27 nov 2009

Crisis global II: Las tendencias de la etapa (Parte III) Por Claudio Katz


Empobrecimiento de la periferia

La crisis global acentúa las tragedias sociales del Tercer Mundo. A diferencia de las economías medianas, los países situados en la periferia clásica han soportado el impacto brutal de la recesión. Los ingresos de estas naciones de África, Asia y América Latina han quedado muy recortados por la caída de las exportaciones, la reducción de las remesas y la disminución de la ayuda internacional. Pero lo más grave es la dramática expansión del hambre que genera el encarecimiento de los alimentos.
Los precios de estos productos subieron un 83% entre el 2005 y el 2008. Antes del estallido financiero (marzo 2007-2008), el trigo repuntó 130%, la soja 87%, el arroz 74% y el maíz 53%. Estos aumentos parecían detenerse con la deflación que impuso la recesión mundial, pero entre septiembre (2008) y junio (2009) la carestía reapareció con fuerza. El flagelo del hambre afecta a una sexta parte de la población mundial (1020 millones de personas) y la desnutrición se incrementó un 9% el año pasado. (14)
Esta tragedia social de los pueblos periféricos beneficia directamente a las empresas transnacionales que operan en sector de la alimentación. El mismo rédito es ambicionado por varias clases dominantes agro-exportadoras de la semiperiferia. Especialmente los capitalistas de Argentina o Brasil lucran con la hambruna y celebran la carestía de los alimentos, cómo una gran oportunidad para sus negocios.
Ciertos analistas asocian la desnutrición actual con daños colaterales del bienestar logrado por los nuevos consumidores de China o India. Señalan que la incorporación de la carne a la dieta de sectores medios, creó en esos países una demanda adicional que encarece los alimentos. Pero esta mejora de un sector a costa de otro, no es una desgracia de la naturaleza. Muchos procesos de acumulación capitalista del pasado aceleraron abruptamente la urbanización, precipitando la hambruna rural en las zonas aledañas.
La carestía actual se inscribe en una revalorización de las materias primas, que treparon un 114% desde el año 2002. Esta suba expresa tendencias coyunturales y estructurales. El desencadenante inmediato ha sido la especulación de los financistas, que introdujeron en el mercado de los alimentos toda la batería de opciones y contratos a futuro.
También ha influido en la suba de los precios, la reversión cíclica del abaratamiento precedente iniciado en 1997. Pero lo llamativo del repunte en curso es el desborde de los promedios habituales. El ascenso actual duplica la media y duración de esos incrementos desde 1975.
Esta magnitud de aumentos indicaría la presencia de un problema estructural de depredación de ciertos recursos naturales. La competencia que libran las grandes corporaciones industriales por asegurar su abastecimiento podría generar un estadio perdurable de subproducción.
Todas las materias primas se han valorizado en la última década, pero los estrangulamientos más serios se verifican en ciertos minerales y combustibles. El abastecimiento del petróleo, por ejemplo, ha quedado afectado por la falta de descubrimientos, el encarecimiento de la extracción y la concentración de existencias en regiones conflictivas (Irán, Nigeria, Irak). Estados Unidos ha reforzado además con acciones geopolíticas en Asia Central y Medio Oriente, el manejo de un suministro clave para su estrategia militar. (14)
Estas limitaciones en el plano de la provisión de productos, no se corroboran en el terreno de los alimentos. La producción actual es tres veces superior a los años setenta, frente a una población que se ha duplicado. El problema radica en el acceso a esas nutrientes y no en su generación.
La creciente brecha entre la producción y la distribución de los alimentos básicos es un resultado directo de la nefasta reconversión agrícola, que impuso el neoliberalismo. La gran expansión capitalista en ese sector se ha consumado en función de negocios globales que socavaron la seguridad alimentaria. Junto a la destrucción del campesinado y al éxodo rural sin creación de empleo urbano, muchos países perdieron su auto-abastecimiento. (15)
Esta terrible regresión fue impuesta mediante el libre-comercio de la OMC, que inicialmente permitió a Europa y a Estados Unidos descargar los excedentes de alimentos acumulados desde los años 60. Posteriormente varias naciones periféricas fueron empujadas a especializarse en cultivos de exportación y a convertirse en compradoras netas de productos básicos. Egipto perdió su condición de antiguo granero, Indonesia cedió sus excedentes de arroz, México se quedó con poco maíz, Zimbabwe, Malawi y Kenia debieron renunciar al uso de sus granos. La prioridad exportadora condujo a Costa Rica, México o El Salvador a desmantelar su agricultura de subsistencia
La eliminación de las reservas nacionales de alimentos ha sido otro golpe demoledor. La actividad agrícola ha quedado sometida el uso de herbicidas, insecticidas y fertilizantes que destruyen la biodiversidad, en un contexto de gran derroche en los gastos de comercialización (transporte, envoltorio, publicidad). Seis grandes transnacionales han logrado inéditos beneficios a costa de la hambruna del Tercer Mundo. Con la irrupción de los agro-combustibles este drama podría acentuarse drásticamente. Sólo llenar el tanque de un automóvil exige quemar el maíz requerido durante un año, para la alimentación de un niño de Zambia.
