19 jun 2011

Ellos tienen la fuerza, nosotros el poder Javier Díez

No se trata solo de la fuerza o violencia del estado, la fuerza policial (o militar), por más que se vista de fuerza legítima porque sea legal. Las leyes las hace el parlamento, la justicia la maman todos los días bebés del pecho de madres tranquilas y alegres. La fuerza del estado no es más que el instrumento de una violencia más cotidiana, más imperceptible pues casi todos estamos sometidos a ella, a la violencia económica que padecemos los que solo tenemos nuestras manos o nuestra cabeza para sobrevivir y no nos queda más remedio que vender nuestro trabajo para ganarnos la vida, para evitar la miseria o la exclusión social. Frente a nosotros están los que se apropian de nuestro trabajo y viven a nuestra costa, amasando un capital cada vez mayor que volverá a comprar una y otra vez nuestro trabajo y seguirá acumulándose sobre nuestras vidas y las de nuestros hijos.

Pero bien mirado, precisamente este es nuestro poder, pues somos los que generamos la riqueza de la sociedad, somos los portadores del trabajo vivo, ellos son solo amasadores de trabajo muerto, de camposantos de capital. Si nosotros no trabajamos ellos desaparecen, y con ellos todas las instituciones que les mantienen.
No hay democracia real sin democracia económica, sin reparto justo de la riqueza que generamos entre todos y para todos.

Ellos tienen las armas, nosotros la palabra
Un orden injusto solo puede mantenerse con la violencia o la amenaza de la violencia. Un sistema económico que condena a la mayor parte de la población mundial a la miseria, para que unos pocos vivan en la abundancia, o que se come el mundo a bocados, cada vez más agotado, con mierda por todas partes, que nuestros hijos habrán de heredar, no puede mantenerse sino por la fuerza de las armas.
Unos ya intentaron luchar contra sus armas, y perdieron la batalla y sus vidas. Otros ganaron la batalla, tomaron el poder y perdieron el juicio cuando usaron las armas contra sus semejantes. Algunos que se creían más listos se metieron dentro del poder para cambiarlo poco a poco, pero solo les dejaron poner la mesa de los banquetes de los amos, y ahora se pelean por contar el chiste de sobremesa más gracioso para que el señor tenga una buena digestión.
¿Debemos dar la lucha por perdida?, ¿no hay nada que hacer contra este poder miserable y corrupto de los amos y sus políticos lacayos?.
El caso es que no podemos enfrentarnos al poder o tomarlo con la fuerza, pero podemos disolverlo, supliéndolo con el poder de la gente, de personas solidarias e iguales que se miran a los ojos cuando se hablan y construyen juntas un mundo con el poder de su inteligencia colectiva, con la pasión de sus corazones unidos en el afán de hacerse la vida más fácil y alegre. Nuestra condición perecedera ya nos da bastantes dolores como para traer más de la mano de la estupidez individualista o la competencia depredadora.

Ellos tienen miedo, nosotros construimos la esperanza
Su tiempo se acaba, su sistema está podrido, las crisis son cada vez más virulentas, su fiesta toca a su fin, y nosotros no queremos participar, tenemos nuestra propia fiesta.
Se enfadarán todavía más, intentarán golpearnos, son como martillos que se creen rodeados de clavos por todas partes, quizá enloquezcan antes de desaparecer, y nos harán aún más daño. Algunos de nosotros pereceremos pero otros vienen detrás, somos legión y guardamos un mundo nuevo en nuestros corazones, estamos preñados de esperanza y ya hemos salido de cuentas.
Solo falta la ocasión, ¿será esta vez?, ¿quizá la siguiente?, ¿sabremos provocarla mejor la próxima vez?.
Aprendemos de los errores de los que nos precedieron y de los nuestros propios, no somos perfectos ni lo queremos, nuestra propuesta es muy simple, la gente es buena si no se la trata mal, hay para todos a condición de que no cunda la avaricia, no queremos habitar cielos prometidos ni siquiera muertos, solo nos llama el aquí y ahora, contigo, fundidos con la tierra que nos sostiene, de la que solo somos inquilinos obligados a ceder el uso del planeta a quienes vendrán después.


Ellos son el pasado, nosotros el presente
Hagamos como si no estuvieran vigilándonos desde sus edificios enrocados, hagamos como si la policía que nos golpea solo fuera un dolor de muelas, hagamos aquí y ahora como si ellos ya no estuvieran.
El día a día da para hacer muchas cosas, sin duda que hay que resolver los problemas cotidianos, y quizá ello nos agote casi del todo, pero también tenemos que hacer un hueco al mundo que queremos construir, el mundo que anunciamos está bajo los adoquines y asoma por las juntas gastadas.
Mira a tu semejante, interésate por él, hablad de igual a igual, muchas grandes obras empezaron con una palabra amable, quizá un “qué tal estás” realmente interesado. Ofrece ayuda desinteresadamente, tarde o temprano recibirás el eco. No cedas a la desconfianza, ellos la promueven para tenernos separados, enfrentados, debilitados para manejarnos mejor.
Quizá poco a poco te des cuenta de que no necesitas comprar tantas cosas, quizá aprendas que no todo se compra con dinero, y menos las cosas más importantes como la alegría, la solidaridad o la calma. El dinero es la sangre de los amos del trabajo muerto, es nuestra sangre que corrió viva y roja por nuestras venas, la sangre que nos chupan y se vuelve negra en sus cuerpos sin vida propia.
Haz la prueba, hazte fuerte con nosotros, no tienes nada que perder, salvo tus ataduras.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=130710