5 jun 2011

Lo que se hizo, lo que falta: una agenda de discusión




El último informe del Instituto Cifra valora las transformaciones iniciadas desde 2003 y permite debatir cómo profundizarlas.
Pasados en limpio, los datos de la recuperación económica iniciada desde el 2003, no sólo que impresionan sino que aparecen como indiscutibles: desde las cifras del crecimiento a las del llamado desendeudamiento, desde la creación de empleo a la solvencia fiscal, o desde la multiplicación de las exportaciones a la inversión que viene haciendo el Estado en políticas sociales. Al mismo tiempo, lo que revela ese mismo repaso es que hay mucho por hacer si se trata de “profundizar el modelo”, tanto ante el problema de la pobreza, como el del empleo en negro, el del salario real o la distribución de la riqueza. Con generosa abundancia de datos, estas conclusiones aparecen en el último informe de coyuntura elaborado por Cifra (Centro de Investigación y Formación de la República Argentina). Lo que sigue es un punteo con lo esencial del informe.
Tasas chinas. Entre 2002 y 2010 la economía exhibió uno de los niveles de crecimiento más elevado de la historia reciente: una tasa anual acumulativa del 7,6 por ciento. Según el Indec, en el 2010 la economía generó un 59,9 por ciento más de valor agregado que en el 2001 y un 106,8 más que en 1991. Entre 2001 y 2010 el PIB per cápita se expandió en un 44,7 por ciento. El PIB en dólares per cápita fue en el 2010 un 23,9 por ciento más elevado que el de 2001.
Los protagonistas del crecimiento. No se trata sólo de las tasas chinas, dice Cifra, sino de “un crecimiento diferencial a nivel sectorial con respecto a lo acontecido durante el régimen de convertibilidad”. “Los sectores productores de bienes, y en particular la industria manufacturera, lideraron el crecimiento. Mientras que durante la vigencia del régimen de convertibilidad la industria manufacturera se contrajo al 0,7 por ciento anual acumulativo, en el período posterior dicho sector se expandió a una tasa anual acumulativa del 8,1 por ciento”, un quiebre de la tendencia anterior “al desmantelamiento y reprimarización de la estructura productiva”.
• Mito 1. No es sólo la soja. Dice el informe: “La industria manufacturera y la construcción, que habían registrado una notoria contracción a lo largo del régimen de convertibilidad, lideraron la expansión económica desde el 2002. Si bien la producción agropecuaria se expandió a tasas que duplicaron la verificadas a lo largo del régimen de convertibilidad, presentó un desempeño inferior” al de los otros sectores.
• Mito 2. El campo es (toda) la Patria. El sector industrial explica el 56 por ciento del crecimiento 2002-2010 de los sectores productores de bienes. La producción agropecuaria creció al 4,2 por ciento anual. Su aporte al crecimiento global de la economía es sólo un 10 por ciento.
• Mito 3. No atraemos inversiones. La inversión bruta interna fija (Ibif) se expandió a una tasa anual acumulativa del 17,5 por ciento entre 2002 y 2010. En ese último año representó el 22,8 por ciento del PIB. Diez años antes promediaba sólo el 11,3. La Ibif fue en 2010 un 92,2 por ciento mayor que la registrada en promedio entre 1993 y 2001. Subrayados importantes que añaden los investigadores de Cifra: “El aumento de la inversión estuvo estrechamente asociado a la sensible elevación en la tasa de rentabilidad empresaria. Este último proceso implicó, a su vez, un techo a la mejora de la estructura distributiva”.
• Mito 4. A nuestros vecinos les va mejor. La tasa de crecimiento de Venezuela entre 2002 y 2010 fue del 4,6 por ciento. La de México 2,1. La de Uruguay 5,7. La de Chile 4, igual que la de Brasil. Con el 7,4 por ciento anual acumulativo, Argentina lideró en el período el crecimiento latinoamericano, casi duplicando a Brasil y Chile.
• Mito 5. El Estado se desmadró con el gasto. Entre 1992 y 2001 la cuenta corriente registró un saldo promedio deficitario de US$ 8.783 millones. Entre 2002-2010 hubo un saldo superavitario que promedió los US$ 6.886 millones. El superávit de cuenta corriente posibilitó un notorio incremento de las reservas del Banco Central, que pasaron de menos de US$ 10.000 millones a comienzos del 2002 a más US$ 52.000 millones a finales del año pasado. Estos resultados tienen evidente relación con el superávit comercial: entre 1992-2001 el saldo comercial tuvo un déficit promedio de US$ 3.769 millones. Entre 2002-2010 se pasó a un saldo superavitario que promedió los US$ 14.146 millones. Algo igualmente interesante sucede cuando se desgrana el incremento de las exportaciones: a las manufacturas de origen industrial (MOI) corresponde el 35,4 por ciento de lo que se vendó al exterior en el año 2010 y su peso en la canasta global creció 4,1 puntos respecto del 2001.
La baja de la deuda. Tras el estallido de la Convertibilidad el endeudamiento del sector público representaba casi el 150 por ciento del PBI. Hoy ronda el 44,6. Si no se incluye el endeudamiento con entidades del sector público, la proporción baja al 20,9.
Agenda de lo que falta. Contra todos estos datos de transformación, más otros muchos que hablan de solvencia fiscal, millones de empleos generados, baja del empleo no registrado o políticas activas del Estado en términos de inversión social, Cifra señala los desafíos a afrontar. Así, aunque se pasó del 49,2 por ciento de empleo no registrado a 35,7, esa proporción elevada es similar a la de los años ’90. De un modo parecido, los salarios reales del conjunto de los ocupados “mostraron una sensible recuperación” hasta el 2007, pero desde entonces “se incrementaron sólo levemente, en el marco de la aceleración en el ritmo de variación de los precios”, pese al crecimiento a tasas chinas. Les fue mejor a los trabajadores registrados: en 2010 “verificaron un nivel de ingresos 15 por ciento superior al vigente a fines del régimen de convertibilidad”.
Estos claroscuros en la recuperación del salario real explican en parte los límites de la participación de los asalariados en la distribución de la riqueza. Todavía hoy estos “apropian una porción inferior del ingreso que a comienzos de la década del noventa”. Los datos del informe de Cifra también reflejan “una notoria disminución de la pobreza y la indigencia entre los años 2003 y 2006”, pero esa recuperación fue declinando. El cálculo de Cifra es que hoy la pobreza alcanza al 22,9 por ciento de la población y la indigencia al 6,1. La Asignación Universal por Hijo sólo se traduce en una disminución parcial en ambas mediciones. Cabe aclarar que para establecer su cálculo sobre pobreza e indigencia, Cifra apela no a las cifras del Indec sino a una canasta más creíble elaborada en base a las estadísticas de la Eph-Indec, más el Índice de Precios al Consumidor de siete provincias.
El final del informe de Cifra sintetiza logros y límites para avanzar en las posibles discusiones que vengan. Lo que proponen los investigadores es sostener “políticas activas tendientes al desarrollo de la industria manufacturera, que independicen a este sector de la evolución del tipo de cambio”. También hablan de avanzar en “una reforma fiscal progresiva, la modificación de la Ley de Entidades Financieras, un nuevo marco regulador de las ART” y de “incrementar el impacto de la Asignación Universal por Hijo, a través de un aumento en el valor de la prestación y en el nivel de la cobertura”.
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