27 nov 2009

Crisis global II: Las tendencias de la etapa (Parte IV - Final) Por Claudio Katz


Competencia y ciclos

La intensificación de la competencia entre grandes corporaciones transnacionales es otro rasgo de la etapa neoliberal. La concurrencia histórica inicial entre pequeñas compañías y la rivalidad posterior entre colosos nacionales ha sido actualmente complementada por una lucha entre firmas que operan a nivel global. La nueva envergadura de los actores en disputa intensifica significativamente la magnitud de las crisis. El volumen de excedentes invendibles observados durante la eclosión del 2008-9 es ilustrativo de esta creciente escala.
En el plano financiero esta dimensión de los concurrentes amplía el espesor de los capitales sobre-acumulados. Por esa razón, la rivalidad que entablaron los bancos por colocar préstamos y acaparar negocios de alto riesgo supera todo lo conocido. La competencia despiadada en este terreno ha continuado luego del estallido, mediante compras y fusiones de entidades que incrementan la centralización del capital.
Esta competencia expresa la dinámica turbulenta que siempre ha caracterizado a la acumulación. El capitalismo opera a través de giros ascendentes y descendentes del nivel de actividad, que dificultan la preeminencia de prolongados estadios de estancamiento.
Sin embargo, muchas caracterizaciones resaltan esta última parálisis cómo un dato de la economía contemporánea. Con esta visión presentan una imagen errónea del sistema, que a su vez refuerza la interpretación de la eclosión reciente, cómo un arrastre de los años 70. En este caso se asocia la última crisis con una agonía perdurable de la acumulación, olvidando que el capitalismo no languidece en el inmovilismo. Al contrario, es un sistema sometido a las contradicciones que genera el crecimiento turbulento.
Muchos enfoques que resaltan la preeminencia del estancamiento, atribuyen esta tendencia a la gravitación alcanzada por los monopolios. Consideran que la presencia de estos grupos reduce la inversión, el riesgo y la innovación, permitiendo a las empresas obtener ganancias estables, mediante la manipulación de los mercados, la concertación de los precios y el acaparamiento de las rentas financieras. (20)
Pero un funcionamiento de este tipo no es muy compatible con la dinámica de un sistema asentado en la concurrencia por beneficios surgidos de la explotación. Lo que diferencia al capitalismo de todos los regímenes sociales precedentes es esta pugna irrefrenable entre los empresarios. Las firmas batallan por reducir costos y aumentar la productividad, mediante inversiones que generan variaciones imprevistas de los precios y situaciones periódicas de quiebra.
La preeminencia de la competencia impide estabilizar monopolios únicos y dominantes en cada actividad. Siempre hay por lo menos dos concurrentes que disputan algún mercado. Esta rivalidad erosiona el mantenimiento de precios comunes y estables. Si el capitalismo pudiera recrearse con acuerdos entre grandes compañías, también lograría disipar las crisis, aligerando excedentes mediante algún reparto consensuado del crédito o las áreas de venta. La dinámica de la acumulación impide esta coordinación y desata crisis de gran alcance.
El ritmo de esas convulsiones constituye una incógnita de la etapa. La secuencia del en Estados Unidos (1981-82, 1991-92, 2001, 2009) ha influido significativamente sobre las fluctuaciones de la economía global y sobre los momentos de picos de situaciones de sobreproducción o sobre-acumulación. Partiendo de este impacto, algunos analistas han retomado la evaluación de la temporalidad del ciclo, asignando determinación tecnológica o variada a ese movimiento (comportamiento de los salarios, consumo de los sectores no productivos, precios de las materias primas, desproporcionalidades). (21)
Pero otras visiones cuestionan la propia vigencia del ciclo en el capitalismo contemporáneo. Estiman que esas fluctuaciones sólo operaron durante el auge de ese régimen social y han perdido relevancia en su decadencia. (22)
Este enfoque no indica cuál sería la conexión existente entre los movimientos cortos y la evolución histórica del capitalismo. Las fluctuaciones son tan inherentes al capitalismo cómo la sucesión de las crisis. Los colapsos siempre irrumpen entre fases de ascenso y descenso económico. Si estas oscilaciones hubieran quedado reemplazadas por crisis permanentes, resultaría imposible diferenciar estos estallidos de cualquier otra circunstancia de la vida económica. No habría forma de evaluar la aparición de estos episodios cómo acontecimientos específicos. Lo que permite distinguirlos es la subsistencia de los ciclos.
