En mi opinión,
el debate debería empezar con un debate a fondo de los rasgos novedosos del sistema
mundial actual, provocados por la erosión del sistema anterior. Creo que
existen dos elementos nuevos, a saber:
1.
La erosión del Estado-nación centrado en sí mismo y la consiguiente
desaparición del vínculo entre la esfera de la reproducción y la de la
acumulación, que acompaña al debilitamiento del control político y social que
hasta el momento había sido determinado precisamente por las fronteras de ese
Estado-nación autocentrado.
2. La erosión de la gran factura entre un
centro industrializado y las regiones periféricas no industrializadas, es
paralela a la emergencia de nuevas dimensiones de polarización.
La
posición de un país en la jerarquía global viene definida por su capacidad para
competir en el mercado mundial. Aceptar esa evidencia no supone en modo alguno
compartir la opinión del economista burgués que considera que dicha posición se
debe al resultado de adoptar medidas racionales, una racionalidad -dicho sea de
paso- que se mide a partir de las denominadas "leyes objetivas del
mercado". Por el contrario, creo que dicha competitividad es un producto
complejo en el que confluyen múltiples factores económicos, políticos y
sociales. En esta lucha desigual, los centros usan lo que me gusta denominar
sus "cinco monopolios", monopolios que constituyen un desafío a la totalidad
de la teoría social. Dichos monopolios son:
1. Monopolio tecnológico.
Requiere
gastos enormes, que sólo un Estado poderoso y rico puede afrontar. Sin el apoyo
estatal, en particular a través de la inversión y gasto militar (algo que el
discurso liberal no menciona), la mayor parte de esos monopolios no podrían
perdurar.
2. Control de los mercados financieros
mundiales.
Dichos
monopolios poseen una eficacia sin precedentes merced a la liberalización de
las normas y reglas que gobiernan su establecimiento. Hasta hace poco, la mayor
parte de los ahorros de una nación sólo podía circular dentro del ámbito, en
gran medida nacional, de sus instituciones financieras. En la actualidad, estos
ahorros se gestionan de manera centralizada por instituciones cuyas operaciones
tienen un alcance mundial. Hablamos de capital financiero, es decir, del componente
más mundializado del capital y, sin embargo, la lógica de esa globalización de
las finanzas puede ponerse en un brete por la simple decisión política de optar
por la desconexión, aun si esa desconexión se limitara al dominio de las
transferencias financieras. Es más, creo que las directrices que rigen el libre
movimiento del capital financiero se han vuelto inservibles. Antaño el sistema
se basaba en la libre flotación de las divisas en el mercado (de acuerdo con la
teoría que sostienen que el dinero es una mercancía como cualquier otra) con el
dólar actuando de factor como moneda universal. No obstante, considerar el
dinero una simple mercancía no es una teoría científica y, por otro lado, la
posición preeminente del dólar sólo se debe a la falta de algo mejor. Una
moneda nacional no puede cumplir las funciones de algo mejor. Una monea
nacional no puede cumplir las funciones de una divisa internacional a menos que
exista una excedente de importaciones en el país cuya moneda sirve de divisa
internacional, lo que obliga a ajustes estructurales en otros países. Ese era
el caso de Gran Bretaña en el siglo XIX, pero no el de Estados Unidos en la actualidad,
que en realidad financia su déficit mediante préstamos que el resto del mundo
se ve obligado a aceptar. Ni tampoco es el caso de los competidores de Estados
Unidos: el excedente japonés (puesto que el alemán desapareció tras la
unificación en 1991) no basta para cubrir las necesidades financieras ocasionadas
por los ajustes estructuras de los demás. En estas condiciones, la
globalización financiera, lejos de ser un proceso "natural""
resulta ser algo permanentemente frágil. A corto plazo sólo conduce a una
inestabilidad permanente y no a la estabilidad necesaria para la actuación
eficiente de los procesos de ajuste.
3. Acceso monopolista a los
recursos naturales del planeta.
