18 ago 2010

Las retenciones, otra vez Por Eduardo Luis Curia


Eduardo Luis Curia
Últimamente renació el debate acerca de las retenciones a las exportaciones. Los aspectos que atañen a la lógica de ellas siguen, en general, en estadio de confusión, tal como lo recuerda Aldo Ferrer en una nota en Buenos Aires Económico del 29 de julio de 2010.
Lo que ocurre es que las retenciones, aunque traduzcan un resorte en particular, poseen una proyección importante a nivel de la estrategia económica general. Varios flancos convergen en el asunto: lo referido a la asignación dinámica de los recursos productivos, lo concerniente a la esfera  fiscal y los elementos de carácter distributivo. De una manera u otra, con la necesaria ordenación al respecto, todos estos fenómenos hacen al tópico en cuestión. Pero también se debería incluir en la consideración la evolución concreta de las circunstancias. En rigor, los puntos que más se enfatizan en medio de la discusión son los de tenor fiscal y distributivo. Se asocia a las retenciones con el tema de la financiación o desfinanciación estatal y se arguye si ellas constituyen un buen o un mal impuesto. A su vez, se debate acerca de los perjudicados o beneficiados en términos de implicancias generadas en materia de riqueza-ingreso por imperio de esos expedientes. Justamente, a nuestro entender, estos rasgos, aunque presentes y no subestimables en la cuestión, son claramente inferiores en lo atinente a la justa evaluación de los citados mecanismos.

Precisamente, como señala Ferrer en la nota aludida, las retenciones tienen que ver, principalmente, con la ecuación estratégica de cara al desarrollo, en medio de una economía dotada de una estructura productiva aun desequilibrada, apuntando, asimismo, muy especialmente, a las chances efectivas para dar auténtico empleo productivo a la población. Dado este aspecto asignativo dinámico como premisa esencial, lo demás viene “por añadidura”. En realidad, las posturas dominantes en el debate, hacen justo al revés.

Multidimensionalidad. El tópico distributivo, en su acepción más habitual, y como se expresó antes, se agita enormemente al hablarse de las retenciones. En las dirigencias ruralistas, lo distributivo pasa por la “quita” que implicaría la aplicación de las retenciones a una rentabilidad que se percibe legítima.

Como reverso, están los terceros afectados por una reducción-anulación de las retenciones, fundamentalmente en los productos primarios. Productores del sector harinero, aviario y porcino recordaron recientemente una consecuencia sobre el particular: el contraer las retenciones granarias supondría el encarecimiento de un insumo-costo clave de las industrias, obligando al aumento de precios y a un deterioro de las remuneraciones reales populares. Por el otro lado, el ruralismo discute la incidencia de la cuestión en términos de costos. Es obvio que si aconteciera el daño de las remuneraciones populares, no habría que descartar pedidos de adecuaciones salariales y cosas así.
Otro ítem distributivo es el que se relacionó, sobre todo en ocasión del conflicto Gobierno-ruralismo del 2008 en torno de la resolución 125, con la identificación de la captación de recursos vía retenciones, en especial en un momento de gran florecimiento de los precios mundiales, con cierto gasto público ligado a finalidades sociales.

Esto nos lleva, de paso, a la otra esfera muy examinada: la fiscal. Aun dependiendo, en cada instante –en cuanto al mayor o menor grado de intensidad– de diversas circunstancias fluctuantes, es visible que actualmente las retenciones importan un “pedazo” vital de la recaudación fiscal. De allí el tópico de la financiación o desfinanciación. A su vez, opera la discusión si enfrentamos un impuesto adecuado o no. Por ejemplo: es un impuesto “rústico”, se alega, porque tiende a captar “ingresos en bruto”.

Priorizando conceptos. En verdad, el rol básico de las retenciones es conformar una dimensión importante de una concepción económica destinada a enfrentar, y a ir corrigiendo, la presencia de una estructura productiva desequilibrada, en la cual es indudable la ventaja estática –de fuente natural– a nivel competitivo mundial, que le cabe al sector agropecuario en general. Ese proceso de corrección es vital para aspirar a una integración productiva (industria-agro-servicios) con niveles en ascenso de valor agregado, erigiéndose, asimismo, en la única opción válida para responder al reto ocupacional productivo del país. Es relevante, en definitiva, que nuestras exportaciones reflejen esa dinámica de integración-diversificación.