¿Cuál será el techo de este encarecimiento de los alimentos? Tradicionalmente, la cotización de estos productos ha oscilado junto a los precios de todas las materias primas, en ciclos asociados con el nivel general de actividad. Este vaivén contiene un elemento de mayor contundencia en estos insumos por su menor sensibilidad a los incrementos de productividad.
Pero problema actual radica en que estas fluctuaciones han quedado insertas en un esquema de polarización de ingresos y hambruna estructural. La expulsión de campesinos y la destrucción del auto-consumo agravan el desempleo en las ciudades. El resultado de este divorcio es un incremento de la pobreza estructural que se traduce en hambrunas colectivas, más allá del curso que asuma el precio de los alimentos. La resignación de la FAO frente a un incumplimiento definitivo de todas las metas de reducción de la desnutrición expresa la magnitud creciente de este drama.
Incidencia de la mundialización
La eclosión del año pasado incluyó un alto grado de sincronización global. El crack se expandió aceleradamente, en sucesivas fases de preparación (2007), estallido (2008) y generalización (2009). También el alivio posterior mantuvo esa pauta de rápida incidencia mundial.
La misma dinámica ya se observó en temblores anteriores. Pero el sacudón del año pasado desbordó el alcance regional acotado que tuvieron esos precedentes. Cuándo en los 90 se estancó Japón la economía estadounidense crecía, cuándo posteriormente estalló el Sudeste Asiático el nivel de actividad de Europa se mantuvo. También en los distintos momentos de desmoronamiento latinoamericano, las economías avanzadas continuaron operando con relativa normalidad. La crisis reciente sacudió en cambio, en forma simultánea, a los tres principales centros de la economía mundial.
Esta sincronización expresa, en primer lugar, la creciente interconexión que presentan las actividades bancarias. Un derrumbe significativo en Wall Street se transmite a toda velocidad a la red planetaria de colocaciones especulativas. Esta mundialización financiera reduce drásticamente la capacidad que tradicionalmente detentaban los estados, para afrontar de manera autónoma cada vendaval bursátil. La fuerza de contención que tenían los viejos instrumentos cambiarios, monetarios o bancarios se ha estrechado significativamente.
La misma interacción se verifica, en segundo término, en el plano comercial. En el debut de la recesión se multiplicaron las dificultades para colocar los excedentes, en los distintos mercados del mundo. El esquema exportador -que se ensanchó mediante crecimientos de las transacciones internacionales por encima de la producción- se ha transformado en la pesadilla de las grandes crisis.
La nueva velocidad de transmisión que tienen los desequilibrios mundiales obedece, en tercer lugar, al avance de la internacionalización productiva, que han generado las empresas transnacionales. Estas compañías introdujeron una reestructuración de la división internacional del trabajo, que acentuó el alineamiento de muchos precios, con ganancias medias establecidas a nivel global.
La mundialización neoliberal no sólo ha creado nuevas contradicciones financieras, comerciales y productivas. Reforzó, además, la movilidad de los capitales y las mercancías, restringiendo al mismo tiempo el tránsito de las personas. Por un lado, los cambios globales inducen a los capitalistas a favorecer el traslado de los trabajadores, que potencian la competencia laboral y abaratan los salarios (por ejemplo, dentro de la Unión Europea). Por otra parte, este mismo proceso alienta el bloqueo de las corrientes emigratorias e incentiva la construcción de los muros para frenar el ingreso de los africanos a Europa y de los mexicanos a Estados Unidos.
Estos mismos contrasentidos tienen mayor impacto en el plano institucional. La mundialización neoliberal induce a diseñar estrategias económicas globales, dentro de estructuras políticas poco internacionalizadas. Los viejos estados nacionales continúan actuando cómo árbitros de las principales decisiones, que los países adoptan en las situaciones críticas. Sólo esas entidades cuentan con la capacidad y la experiencia para descargar sobre los asalariados el costo de los auxilios que reciben los banqueros e industriales.
