Si algo pudimos comprobar durante la última semana es que nada permanece estanco en la política argentina; lo que se mostraba como señalando una tendencia sólida y aparentemente incontrastable se desmorona ofreciéndonos el panorama de un escenario que se modifica de manera acelerada y cargada de vertiginosidad. La tan mentada “oposición”, suerte de bloque todopoderoso dispuesto a cobrar las ganancias de su “triunfo” del 28 de junio, ese que tanto alababan algunos de los escribas del poder corporativo, se confundió a sí misma produciendo más la imagen de un cambalache que la de un grupo políticamente coherente. Como viudas despechadas y lacrimógenas, aquellos que habían apostado todo a la capacidad política de la oposición para doblegar al gobierno de Cristina Fernández, hoy sacan a relucir su “indignación contra tanta inoperancia y endeblez” de quienes, hasta hace pocos días, eran los héroes de los grandes medios de comunicación.
Su intento de ejecutar públicamente a Mercedes Marcó del Pont terminó exhibiendo las miserabilidades y las incoherencias de quienes se definen como la salvaguarda de la calidad institucional y como los heraldos de la República y no hacen otra cosa que desvirtuar el carácter de esas mismas instituciones; del mismo modo que jueces procesistas son los que en Mendoza intentan trabar la implementación de la ley de medios audiovisuales sin que ningún miembro de la oposición salga a denunciarlos. Y esto incluye también a aquellos sectores que se reclaman progresistas y de centro izquierda que han hecho poco y nada para diferenciarse de aquellos otros que graciosamente los incluyeron en el ahora agujereado grupo A.
Imagino el disgusto de muchos socialistas santafesinos cuando vieron las fotografías en las que el senador Giustiniani apareció con los Rodríguez Sáa, los Menem y los Reutemann a la par que avalaba la llegada a la presidencia de la comisión de legislación de una senadora muy próxima al Opus Dei. O también las dificultades que muchos simpatizantes de Proyecto Sur tendrán para explicar la beligerancia extrema de Pino Solanas (quien también se apresuró a denunciar a la Presidenta ante la justicia) o las diversas formas de complicidad que se fueron pergeñando a la hora de repartirse las comisiones en la Cámara de Diputados y de la que ellos fueron una parte activa. Nada más riesgoso que jugar con el fuego de los acuerdos con aquellos sectores que, tarde o temprano, terminarán por absorber a esos diputados progresistas en el interior de su ofensiva restauracionista.
Son cada vez menos los que siguen creyendo en el relato de la impostura del Gobierno ofrecido por los dirigentes de Proyecto Sur. La mayoría de sus militantes preferiría ejercer una saludable crítica por izquierda sin caer en esa lógica perversa de la ficción que en boca de Claudio Lozano o de Alcira Argumedo transforma al proyecto abierto el 25 de mayo del 2003 en una mera replica retóricamente aggiornada del menemismo neoliberal. A estas alturas ni ellos mismos pueden creer semejante disparate ni explicarles a sus bases por qué, si todo es una impostura y una farsa, las grandes corporaciones no buscan otra cosa que destituir al Gobierno.
Del mismo modo que tienen que hacer malabarismos argumentativos para justificar que la reestatización del sistema jubilatorio, el desendeudamiento del FMI y la colosal quita de deuda realizada durante la gestión de Kirchner, la recuperación de Aerolíneas Argentinas, la movilidad jubilatoria, la ley de medios, la fallida resolución 125 con su intento de imponer retenciones móviles que garantizara una apropiación de la renta extraordinaria de la producción sojera, los juicios a los represores, la asignación universal y la firme política en defensa del trabajo y del salario no son otra cosa que engaño para la gilada mientras se dedican a reproducir el modelo de los ‘90.
Una cosa es señalar las deficiencias, las contradicciones y los límites que pueden destacar en el Gobierno y otra muy distinta es abonar las intenciones de la derecha restauracionista que disfruta enormemente con la salva de argumentos que le ofrecen estos sectores que deberían estar ubicados en otro andarivel de la puja política. Mirar la historia para aprender de antiguos errores sigue siendo una regla básica para analizar las condiciones del presente y los lugares en los que es necesario ubicarse para no deslizarse hacia el vacío.
