2016 del 30,5% TEA para el plazo de 35 días, se inmovilizó dinero mediante, principalmente, Letras del BCRA (LEBAC) por el 93% de la Base Monetaria y al solo efecto de no tener implicancia monetaria, cuando en la gestión anterior la principal causa de inmovilización era financiar al Tesoro de la Nación (financiar el déficit fiscal).

La política monetaria del macrismo dirigida por Federico Sturzeneggerger era un persistente déficit cuasi-fiscal o déficit del BCRA acrecentado por las altas tasas que pagan las LEBAC, que si la anualizamos implican un costo de unos U$s 20.000 millones en el año 2016.

Ese déficit debe agregarse al cierre de las cuentas públicas que fueron deficitarias en el primer semestre de 2016. El Ministerio de Hacienda y Finanzas de la Nación presentó el resultado primario (antes del pago de la deuda) del primer semestre del año en curso, que demuestra palpablemente la incapacidad manifiesta de esta administración, que sin contar los ingresos (transferencias) del BCRA y de la ANSeS, el déficit (rojo fiscal, cuentas impagas) fue de $ 217.039 millones (unos U$s 14.000 millones), que es un 40% superior al rojo de enero-junio de 2015.

Quiere decir que la reimplantación del liberalismo en la Argentina con la asunción el 10 de diciembre de 2015 de la Presidencia de la República de Mauricio Macri, que llevó adelante una violenta e innecesaria devaluación de nuestra moneda, con quita o reducción de retenciones, lo que hizo caer en forma proporcional los salarios y el nivel de actividad interna, que incluso amplió la distorsión de los precios del país con los del resto del mundo y de la región en particular, dado que aún ahora y en promedio, el salario nominal en moneda dura es mayor que el de los países vecinos, pero los alimentos, los enseres personales, el alquiler, la ropa, los muebles, los artículos del hogar, el transporte, la energía, en fin el costo de la vida es mucho más caro, superando ampliamente el valor nominal de las remuneraciones al trabajo y por ende erosionando su capacidad adquisitiva (se gana nominalmente más –medido en cualquier moneda- que en la región, pero se vive peor), y esa es la súper ganancia que se apropian los grandes formadores de precios de este país.

La devaluación teóricamente disminuiría en términos reales la deuda pública en pesos, pero como el gobierno (Tesoro y BCRA) siguieron emitiendo títulos de deuda en pesos y en dólares, la deuda es mucho más grande con tendencia a convertirse nuevamente en un flagelo permanente de las cuentas públicas cuando deba pagarse su servicio (capital e interés).

Los únicos beneficiados del endeudamiento son los prestamistas y los bancos intermediarios, además de haber ganado fortuna con el cobro de los dólares futuros por la brutal devaluación que el gobierno de Macri realizó, aprovechándose que la administración anterior con el fin de asegurar el tipo de cambio, vendió a futuro con valores claramente menores a lo que la misma proyección de precios sugería.

La forma que tiene el macrismo para financiar parte del mismo déficit fiscal y cuasi-fiscal que generaron es a través del “blanqueo de capitales” y nuevo endeudamiento público.

Esto es, permiten aumentos siderales de las tarifas públicas, despiden gente (la grasa del Estado según el ministro Prat Gay) y el déficit fiscal es desproporcionado, y solo lo van a pagar en parte con el ingreso al erario público del “blanqueo” y deben además contraer nuevas deudas para hacerlo.

El modelo neo liberal ejecutado por el gobierno de Mauricio Macri distribuye regresivamente ingresos, expulsa gente del mercado de trabajo para que la desocupación abierta frene los incrementos salariales, y solo se puedan desarrollar aquellos emprendimientos productivos en que somos competitivos internacionalmente, que están fuertemente ligados a la tierra pero que no generan trabajo (cuántas horas hombres anuales significa la producción de la soja. O la extracción de oro, o del gas y del petróleo).

Todo esto busca consolidar un modelo de acumulación a favor del gran capital (nacional y extranjero). Posibilita la fuga de capitales, de allí que el 16 de diciembre de 2015 eliminaron el mal llamado “cepo” cambiario y permiten cada vez más y mayores compras de divisas a particulares y a empresas (que Argentino de a pie puede adquirir U$s 5.000.000.- por mes), generando una fuerte caída del consumo popular (y con ello del Producto Bruto Interno) y aumentan la desocupación y la marginalidad. Todo esto se encubre con un cada vez mayor endeudamiento, camino que, como se ha dicho y ha demostrado la historia de nuestro país, solo sirve para enriquecer a la minoría dominante, y a su vez los deja a ellos como únicos contactos y confiables al capital extranjeros para renovar esos créditos que se emplean mal y que no se necesitan.

Buenos Aires, 2 de agosto de 2016

*Economista especializado en temas fiscales y monetarios. Profesor de Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Ex Director de Políticas Macroeconómicas del Ministerio de Economía. Miembro de EPA (Economía Política para la Argentina).