19 oct 2010

Medios, gobierno y el poder en la región Por Carlos Raimundi Secretario General del Partido SÍ en Nuevo Encuentro.

Descolonización cultural
Una cultura alternativa debería cuestionarse la incompatibilidad entre un capitalismo traccionado por el afán ilimitado de consumo, y un mundo finito, con límites precisos de recursos naturales y energéticos disponibles.
A partir de la aparición de gobiernos populares, cierta audacia en la acción, mucha participación y a la vez soportando grandes escollos, los países de América Latina estamos tratando de salir de la “colonización cultural” en que estamos sumergidos y del “dominio del sentido”, que desde tiempos ancestrales operan los factores de poder. Un ejemplo que resulta gráfico lo constituye la diversa interpretación de la crisis internacional.
Acertadamente, en América del Sur hemos mantenido un nivel de actividad en nuestros mercados internos, gracias a la recuperación del papel del Estado y a políticas públicas que mucho distan del modelo neoliberal de los ’90, todo lo cual nos ha mantenido al margen del epicentro de la crisis.
Dicho en grandes números, el mundo tiene, aproximadamente, 6 mil millones de habitantes, de los cuales 4 mil millones viven bajo la línea de pobreza y 1000 millones de personas –seres humanos, no estadísticas– padecen hambre. Sin embargo, la sensación de crisis del capitalismo, el lenguaje de crisis, comienza con la caída del grupo Lehman Brothers.
Para el sistema de comunicación ortodoxo, el que nos impone el poder y que nos somete, hay crisis cuando cae un conglomerado financiero, y no cuando hay hambre en un planeta que produce el doble de calorías de las que en verdad necesita.
Hay muchas maneras de explicar la colonización del sentido común, el intento de cooptar y controlar el promedio del pensamiento mundial. Y se podría ensayar la siguiente: recordemos que tanto en los Estados Unidos como en España -que han sido dos puntos claves de esta crisis-, la caída irrumpe cuando se perfora la “burbuja inmobiliaria”. Esto es, créditos dados a gente común a la que se le hizo imposible pagarlos, por lo cual había que quitarles las casas.
Este estallido se produce por un crecimiento artificial del dinero, entendiendo el adjetivo “artificial” como un proceso de circulación exponencial de dinero en un circuito financiero escindido del mundo productivo, que se pudo separar precisamente porque el Estado no lo reguló.
Desde el momento que una política autónoma de las corporaciones no regula este llamado proceso de “financierización”, este se incrementa, estalla y cae. Inmediatamente, lo que el universo financiero reclama es “salvataje estatal”, auxilio proveniente de los fondos públicos.
¿A quién habían dejado sin casa?: A la gente. ¿De quién es el dinero del Estado que debe acudir en ayuda de los grupos financieros que no toleraban ser regulados? De la gente, de la misma gente que se había quedado sin su casa. No obstante, el sistema comunicacional “oficial”, el sistema de poder que domina las grandes cadenas de medios, no da cuenta de esto al procurar formar, como lo hace, el “sentido común”. De allí la expresión referida como “colonización cultural”, que pretende imponer el criterio de que vivimos en un mundo “globalizado”, que hay que profundizar los avances tecnológicos que permiten la comunicación en tiempo real y las grandiosas operaciones financieras online, cuando –en verdad– cinco sextas partes de la humanidad no tiene acceso a ello y, por lo tanto, no están globalizadas en términos de esa “totalidad” que inspira la palabra.
Una pregunta posible, entonces, es: ¿estamos ante una crisis financiera o ante una crisis de paradigmas de civilización? No parece tratarse de una crisis financiera. Si así fuera, con fórmulas correctas de política financiera podríamos sortearla.
Desde un planteo ortodoxo como el que surge de los gobiernos centrales, llegaríamos a concluir que el objetivo sería que las poblaciones más pobres de nuestro continente o del África lleguen a consumir como en Vancouver o en Copenhague. El problema es que, para ello, harían falta cinco planetas tierra en términos de recursos energéticos, y ello es de momento imposible. 
Una cultura alternativa, como la que es necesaria para salir de la actual colonización, debería cuestionarse la incompatibilidad entre un capitalismo traccionado por el afán ilimitado de consumo, y un mundo finito, con límites precisos en cuanto a la cantidad de recursos naturales y energéticos disponibles.
Es aquí donde se torna necesario un nuevo paradigma de distribución de la riqueza, de la igualdad, de un mayor equilibrio en la manera de concebir el mundo, nuevos paradigmas donde entran en juego conceptos tales como el desarrollo sustentable, las nuevas formas de consumo responsable, el comercio justo, el cooperativismo, las instituciones de la economía social, y donde América Latina tiene un papel importante a desempeñar en una etapa como esta.
Cuando hace 21 años cayó el Muro de Berlín, se vaticinaba un mensaje único con relación al sistema que prevalecería y al que el planeta entero debía alinearse: democracia liberal y economía de libre mercado. Pero, lo que en realidad ocurrió es que superada la contradicción que enfrentaba a las superpotencias y sometía al mundo subdesarrollado, y cuando el discurso oficial apuntaba a la unipolaridad, en lugar de terminarse las ideologías, en lugar de concluir la historia, salieron a la luz los conflictos más profundos que padecía la humanidad, y que están mucho más vinculados a la pobreza y la desigualdad.
Un ejemplo a escala regional lo constituye el Tratado de Libre Comercio entre México y los Estados Unidos, que se presentaba como la palanca para resolver los problemas de pobreza, y lo que hizo fue profundizarlos. Lo que “el sistema oficial” hizo, frente a ello, no fue invertir recursos en integración social sino levantar un muro para que los excluidos no puedan cruzar la frontera.
El proceso reveló las debilidades del sistema, y alentó la aparición de nuevos actores. El mundo no depende ya de un actor único y todopoderoso, sino que nuevos actores están clamando por un lugar en la mesa de las discusiones del poder mundial.
http://tiempo.elargentino.com/notas/medios-gobierno-y-poder-region