9 dic 2010

Entrevista exclusiva de Iniciativa al economista del Plan Fénix Por David Bono

Ricardo Aronskind: “el Gobierno Nacional es, por sus intereses, una suerte de escudo protector frente a posibles experimentos más bien siniestros”.

Nos habló de la economía argentina, de la crisis internacional y del proceso de integración regional.
¿Qué opinión puede darnos sobre el período económico que comenzó en 2003, post convertibilidad y su marcha actual?
Este período empieza con modificaciones importantes con respecto al periodo anterior. Hablo de cambios en los precios relativos -en las tasas de ganancias de los distintos sectores de la economía-, de un muy fuerte ajuste fiscal y de un cambio dramático en relación al sector externo. Este nuevo panorama macroeconómico en relación a la década precedente tuvo dos aspectos que a mi me parecen positivos: por un lado, empiezan a ganar dinero sectores productivos, frente a sectores que ganaban en los noventa, y lo segundo es que es un modelo económico que no tiende necesariamente a la explosión -cosa que estaba implícita en las bases estructurales de la escuela de la convertibilidad-. Se crearon condiciones propicias para una expansión y se dieron resultados muy positivos como la generación de puestos de trabajo, la recuperación de cierta autonomía financiera de la esfera del sector público, e incluso, el hecho de que la economía argentina pudiera funcionar sin necesidad de endeudarse sistemáticamente a la par que reduce el endeudamiento externo. Son logros importantes desde el punto de vista de retomar un mayor grado de soberanía nacional y también mayores grados de autonomía del Estado.