Esa concepción o estrategia económica pro desarrollo tiene como eje de la matriz macroeconómica pertinente, al tipo de cambio competitivo sostenible, o “dólar alto”, como se decía apropiadamente unos años atrás. El nivel cambiario real que se asocia a esta impronta, y que otorga margen de maniobra al sector manufacturero es superior al propio “desequilibrio” del sector agropecuario –en virtud de la incidencia de la ventaja que se adujo arriba–, por lo que es enteramente plausible que se apliquen las retenciones a las exportaciones primarias. En sí, aquéllas “no sacan nada”; lo que hacen es compensar respecto del plus surgido.

Naturalmente, como derivación, opera una instancia de recaudación fiscal, aportada por las retenciones (incluyendo el mismo dólar alto, algo que se suele olvidar). Pero es una recaudación asociada a un criterio de gran prioridad asignativa-estratégica, lo que circunscribe palmariamente la discusión semántica sobre qué tipo de “tributo” se trata. Pensar, por lo demás, en un mecanismo “inverso”: vgr., se cobra impuestos a las ganancias, y después se subsidia a la industria, supone un jeroglífico operativo que no resiste el análisis. Y aun suponiendo que se compensara en su caso –puntualmente– la recaudación de las retenciones, ello sería incorrecto si acontece al precio de abandonar el tipo de cambio competitivo.

En el ámbito distributivo, también derivado, tal como se expresó antes, no se afecta una lógica rentabilidad de base. Claro, las retenciones impiden un encarecimiento específico de los “bienes salario”, dado el mayor nivel del tipo de cambio involucrado. Y respetando la teoría de la “enfermedad holandesa”, si los precios internacionales “se inflaran”, la captación fiscal posible de los “sobrerrecursos” no es para financiar ningún gasto de por sí, sino para trasvasarse en algún tipo de fondo o ahorro ad hoc.

Lo que se estuvo señalando alude a las premisas básicas de la cuestión de las retenciones, a nivel de los principios estratégicos primordiales. A partir de esta instancia, asúmase que, en los hechos, se han deslizado algunos matices y fisuras que molestan el armado conceptual.

Por ejemplo: quedó claro que las retenciones se justifican a pleno como eslabón de un esquema general centrado en el dólar –real– alto sostenido. Aquí es visible que, en la práctica, el criterio del dólar alto se viene destiñendo. Y el famoso tipo de cambio real multilateral que “construyó” Redrado en su momento, poco representativo en general, aplica aún menos en el caso de commodities, cuyo valor es directamente “en dólares”. Sin ese destiñe (y con algún mecanismo de descarga tributaria del costo de algún insumo), la cosa sería palmariamente más defendible.

Por otro lado, perdimos una gran oportunidad con la resolución 125. No en cuanto a su aprobación en sí, sino en virtud de que fuimos incapaces, “todos”, de negociar con éxito, adaptándola, la “pendiente” de la curva involucrada en el planteo, con lo que nos privamos de un mecanismo de adecuación automática de valores, atento a la evolución de los precios mundiales.

A la vez, no debe olvidarse que si bien toda esta temática concierne a la crucial “base de valor” de muchos y sensibles bienes, operan otros múltiples factores en las cadenas de valor respectivas, que concluyen incidiendo en los precios finales, fenómeno que no corresponde ignorar.

En realidad, el tema de las retenciones, vuelto a colocar sobre el tapete, funciona a la manera de un “núcleo” que, al desplegarse su contenido, nos remite a variadas facetas. Y, sobre todo, examinado el asunto correctamente, nos conduce a comprobar, aunque muchos no lo adviertan o hagan como que no lo advierten, que en el fondo gravitan opciones modélicas esenciales, más allá de lo “puramente” fiscal y distributivo, factores que fungen, sí, como elementos derivados de la problemática principal. 
http://www.elargentino.com/nota-103025-Las-retenciones-otra-vez.html