Los
peligros de la explotación indiscriminada de esos recursos adquieren ahora
naturaleza planetaria. El capitalismo, basado en una racionalidad a corto
plazo, no puede superar los peligros que conlleva ese comportamiento imprudente
e indiscriminado, por lo que acaba reforzando los monopolios de los países ya
desarrollados. La publicidad preocupación medioambiental de estos países se
limita a no permitir que otros sean tan irresponsables como ellos.
4. Monopolio de los medios de
comunicación.
Dicho
monopolio no sólo lleva a la uniformidad cultural, sino que abre la puerta a
nuevos medios de manipulación política. La expansión del mercado moderno de los
medios de comunicación constituye ya uno de los principales componentes de la
erosión de las prácticas democráticas en el propio Occidente.
5. Monopolio de las armas de
destrucción masiva.
Desafiado
y mantenido a raya merced a la bipolaridad de posguerra, el monopolio es una
vez más, como sucedió en 1945, posesión exclusiva de Estados Unidos. Aunque se
corre el riesgo de que la proliferación nuclear se descontrole, la
proliferación constituye, en ausencia de un control democrático internacional,
la única forma de luchar contra ese inaceptable monopolio estadounidense.
Estos
cinco monopolios, tomados en su conjunto, definen el marco en el que opera la
ley de valor mundializada. La ley del valor es la expresión abreviada de todas
estas condiciones y no la expresión de una racionalidad económica
"pura", objetiva. El condicionamiento de todos estos procesos anula
el impacto de la industrialización en las periferias, devalúa su trabajo productivo
y sobrevalora el supuesto valor agregado derivado de las actividades de los
nuevos monopolios de los que se beneficia el centro. El resultado final es una
nueva jerarquía, más desigual que ninguna de las anteriores, en la distribución
de los ingresos a escala mundial, que subordina las industrias de las periferias
y las reduce a la categoría de subcontratadas. Este es el nuevo fundamento de
la polarización, presagio de sus formas futuras.
UN
PROYECTO ALTERNATIVO Y HUMANISTA
DE
GLOBALIZACIÓN
Contrariamente
al discurso ideológico dominante, sostengo que la globalización a través del
mercado es una utopía reaccionaria. Debemos contrarrestarla mediante el
desarrollo de un proyecto humanista y alternativo de globalización, compatible
con una perspectiva socialista.
La realización
de ese proyecto implica construir un sistema político global que no esté al
servicio del mercado global, sino que defina sus parámetros tal como el
Estado-nación representó históricamente el marco social del mercado nacional y
no su mera área pasiva de desarrollo. Un sistema político global de ese tipo
tendría atribuciones en cada uno de estos cuatro campos:
1.
La organización del desarme mundial a
los niveles adecuados, liberando a la humanidad de la amenaza del holocausto
nuclear y de otros semejantes.
2.
La organización del acceso a los
recursos del planeta de manera igualitaria, de forma que hubiera cada vez menor
desigualdad. Debería generarse un proceso global de toma de decisiones que
incluyera una valoración (es decir, establecimiento de tarifas) de los
recursos, lo que obligaría a reducir las pérdidas y los residuos, y una
distribución más equitativa del valor y de los ingresos derivados de dichos
recursos. Tal cosa supondría también el inicio de un sistema fiscal
globalizado.
3.
La negociación de relaciones económicas
abiertas y flexibles entre las principales regiones del mundo, que en la
actualidad se encuentran desigualmente desarrolladas. De esta forma se reducirían
progresivamente los monopolios financieros y tecnológicos de los centros. Por supuesto,
tal cosa supone liquidar las instituciones que actualmente dirigen el mercado
mundial. (BM, FMI, GAT, OMC, etc.) y crear otros sistemas para gestionar la
economía global.
4-
El inicio de negociaciones para la correcta gestión de la dialéctica
mundial/nacional en las áreas de la comunicación, la cultura y la política.
Ello implica crear instituciones políticas que representen intereses sociales a
escala mundial, es decir, el inicio de un "Parlamento mundial" que
iría más allá de los mecanismos interestales del actual sistema de las Naciones
Unidas.