Desde el punto de vista social, es importante que se hayan creado puestos de trabajo, pero en general no han sido de buena calidad. Por su parte, al inicio de la gestión, en 2003, se empezó con una situación distributiva peor que la de los años noventa, y eso progresivamente fue mejorando. En este sentido, la asignación universal por hijo de alguna forma admite que el funcionamiento del  libre mercado es incapaz de remover ciertos grados de pobreza estructural y de miseria que había en la Argentina. Por eso es bienvenido que surja una política pública tan contundente.
En suma, desde el 2003, ha habido avances desde el punto de vista de tener una economía capitalista más normal. Funcionó el esquema, pero hay que profundizarlo. Todavía debemos responder interrogantes como: ¿Qué clase de industria queremos tener? ¿Qué clase de actividad agropecuaria se quiere desarrollar? ¿Qué política energética? ¿Qué proyección en el largo plazo?
¿Cuál es su mirada acerca del proceso de integración regional?
Creo que se debe analizar desde dos planos. Por un lado, ha habido avances muy importantes materia política. Mejoró el clima político, el nivel de coordinación, el grado de confianza. Se ha creado un núcleo de países, cuyo centro, desde mi punto de vista, es Brasil. Me parece importante el desarrollo de un espacio de autonomía política regional que contrasta con la historia latinoamericana. Un claro ejemplo de dinámica política que ya no es válida es lo que se dio en 1962, cuando la OEA expulsó a Cuba. La batuta, en materia de diplomacia, ya no es norteamericana. Es un gran logro.
En materia económica, no soy tan optimista en cuanto a la integración regional. Se presentan deudas pendientes desde el punto de vista de la base económica concreta, del proceso de integración productiva. Incluso el desafío se da en relación a la necesidad de desarrollar políticas económicas regionales que den cuenta del momento que se vive a nivel internacional.  No podemos perder de vista el proceso de crecimiento de los países asiáticos. Surgieron con mucha fuerza, y si bien hay una decadencia relativa de Norteamérica y de Europa, la verdad es que América Latina es un continente muy desintegrado que ostenta las tasas más altas de  desigualdad. Se mantiene un nivel de intercambio con el resto del mundo mucho más fuerte que el nivel de desarrollo del mercado interno y regional. Hemos sido consumidos por años por el capital multinacional, con una burguesía regional de liderazgo escaso. Realmente queda mucha tarea pendiente en América Latina, en relación a un verdadero, rápido y efectivo proceso de integración.
¿Qué evaluación puede hacer de la Crisis Internacional surgida en 2008?
La crisis no está terminada en absoluto, es una crisis en la que sorprende la incerteza y la inoperancia con que está siendo manejada. Creo puede volver a presentarse un escenario como el de 2009. Hay elementos a nivel regional, nacional o subnacional, que se mantienen en condiciones sumamente precarias. Se presentan situaciones endebles de muchas economías en Europa del Este y en el Sur de Europa y el centro del desarrollo de Europa está pendiente de estos escenarios. Si se presentara, por ejemplo, la caída de algún país del este de Europa, repercutiría en la banca de Austria y de Italia. La interconexión es fuerte y hay muchos puntos precarios que no se han superado nada.
Al mismo tiempo se da una paradoja con respecto a esta crisis que fue muy rápidamente (mal) atacada, aunque atacada al fin. Se intentó provocar la sensación de que no era un problema real, no se exhibió suficientemente que el problema estaba en el mercado, en el sector privado. Hoy parece que los problemas fueron ocasionados por los Estados, lo que es un escándalo realmente. A diferencia de la crisis del ’30, que puso la brutal limitación de la economía de mercado, en esta crisis los estados son criticados por no hacer sus tareas correctamente, cosa que es increíble, después de ver donde surgió la crisis. Este es un problema que impide una visualización política, colectiva, de donde esta el mal, y por lo tanto se aleja la búsqueda de soluciones. De alguna forma la crisis estuvo, desde el punto de vista discursivo, en lo mal que funcionan las políticas públicas, los Estados, las demagogias, o los episodios de corruptela, como se habló en el caso de la crisis griega, cuando en realidad el problema es del capital financiero internacional, su falta de regulación, la abdicación del propio estado capitalista, de su capacidad de intervenir en la economía, la pérdida de autonomía del estado en relación a fracciones del capital. Esto está totalmente tapado por esta especie de cuestión política, donde los culpables terminan siendo los Rodríguez Zapatero.
¿Qué opina de la iniciativa de desarrollar el Banco del Sur?
La idea de crearlo surge en un momento muy positivo para América Latina en términos coyunturales. Fue cuando los precios de los commodities estaban muy altos y a todos nuestros países ingresaban una lluvia de dólares. Entonces surge con mucha dificultad la posibilidad de pensar en un banco que pueda tomar toda esta lluvia de dólares y las pueda canalizar hacia actividades interesantes, pero finalmente la motivación desaparece cuando cambia la coyuntura internacional. Se desactiva parcialmente y, creo, debería ser accionado de otra forma. Incluso en estas circunstancias habría que seguir haciendo un esfuerzo. Es ahí cuando se ven las limitaciones de la integración, que debería estar pensada en términos de necesidad. Su creación es impostergable y debe ser pensada en condiciones de independencia de los gobiernos locales.
¿Cuáles son sus perspectivas a futuro en los ámbitos nacional e internacional?
Es un ejercicio difícil de realizar por muchas cuestiones absolutamente imponderables de la crisis. Por ejemplo, yo no se si Estados Unidos, de continuar en crisis, y si esto afecta el clima político, en qué medida no va a empezar a desarrollar tendencias chauvinistas o proteccionistas. Incluso es esperable un discurso fuertemente anti-chino, que de hecho se vio en la última campaña electoral, y a su vez no se sabe cuál puede ser la reacción China, que por supuesto va a ser una reacción absolutamente soberana.
Yo veo un escenario internacional conflictivo, sin muchos márgenes de acuerdo. Las últimas reuniones del G-20 navegan en la intrascendencia, porque no quieren tocar absolutamente nada del orden internacional actual y entonces veo un escenario complicado y con repercusiones económicas tendientes a crear situaciones de proteccionismo, de falta de colaboración.
La guerra de monedas es una guerra por la demanda internacional y esto es una cosa absolutamente ridícula: seguir tratando de robarle demanda a los países vecinos, cuando lo que hay que hacer es expandir el mercado interno. En esto no terminan de ponerse de acuerdo y siguen con la misma partitura de hace treinta años. En ese marco, a mi me alegra mucho que se haya fortalecido un poco el gobierno nacional frente a la oposición de derecha. Lo que se ha mostrado desde estos sectores de derecha tiene que ver con volver a los noventa sin ningún argumento, y volver a los noventa en estas condiciones es exponerse a ser una especie de casino a la centésima potencia de todos estos países que están desesperados por importar, por exportar, por colocar capitales. Esto implica exponerse a un Cavallo al cuadrado. En ese sentido, el Gobierno Nacional es, por sus intereses, una suerte de escudo protector frente a posibles experimentos más bien siniestros. Es una situación en la que uno dice: o navego en algún cuadro del subdesarrollo desarrollista o me expongo a los procesos de disolución nacional implícitos en las políticas de la década del noventa. Es claro que este proyecto es bueno, ya que no te expone a desastres, más allá de las limitaciones que tiene. De todos modos, habría que redirigir la industria. Entre que las automotrices produzcan seiscientos mil autos al año o que se fundan, prefiero los seiscientos mil autos, pero me gustaría profundizar el transporte colectivo de pasajeros por ejemplo, pensar cosas estratégicamente.
Por ejemplo, los norteamericanos están pensando en todo un proceso de reconversión industrial, basados en la industria ecológicamente limpia y eso va a generar procesos proteccionistas. Así que habría que hacer cosas de este tipo, y no quedarse en los combustibles fósiles. Se deben implementar políticas que reorienten la producción y profundicen un modelo industrial de desarrollo.
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