En los hechos, ningún investigador confunde el análisis de la crisis, con el desenvolvimiento corriente del capitalismo. En general, evalúan estas disrupciones cómo contrapartes de la prosperidad, la reactivación o el crecimiento. En la eclosión del 2008-09 se ha verificado claramente la persistencia de ambos procesos. Todos los ingredientes de la crisis salieron a la superficie (pánico bursátil, insolvencia bancaria, quebranto industrial), al concluir una fluctuación del ciclo (marcha ascendente de los negocios y auge de ganancias antes del temblor).
La persistencia de ambos fenómenos es una necesidad del capital para su reproducción. Este régimen se basa en la extracción de plusvalía, la centralidad de la competencia y la pugna por el beneficio. Pero necesita digerir sucesivos procesos de valorización y desvalorización del capital, a través de oscilaciones periódicas. Estos vaivenes se encuentran insertos en la estructura genética de la acumulación.
Ondas largas
Una diferencia importante de la etapa neoliberal con sus precedentes de entre-guerra o posguerra es la ausencia de un correlato nítido con fases de estancamiento o crecimiento de largo plazo. Mientras que las transformaciones cualitativas que caracterizan al período en curso están a la vista, la dinámica cuantitativa del nivel de actividad no presenta signos claros.
Los cambios registrados en el primer terreno son incuestionables. El modelo actual ha incorporado formas de consumo más segmentadas, normas de producción globalizadas y tipos de comercio más liberalizados. También las finanzas han sido des-reguladas, la competencia se desenvuelve entre empresas transnacionales y las protecciones sociales del estado han perdido gravitación.
Pero estas transformaciones no se proyectan al ritmo de actividad. Resulta difícil definir el perfil de la etapa en términos de intensidad o quietismo productivo. No se ha repetido la tónica depresiva de 1914-1945, ni la pujanza de 1945-75.
En las últimas décadas la economía mundial se distanció del comportamiento relativamente homogéneo que mantuvo en los períodos precedentes. Han coexistido situaciones muy variadas, como el estancamiento de Europa, el ascenso y recaída de Japón, los vaivenes de Estados Unidos, el despegue asiático y la regresión de la periferia. ¿Cuáles son los patrones de esa evolución?
Una minoría de partidarios del esquema de ciclos largos de Kondratieff postula la vigencia de una onda ascendente. Consideran que esa tónica se ha estabilizado por el efecto combinado de tasas de beneficios elevadas e intensa innovación tecnológica. Estiman que un ajuste recesivo corto (1974- 1982) fue seguido por cierta indeterminación, que a mitad de los 90 desembocó en el debut de una fase expansiva. (23)
En la vereda opuesta se ubican quiénes resaltan la persistencia de un curso descendente desde los años 70, que atribuyen a la ausencia de una potencia hegemónica, capaz de timonear el crecimiento global. Pronostican un contexto de caos geopolítico que se prolongaría durante dos décadas. (24)
Ambos enfoques toman distancia de la temporalidad clásica de ondas sucesivas de distintos signo cada dos o tres décadas. Cómo esta secuencia ha quedado claramente vulnerada, otros analistas estiman que los ciclos largos han perdido utilidad para evaluar el capitalismo actual.
Pero desechando la indagación de los movimientos extendidos se renuncia a un instrumento importante para comprender el período en curso. La temporalidad de las fluctuaciones prolongadas siempre ha dependido de las singularidades de cada etapa histórica. Estas peculiaridades han quedado signadas en la actualidad por la mundialización neoliberal. Es muy probable que el avance cualitativo de la internacionalización comercial, financiera y productiva opere como el factor contemporáneo más condicionante de esas fases, a través de su impacto sobre tasas de ganancia, que también se han globalizado parcialmente.
