27 may 2010

El estrés de la Unión Europea, el euro y nosotros Por Eduardo Luis Curia

Eduardo Luis Curia La cuestión del estrés que afronta la Unión Europea –más allá del repunte económico en algunas de sus áreas–, motivada por la crisis griega, puede tener repercusión, entre otros planos, en el frente del euro. A su vez, este fenómeno, dependiendo de su tendencia dominante, puede disparar implicancias?atinentes a nuestro ámbito cambiario, donde transitamos un momento especial.
La problemática gira en torno de la dinámica de nuestro tipo de cambio real. Como se recordará, el cambio competitivo, afín al tipo de cambio real de equilibrio prode­sarrollo –TCRED– fue artífice de la fase de crecimiento acelerado del período 2003(2002)-2007. Y es requisito inexcusable para cualquier intento de retomar una instancia de este tenor.

En todo este asunto, los movimientos relativos de las demás divisas pesan. Tanto más según sea la forma de evaluarlos a la hora de precisar la situación del tipo de cambio real. En definitiva, aspectos como éstos influirán en el momento de fijar las políticas correspondientes.

En nuestro país se suele mencionar bastante al llamado tipo de cambio real multilateral –TCRM–, existiendo una serie temporal de este indicador, que fue creado por el Banco Central en el 2004, y que aún perdura. Nunca nos convenció este indicador. No tanto porque no quepa usar una categoría de ese tenor –en principio, es tan válida como otras–, sino por las deficiencias de su conformación –“su” canasta de monedas– y por la exagerada significación que se le adjudica en nuestro caso. Nos pareció en todo momento que oficiaba como un eufemismo vistoso destinado a echar un velo sobre una política que perdía convicción acerca del TCRED.
La referencia –el “numerario”– competitiva. Cuando se habla del TCRED, se alude a una referencia estratégica. Esto ocurre siempre. Si, por ejemplo, el cambio de equilibrio se libra a las fuerzas del mercado, aquí también opera una referencia estratégica. Que no será la neodesarrollista.

¿Dónde ubicamos esa referencia? Se trata en este punto de establecer un “numerario”: un factor ad hoc que actúa como una unidad de medida a la cual remitirse. Hemos sostenido que ese “numerario” se identifica con el valor promedio del tipo de cambio real inherente a los últimos meses del 2002 (un valor algo menor que el de picos extremos registrados en ese año). El dato interesante adicional es que en ese momento las series del TCRM y del tipo de cambio real bilateral con el dólar americano –el TCRBD– tendían a converger. Este nivel alto y convergente oficiaba, en hipótesis, como el “numerario” a respetar para preservar el TCRED.

Por supuesto, la divisa operativa por excelencia en el país, “manipulable” en su caso por la política, es el dólar. Y, por razones que mencionamos varias veces en estas páginas, el dólar debería contar en una eventual canasta de monedas de referencia con una presencia de base relevante (mucho mayor que la que posee en la canasta que se construyó).

En el seno de una estrategia de desarrollo, la perseverancia de las señales –por aquello de las “expectativas empresariales porfiadas” que exige el proceso de acumulación– es crucial, criterio que se aplica particularmente al TCRED. La concreción de esto pasaba por el mayor respeto posible del “numerario” antes aludido, donde “coincidían” las series de TCRM y de TCRBD.

No obstante, la tangible dinámica transcurrida en el tiempo, en su trazo grueso, pero nítido, marca la clara disociación entre las series. La del TCRM se defiende más en cuanto a la preservación del nivel competitivo; por el contrario, la del TCRED se degrada perceptiblemente. El estorbo es que el TCRM carga con las serias deficiencias constitutivas apuntadas. Incluso, en la serie del Banco Central, se usa como deflactor el índice de precios al consumidor del INDEC. Lo que, dado el déficit de credibilidad de este índice, arrima un óbice adicional. Es más realista, entonces, usar al respecto algún promedio de los costos salariales y de los de otro tenor. Naturalmente, este segundo deflactor marca un mayor ritmo de apreciación cambiaria real general.

