La batalla cultural en su mejor momento Por Jorge Giles
El cuento de Augusto Monterroso decía: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Con apenas siete palabras es considerado el más célebre microrrelato en lengua española.
Hasta ahora.
Esta semana sin subtes, con el Hospital Borda violentado por la
Policía Metropolitana, con otros hospitales parados por demolición y con
la recurrente amenaza de más cierres de grados y escuelas públicas, se
provocó en Buenos Aires una sensación algo parecida a esa pesadilla.
Y aquel minicuento fue superado por este otro: “Y, viste cómo es Macri”.
Con estas cinco palabras los funcionarios macristas justificaron el
capricho del jefe del PRO para no hacerse cargo de gobernar la ciudad.Quien crea que el neoliberalismo está sepultado, sólo tendría que leer
las noticias que llegan de Europa para darse cuenta, irremediablemente,
de que esos intereses y los políticos que los representan aún andan por
aquellas lejanías y por estas cercanías.
Llevan las de ganar los que trabajan por una democracia inclusiva, en
tanto Macri y sus abonados dan batalla con categorías del siglo pasado,
mientras que el proyecto nacional, popular y democrático avanza a la par
de los vientos del nuevo siglo. Aun así no hay que descuidarse ni un
instante.
Para no perdernos en el laberinto al que convoca el fastidio colectivo
provocado por la desidia de Macri, ni ser presas fáciles de la andanada
mediática con que dispara y disparará Clarín y los grandes medios de
aquí hasta diciembre, es preciso ajustar las clavijas para un mejor
entendimiento.
¿Qué está ocurriendo ahora? Que la aplicación de la sintonía fina del
modelo gobernante está pasando el peine por todos los costados de la
realidad. “¿Por qué no lo hicieron antes?”, interpelan los opositores.
Porque antes no se podía y ahora sí. Es una primera respuesta. Pero una
segunda y más categórica es: ¿Y por qué no lo hicieron ustedes, los
opositores, cuando fueron gobierno? ¿O acaso salieron de un repollo?
De aquí en más el Estado invertirá en más Estado. Y eso provoca la
reacción de los viejos “ajustadores”, hoy devenidos en nuevos
“ajustados”.
Bonelli, por ejemplo.
Se dirá, y con razón, que eso viene sucediendo desde el 2003. Pero con
la sintonía fina, el Estado, después de un largo tiempo de responder
demandas, empieza a preguntarse por aquello que falta. Y el Estado se
pregunta por el transporte que consume, por el banco que resguarda sus
bienes, por las firmas que fabrican sus billetes, por el combustible que
insume en su transporte. El Estado se pregunta y al hacerlo pisa
callos. O descubre falencias en la propia gestión y las remedia sin
demoras. Por eso los funcionarios viajarán en Aerolíneas Argentinas, se
depositarán los sueldos y otros fondos públicos en el Banco Nación, se
pone en valor la Casa de Moneda y se carga nafta y gas en YPF.
El modelo sigue siendo previsible.
Sin ser reiterativos, pero con el ánimo de salir a la calle con
argumentos sólidos, diremos que este modelo cada vez que se encontró con
dificultades, de menor a mayor, las que quieran poner de ejemplos,
siempre optó por más inclusión social y por más ampliación de derechos.
Nunca fue para atrás. Siempre fue por hacer de lo público un espacio
virtuoso y liberador. Es una de las características esenciales del
modelo.
El neoliberalismo, en cambio, opta ante cada dificultad, por tomar
crédito en el mercado de capitales, o sea, endeudarse y en lugar de
ampliar derechos y alimentar el consumo, opta por el achicamiento de
gastos y el ajuste social.
La batalla cultural, en orden al espacio que eligió ocupar el gobierno,
el Estado y el proyecto político liderado por Cristina Fernández de
Kirchner, se libra sosteniendo la eficiencia de gestión desde un
pensamiento claramente integrador, productivo, inclusivo, abarcador,
reparador.
Decimos que es un buen momento para dirimir esta batalla, lejos de
cualquier campaña electoral, porque los proyectos en pugna están a cielo
abierto, en la vidriera, se muestran como son, descarnadamente. No
importará tanto la plataforma que los próximos candidatos presenten en
el futuro. Importará saber qué hicieron hoy, qué lugar ocuparon, qué
salida propusieron. En este contexto habrá que anotar el desempeño en la
gestión de cada gobierno para poder calificarlos en las urnas.
Pasen y vean.
Buenos Aires es una maqueta viviente de lo que son el neoliberalismo y la derecha criolla más ramplona.
El abandono de los subtes no sólo expresa una pésima gestión, una falta
absoluta de responsabilidad con los ciudadanos que están bajo su orbita
institucional. Expresa un desinterés total con lo público y con el
público, es decir, con todos los ciudadanos.
La insensibilidad social de Macri y el PRO se muestra en su más patético
delirio. Así son ellos, así piensan, así viven, así gobiernan.
La técnica comunicacional del monopolio que los protege sigue siendo la
misma: incendian la pradera y culpan de encender el fuego al
kirchnerismo. Y como ya no pueden salvarlo a Macri del desgaste,
arrastran virtualmente hasta el ring al Gobierno Nacional para hacerlo
compartir el cartel de “irresponsable”.
Mienten cuando exclaman en plural “son caprichos de los gobiernos”. Hay
un solo gobierno responsable del caos sufrido en Buenos Aires y es el de
Macri.
¿O pretenden que el Gobierno Nacional intervenga los subtes con la
Ciudad adentro? Bueno sería que todos insistamos, desde el lugar donde
nos puso la vida, que la batalla de fondo es entre dos proyectos en
pugna desde hace 200 años.
Y que la suerte de esa batalla definirá el país de los argentinos.
Sería una manera de unificar el pensamiento a veces fragmentado y
disperso por el bombardeo de Clarín y sus repetidoras. Porque lo que
aparece como “desconectado”, en verdad, son cuentas de un mismo collar
de hechos desestabilizadores.
La cadena nacional, en este sentido, sirve para orientar el rumbo,
revelar verdades y defender nuestra soberanía. Aunque distintas en su
textura, las cadenas que los criollos pusieron en 1845 en la Vuelta de
Obligado, sirvieron para lo mismo.