18 nov 2010

Nuevas generaciones vs. Viejas verdades Por Daniel Wizenberg


El aluvión de nuevos jóvenes en la política de los últimos tiempos es un símbolo mucho más profundo que el de una simple renovación. Implica una fuerte corriente de discusión con lo establecido.

Si hay una definición que entusiasma para el cada vez más grande universo de jóvenes que se está (estamos) abalanzando sobre el hermoso río de la política argentina resignificandolo, indagándolo y defiendolo a la vez, es aquella que versa que le estamos poniendo fin al “fin de las ideologías”. Su génesis, está claro, no puede evitar alejarse de la coyuntura que se inicia en el 2003 y encuentra claros resortes en el 2008 con el debate sobre las retenciones, en el 2009 con la Ley de Medios y en el 2010 con la alegría del Bicentenario y la tristeza de la muerte de Kirchner.
 Su origen, en efecto, está en el espacio propio de los gestos radicalizados de la democracia, los que revuelven paradigmas y logran dejar en claro que no hay ni sociedades ni verdades suturadas, que hay espacio para la duda, para ser y hacer de otra forma, que hay, básicamente, (posibilidad de) libertad.
A veces, en momentos optimistas, uno puede sentir olor a gesta, a movimiento cohesionado e imparable pero otras veces también se puede percibir el desconcierto propio del caminante que aún con ánimos de seguir camino se sumerge en encrucijadas complicadas que demoran su andar. Son disyuntivas propias de quien está en movimiento. Y quien está en movimiento, atención, es alguien que decide apoyar un proyecto político determinado porque sabe que hacerlo es apuntalar un rumbo colectivo en el que irrenunciablemente él está inserto pero, fundamentalmente, es alguien que se mueve del casillero de verdad en el que nació sentado. Quien se mueve sin tibieza políticamente es quien decide pensar por su cuenta, saliendo de la quietud (“la juventud quieta es juventud muerta” decía José Ingenieros) propia de quienes hacen de su vida lo que reciben como mandato. Neruda escribió que muere “quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.” Muere, podría complementar Benedetti, quien “se salva” quedándose a un costado del camino.
Somos muchos, los que hoy tenemos entre 16 y 25 bañándonos en este río que antes sólo recibía la exigencia del “que se vayan todos.” Pero el río hoy está tan distinto que parece otro río y logra confirmar aquella famosa metáfora del devenir de la vida del filósofo Heráclito, cuando exclamó que “nadie se baña dos veces en el mismo río”. Siguen existiendo las aguas vivas, siguen habitándolo pequeños tiburones y pirañas y, sobre todo, sigue habiendo personas bañándose en él pero con el interés (propio o enajenado) de drenarlo lo máximo posible. Pero ese río, que a veces parece mar, hoy es un río más masivo y las pirañas se enfurecen cuando la multitud le quita espacio, los tiburones se aquietan cuando pierden recorrido y los que se bañan con intenciones de drenarlo no tienen más opción que disimularse entre los demás. Uno, cada vez lo nada más y se da cuenta que es un río complejo y paradójico, a veces se ve gente que nadie recuerda haberla visto sambullirse y sin embargo se muestra mojada, en la orilla.
Se perdieron este baño muchos de los que hoy tienen entre 25 y 45, fueron demasiados los devorados por las verdades del mercado y la vida con sentido unívocamente individual. Fueron años en los que el río estuvo vacío de pueblo y las verdades estaban (“las del poder” diría Focault) afirmadas en un modelo cultural que ahora se va resquebrajando, de a poco. La enfermedad de Alzheimer (EA), dicen los neurólogos, es una enfermedad de la vejez que se carateriza por un fuerte deterioro cognitivo, es decir por una perdida en la capacidad de ver la realidad. El modelo cultural “Shopping mall-Mirta Legrand-Susana Gimenez- Cris Morena- pizza con champagne” ya va quedando viejo ¿no tendrá también un incipiente EA?
Hay un número muy grande de jóvenes que se despabila y marcha. La cantidad que seamos es importante pero lo que definirá el recuerdo de nuestra generación en el futuro será la justicia que sepamos conseguir. O más bien, parafraseando a Jean Paul Sartre, lo que logremos hacer con lo que hicieron de nosotros.
http://www.elclubdelapolitica.com.ar/web/2010/11/nuevas-generaciones-vs-viejas-verdades/