El “numerario” en el tiempo: un ejemplo. Cabe aducir que la citada disociación de series fue permeabilizada en gran medida por la depreciación mundial del dólar verificada durante lapsos extendidos. Lo que empalmó tanto con una política cambiaria doméstica que tendió largamente a establecer un dólar nominal –la divisa “manipulable”– casi fijo (en un entorno relativo a los $3), como con el ritmo de la inflación efectiva interna. Sumando una participación prácticamente?insignificante del dólar en la canasta de monedas, el remate ha sido un TCRM que luce “brioso”, mientras que el TCRBD “se de­sinfla”.

¿Cómo era posible preservar seriamente el “numerario” o el nivel competitivo referencial? Hagamos un razonamiento ejemplificativo. Partiendo de ese nivel originario, y asumiendo la importancia del dólar como la divisa “manipulable” por parte de la política cambiaria y como componente clave de la operatoria comercial externa del país, se requería simplemente aplicar en el tiempo una fórmula apropiada de promedios móviles en “cualquier” canasta de monedas conformable. Es lo que llamamos el oportunismo competitivo prodesarrollo. Supóngase que el dólar se depreciara mundialmente; entonces, la incidencia del dólar en la hipotética canasta de monedas debía aumentar. Lo cual alertaría contra la inclinación a “dejar depreciar” internamente al dólar real respecto del peso, pretextando la buena posición del TCRM. Por el contrario, en tanto el dólar se apreciara mundialmente, aquella incidencia debía disminuir. Aquí, la señal de alerta aconsejaría una mayor depreciación real interna del peso respecto del dólar. Se toma así al TCRBD como el factor de base, y al TCRM como un resorte de corrección al margen.

Expresado en “blanco sobre negro”: la depreciación mundial del dólar que aconteció extendidamente no era argumento probo como para validar un curso doméstico sostenido de apreciación real del peso frente al dólar, apelando en el caso a la justificación de un TCRM, erigido en “la referencia” (competitiva) y, que supuestamente lucía “alineado”.

La problemática concreta, hoy. En rigor, lo dicho en la sección anterior no es más que un argumento hipotético o un pedazo de “historia contrafáctica”: algo que podía haber sido, pero que no fue. Lo que tenemos en concreto ahora es un TCRM, según la serie del Banco Central, que impresiona bien alineado (hasta habría mejorado en el tiempo), pero que hace dudar bastante en cuanto a su grado de representatividad. Por su lado, el TCRBD luce claramente apreciado respecto de su valor de “numerario” (con una leve oxigenación durante la crisis mundial, que luego se licuó), más aún aplicando un deflactor realista. Para sintetizar, usando una imagen que empleamos en otra nota: podemos contar aún con un nivel cambiario superior al deprimido de otros momentos, pero, ya “no sobran márgenes”.

Justamente, el dato de una incipiente mayor presencia en las góndolas de alimentos importados –no se trataría en el caso de meros productos “made in China”–, en gran parte, traduce la apreciación cambiaria en curso (también cabría reflexionar acerca del superávit comercial). Por su lado, una eventual medida muy discrecional (y “oficiosa”) de “prohibición de importaciones”, aunque sea comprensible a modo de una reacción defensiva de la producción nacional (con una incidencia inflacionaria relativa, puesto que, en el fondo, la inflación “viene de antes”), la misma se expone más intensamente al juego de denuncias y represalias. Esto, en medio de un clima mundial, probablemente, más exigente en el tema que el de la reciente crisis. Por lo demás, el problema que podría plantearse a determinada dinámica exportadora no resulta encarado.

Adicionalmente, en medio del “sambenito” motivado por la crisis griega y del consabido estrés de la Unión Europea, aun con paquetes contingentes mediante, no cabe descartar la confirmación de una cierta presión desvalorizante sobre el euro, y sobre otras monedas, con relación al dólar. Si tal fenómeno prosperara, ¡hasta podría resentirse el nivel cambiario registrado por el TCRM! Estaríamos, en el fondo, frente a un dato significativo, el que, en medio de las opciones macroeconómicas en danza, merecería una seria reflexión, en virtud de los márgenes acotados de los que se habló antes y del dilema cambiario que se perfila, al que abordamos en notas pasadas.
http://www.elargentino.com/nota-92432-El-estres-de-la-Union-Europea-el-euro-y-nosotros.html