En cualquier caso, estas incógnitas no serán resueltas recurriendo al viejo contaste de la etapa actual con el boom de posguerra. Esta contraposición universaliza una época específica, cómo patrón general de desenvolvimiento capitalista y olvida que los años 50 y 60 solo incluyen un pequeño recorte de la historia de este sistema.
El auge de 1896-1914 que sucedió a la crisis de 1873-96 ofrece incluso pistas de mayor interés para develar el curso reciente. Fue un período con varios ingredientes próximos a la época actual (deflación, libre-comercio, internacionalización, liberalismo), que registró una fase de expansión mediana (19 años) y no abarcó a todos los países.
La interpretación marxista de las ondas largas ofrece un punto de partida más sólido para indagar la dinámica actual de estas fluctuaciones. Esta visión siempre mantuvo cierta distancia crítica hacia la periodización fija, al explicar el debut de cada movimiento largo por el desenlace de la lucha de clases. Este esquema se aleja de las cronologías estrictas, desde el momento que la confrontación clasista opera como determinante extra-económico de la tasa de ganancia, que a su vez define el inicio de una onda larga. (25)
Pero una aplicación de ese criterio plantea serios desafíos, ya que su diagnóstico se ubicaría más próximo a una onda ascendente que a un declive. Los dos presupuestos de esa mirada para la fase expansiva -un shock político exógeno favorable al capital y una recuperación estructural de la rentabilidad- se han verificado en las últimas décadas. Con el colapso de la URSS y la restauración burguesa en China, el capitalismo se generalizó a todo el planeta y la tasa de ganancia ha registrado una nítida recomposición.
La tónica actual del movimiento largo persiste cómo un problema irresuelto, pero dentro de una nueva etapa neoliberal de contundentes contornos. Seguramente el análisis de la crisis contribuirá a resolver esta asignatura pendiente, mediante estudios del impacto regionales y las causas de la crisis. En los próximos textos abordamos ambos problemas, evaluando el efecto del temblor en América Latina y analizando las discusiones teóricas marxistas sobre el origen de la eclosión.
Ver también:
- Crisis global II: Las tendencias de la etapa (Parte III)
- Crisis global II: Las tendencias de la etapa (Parte II)
- Crisis global II: Las tendencias de la etapa (Parte I)
Notas:
20) Brenner Robert, “Un análisis histórico-económico de la actual crisis”. Sin Permiso, 22-2-09. Brenner Robert, Una crisis devastadora, Against the Current n 132, enero-febrero 2008
21) Foster John Bellamy, Magdoff Fred, “Financial implosion and stagnation”, Monthly Review, vol 60, n 7, December 2008.
22) Martins sugiere el primer determinante y Astarita subraya la incidencia de los segundos componentes. Martins Carlos Eduardo. “Los impasses de la hegemonía de Estados Unidos”. Crisis de hegemonía de Estados Unidos. Siglo XXI, México, 2007. Astarita Rolando, El capitalismo roto, La linterna sorda, Madrid, 2009 (cap 3).
23) Beinstein Jorge, “Las crisis en la era senil del capitalismo” El Viejo Topo 253, 2009, Madrid.
24) Dos Santos Theotonio. “El renacimiento del desarrollo”. Oikos, n 1, año 9, 1 er semestre 2005.
25) Wallerstein Inmanuel, “Entrevista”, www.diagonalperiodico.net, 22-2-09, Wallerstein Immanuel Capitalismo histórico y movimientos anti-sistémicos: un análisis de sistemas – mundo, 2004, Akal, Madrid, (cap 28).
26) Mandel Ernest, Long waves of capitalist development, Verso, London, 1995.

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http://www.argenpress.info/2009/11/crisis-global-ii-las-tendencias-de-la_27.html