Lo que hizo, esta suerte de tienda de los milagros que es la llamada “oposición”, fue mostrar ante la opinión pública el espectáculo de sus mezquindades y de sus grandes contradicciones, recordándole a la sociedad, esa que dicen representar, que su capacidad de construir propuestas y de diseñar proyectos alternativos es equivalente a suma cero (siempre y cuando mantengan la estrategia de ocultarle a la población qué modelo de país desean, un modelo que causaría inmediatamente el espanto de gran parte de aquellos que les otorgaron sus votos en las últimas elecciones).
Una ofensiva brutal y desmesurada que se chocó de frente con esa alquimia de impudicia y debilidad que viene caracterizando el caminar zigzagueante y esperpéntico de esa misma oposición que no logra salir de su propio asombro ante las mutaciones sorprendentes del escenario político que acabaron por catapultar, a un altísimo nivel de consideración, a quien intentaron groseramente desprestigiar y desplazar de su lugar al frente del Banco Central. Una oposición cebada que se lanzó con las espadas desenvainadas para apropiarse de todas las comisiones en el Congreso de la Nación y que dando embestidas a ciegas, como creyendo que el tiempo del oficialismo ya estaba cumplido, se encuentra girando en el vacío de sus propias incoherencias mostrándole a la sociedad que el camino hacia las elecciones del 2011 es algo más arduo y complicado de lo que anunciaban a los cuatro vientos.
Pero también, en este movimiento vertiginoso de la escena política, las últimas semanas ofrecieron el espectáculo de cientos de miles de ciudadanos manifestándose y abriendo una brecha en el corazón de esa clase media supuestamente encolumnada con el antikirchnerismo más furioso. Como si algo todavía no desplegado en toda su dimensión hubiera comenzado a horadar el discurso único y monotemático de la corporación mediática; como si el hartazgo ante tanta visión catastrofista y ante una oposición que ofrece un rostro entre incoherente y espantoso, hubiera ido fisurando y agrietando el aparentemente sólido muro del sentido común.
Son señales, algunas más fuertes y otras más débiles, que todavía no alcanzan para mostrar un cambio decisivo en el humor social pero que ponen en evidencia que algo está sucediendo y que la monotonía opositora ya no encuentra un interlocutor dispuesto y acrítico entre la masa de la población. Tal vez estemos habitando un momento de inflexión, un tiempo en el que desde lo más profundo del pueblo comienzan a moverse esas fuerzas sin las cuales ningún proyecto de transformación puede terminar no sólo de consolidarse sino de profundizar su orientación reparatoria y popular. Así como la derecha está atenta y se preocupa ante estas señales también el kirchnerismo debería aprender de lo recorrido hasta ahora, de las falencias políticas y de los errores, para abrirse con generosidad ante estas demandas crecientes de participación y movilización que van buscando sus canales de expresión y de organización.
Lo cierto, es que atravesamos por una época cargada de intensidades y de desafíos; por un tiempo argentino que era muy difícil de imaginar apenas hace algunos años cuando vivíamos en la zozobra más absoluta y en la desmembración y la fragmentación social. El escenario es elocuente en su capacidad de mostrar nuevos actores y nuevas imágenes, como aquellas que enlazan el multitudinario acto en la cancha de Ferro, la movilización de miles de los seguidores de 6,7,8 en la Plaza de Mayo hace un par de viernes y las conmovedoras, por número, entusiasmo y participación juvenil, manifestaciones de repudio al golpe de marzo de 1976 y como testimonio de una gran parte del pueblo argentino que sigue exigiendo memoria, verdad y justicia contra cualquier intento de silenciamiento y de impunidad.
Acontecimientos que muestran que los incontables de la historia buscan, aunque sea con dificultades, su propia voz y su incontrastable vocación de defender los derechos adquiridos y recuperados en estos años abiertos en mayo de 2003.
http://www.elargentino.com/nota-84140-La-escena-politica-y-el-vertigo-de-los-cambios.html