20 feb 2010

Rehenes y rehenes Por ORLANDO BARONE

Cada tanto hay rehenes como los de hace dos días en una sala funeraria. O como aquellos del banco Río, del robo del siglo, cuyo juicio está en proceso. Rehenes mortales fueron muchos jóvenes de los años setenta cuyos genocidas están siendo juzgados.

Hay rehenes de injusticias económicas y de injusticias sociales. Son todas categorías de rehenes graves donde las víctimas toman conciencia instantáneamente. En los tiempos actuales el rango del rehén es más leve y metafórico: son rehenes los pasajeros de un subte parado entre los túneles; los automovilistas en caravana en una calle bloqueada; los usuarios a los que les cortan un servicio abruptamente; los turistas varados en un aeropuerto extranjero porque el vuelo se cancela. Hay rehenes de tamaño todavía más efímero e insignificante: los invitados a una reunión de la que no pueden irse; los que están acompañados en una cama de la que quisieran bajarse; o los que salieron de pic nic con el grupo equivocado del que no pueden zafarse. Ya con intención pulcramente periodística se les llama rehenes a los supuestos cautivos de un puntero político y a los intendentes débiles dependientes de la relación con los gobiernos centrales. Nada se dice de los grupos corporativos financieros, rehenes de su eterna naturaleza de tomar siemprefructíferos rehenes.
Tampoco se les llama rehenes a los periodistas que actúan en medios que los someten a un relato que deben repetir contrariando sus convicciones. También hay rehenes de la letra chica de un contrato, y políticos rehenes de las encuestas. No hablo de los rehenes del matrimonio porque son casos heroicos , voluntarios o resignados que ya descartaron el salvataje. Ser rehén de una pena de amor es más romántico y lo más corriente. Sobran rehenes de amores inolvidables y rehenes de amores olvidables que parecen inolvidables para seguir torturando al destinatario. Están los rehenes de una adicción o de un vicio. Y están los rehenes de su nostalgia a los que el porvenir nunca rescata. Entre nosotros hay muchos rehenes insatisfechos de insatisfacción; siempre insatisfechos de estar insatisfechos. No hay satisfacción que los libere. Ser rehén de la propia soledad también tiene sus fieles.

Hay un tipo de rehén de preocupaciones tan mínimas que viven preguntándose: por qué a ellos sí, y a mi no. Por qué a uno le cae la caca de una paloma en el hombro, a otro le cae un pétalo, a otro le cae un alud y a otro no le cae nada. Qué concepto el de rehén. No se nos ocurre- y ese es el milagro- de que somos rehenes de nosotros mismos. Que no hay forma de evitarlo ni siquiera interrumpiéndonos de 'motu proprio'.
Y aunque no se dice públicamente, el peor es aquel que se cree libre. Y lo presume mientras anda y le hacen ruido los grilletes. Es el rehén más triste: es insalvable.
Carta abierta leída por Orlando Barone el 18 de Febrero de 2010 en Radio del Plata.