30 dic 2009

De condenas al éxito y otros mitos urbanos Por Nicolás Tereschuk

Cuando la discusión política se lleva al ámbito de la política económica, suelen escucharse extraños eslóganes. Así, de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner se afirma desde algunos sectores que el crecimiento registrado se debió al contexto internacional. Y que los problemas que persisten son atribuibles a oportunidades “desperdiciadas”.

Se trata de un peculiar razonamiento que no otorga ningún tipo de mérito a las decisiones de política económica y que parece señalar que se hubieran obtenido similares resultados si el país se hubiera gobernado “solo” de 2003 a esta parte. En general, quienes aplican esta lógica según la cual los aciertos son potestad de la suerte y los errores sí son responsabilidad de los protagonistas, sólo la consideran válida en el caso de los gobiernos kirchneristas y no de otras gestiones. Eso para no contar a quienes evalúan verdaderos aciertos como errores y viceversa. La ideología también juega en la discusión sobre la cuestión económica.
La intención de Eduardo Duhalde de postularse una vez más a la Presidencia también alienta evaluaciones sin demasiado sustento sobre la política económica implementada entre enero de 2002 y mayo de 2003. El primero en echarlas a rodar es el propio ex presidente y su entorno.

Por ejemplo, Duhalde ha señalado varias veces que la devaluación que aplicó su gobierno “salvó al país”. A lo sumo, llegó a admitir cierta “desprolijidad”, pero envolvió la decisión de un “coraje” que, según su opinión, se requería en aquel momento. Las afirmaciones del ex presidente clausuran la discusión sobre el tema. Más allá de cierto consenso en cuanto a que la política de tipo de cambio alto significó un repunte en los niveles de actividad, la forma en que se llevó adelante la devaluación, los niveles que alcanzó la depreciación del peso y las consecuencias de la medida ameritan mucho más debate que la que propone Duhalde, bajo el paraguas del mito del “piloto de tormentas”.

LOS BENEFICIARIOS. En su libro Empleo y Salarios en la Argentina, Nicolás Arceo, Ana Paula Monsalvo, Martín Schorr y Andrés Wainer, destacaron que “la devaluación, por su magnitud, implicó una significativa transferencia de recursos desde los trabajadores hacia los capitalistas: en el período 2001-2005 la participación de los capitalistas en el producto se incrementó en casi seis puntos porcentuales, agudizándose la ya de por sí inequitativa distribución del ingreso existente en nuestro país en la década pasada”.

Los autores evaluaron que las medidas avaladas por Duhalde provocaron en 2002 una caída de los costos laborales en la industria manufacturera –la incidencia de los salarios en el precio final del bien– del 35,7 por ciento. “Los salarios reales recién comenzaron a recuperarse hacia finales de 2003, impulsados fundamentalmente por la política oficial de ingresos (básicamente: los incrementos de suma fija en los sueldos del sector privado y las subas del salario mínimo, que se articularon con un cierto dinamismo en materia de negociaciones colectivas en diferentes sectores económicos), aunque incluso así en 2006 los mismos no habían logrado recuperar la totalidad de lo perdido por la devaluación”, sostuvieron.

Así como hubo perjudicados por la maxidevaluación, también hubo empresarios muy agradecidos. Para Schorr y Wainer, en su trabajo “Argentina: ¿muerte y resurrección?”, publicada en la revista Realidad Económica, “los principales beneficiados por el nuevo ‘modelo’ han sido los grupos económicos nacionales más relevantes y numerosos conglomerados y grandes firmas de origen foráneo que, a favor de una importante presencia en el ámbito fabril (sobre todo en las ramas de mayor gravitación dentro del espectro manufacturero local) y en el sector primario (agro, petróleo y derivados, minería), constituyen el núcleo de la oferta exportadora de la Argentina”.

DESDE EL FONDO. Otro aspecto discutible sobre la imagen que quiere irradiar Duhalde en cuanto a sus ideas económicas es cierta pátina de nacionalismo y apoyo a la economía “productiva” por sobre la “especulativa”. Algo que no dice el ex presidente es que durante su gobierno decidió seguir recomendaciones de la desprestigiada burocracia del FMI, aun en medio de una crisis que de por sí demostraba la inutilidad de las recetas que provenían de Washington. Las presiones para pasar de la paridad fija de 1,40 pesos por dólar que marcaba la Ley de Emergencia Pública y Reforma del Régimen Cambiario (25.561) a la libre flotación cambiaria –lo que hizo patente una devaluación que hizo llegar la cotización del dólar a cuatro pesos– provino, entre otros actores, del Fondo.

Otro episodio muy recordado fue la derogación de la Ley de Subversión Económica, a fines de mayo de 2002, como parte de un proyecto impulsado por el gobierno de Duhalde por pedido expreso del FMI. Tal era el convencimiento del ex gobernador bonaerense con la iniciativa exigida por el Fondo que, luego de una dramática sesión del Senado en la que se concretó la medida, sostuvo en declaraciones periodísticas al diario La Nación que si no hubiera logrado el objetivo no se habría quedado “un minuto más en el Gobierno”.

Como cualquier aspirante a candidato, Duhalde trata de forjar una imagen pública determinada. Una que habla de un dirigente abierto a los consensos, dueño de sus decisiones, impulsor del nacionalismo económico y con conciencia social. Será cuestión de contrastar esa visión con los hechos concretos y la memoria colectiva para analizar qué hay de cierto en esa visión, aunque no sea una tarea simple. Después de todo, fue el propio ex presidente quien trató de convencernos al mismo tiempo de que la Argentina está “condenada al éxito”, aunque tenga “una dirigencia de mierda”.
Nicolás Tereschuk Politólogo - Coeditor de Artepolitica.com
http://www.elargentino.com/nota-71859-De-condenas-al-exito-y-otros-mitos-urbanos.html