El capitalismo es un modo de producción históricamente estructurado en torno a múltiples estados y no cuenta con organismos sustitutos de alcance mundial. Pero desde el momento que la producción, las finanzas y el comercio han desbordado las antiguas fronteras nacionales, esta carencia se ha convertido en un escollo de primer orden. El capital necesita operar a través de instancia globales, que no logra establecer.
Esta contradicción determina muchos desequilibrios de la etapa actual. Los desajustes en curso no expresan sólo desarreglos permanentes del sistema, ni repiten sucesos del pasado. Retratan los nuevos problemas que ha creado el avance de la mundialización.
Continuidad del neoliberalismo
En la crisis volvió a prevalecer la conducta neoliberal que guía a las clases dominantes. Los poderosos no abandonaron en ningún momento sus prioridades de ataque a las conquistas populares. Han rechazado el otorgamiento de concesiones sociales y se oponen frontalmente a recomponer el estado de bienestar.
El desempleo, la flexibilización laboral y la pauperización son nuevamente utilizados para buscar salidas regresivas. Con esos instrumentos se amplió en las últimas décadas el radio de geográfico de la acumulación (expansión a los países del ex “socialismo real”) y se ensanchó el universo de los negocios (especialmente a través de las privatizaciones). Aprovechando el desconcierto creado por la crisis, los acaudalados intentan profundizar ahora esta misma línea de agresiones. (16)
Esta pretensión choca con el desprestigio que han sufrido los mitos neoliberales. El socorro estatal a los bancos quitó encanto a la magia del libre mercado y la digitación de esos auxilios diluyó las fantasías de la competencia perfecta. Pero el abismo entre los discursos y las prácticas derechistas, no modifica la estrategia que han utilizado los poderosos para recomponer su tasa de ganancia.
Es prematuro predecir cuál será el rol que mantendrán los financistas en el esquema económico. La principal función de su liderazgo ha sido imponer una férrea disciplina monetaria y gerencial en las empresas, para debilitar la resistencia de los trabajadores. El estallido del 2008 aumentó el descrédito de los banqueros, pero en los últimos meses este grupo volvió a reconquistar primacía. Es evidente que los cuestionamientos a este sector dependerán de la intensidad de la crisis.
La responsabilidad directa de las políticas neoliberales en la gestación de la crisis es otro dato ya conocido. Pero los grandes capitalistas se aferran a la orientación que les permitió multiplicar sus fortunas. Aquí enfrentan un dilema sin solución. El rumbo económico que ha generado tanto lucro, potencia la inestabilidad del sistema y empuja a los dominadores a caminar por la cornisa.
Es evidente que la desregulación laboral, la liberalización del comercio y el movimiento irrestricto de fondos restauraron formas más puras de funcionamiento capitalista. Pero con este reinado irrestricto de la rentabilidad se rompieron muchos diques que morigeraban los desequilibrios del sistema. Por esta razón el capitalismo se ha tornado más ingobernable.
Al potenciar la explotación de los trabajadores, el esquema neoliberal acentúa la polarización del ingreso, intensifica las burbujas financieras y agrava los desequilibrios productivos. Este modelo incluye todos los componentes de una bomba de tiempo, que nadie se atreve a desactivar.
Periodicidad reciente
La eclosión del 2008-09 se enmarca en la misma etapa de otros estallidos del período neoliberal, como la burbuja japonesa (1993), la caída del Sudeste Asiático (1997), el desplome de Rusia (1998), el desmoronamiento de las Punto.Com (2000) o el descalabro de Argentina (2001). Este tipo de temblores se suceden con gran frecuencia y ocasionan terribles padecimientos sociales. Pero al mismo tiempo, se inscriben en un período signado por la recuperación de la tasa de ganancia y la reapertura de los campos de inversión.
Las crisis en curso forman parte de una etapa neoliberal, que incluyó significativas transformaciones en el funcionamiento del capitalismo. Estos cambios suponen otra localización geográfica del capital, incrementos de la tasa de plusvalía, mayor internacionalización financiera y una reorganización productiva en torno a las nuevas tecnologías en la información. Implican también un salto cualitativo en el alcance de la mundialización, un incremento de la presencia de empresas transnacionales y la vigencia de nuevos esquemas de financiamiento. Las diferencias que separan a este modelo de su antecesor de posguerra se verifican en múltiples planos. (17)
Estas transformaciones han generado desequilibrios que irrumpen a través de crisis de sobreproducción y sobre-acumulación. La remodelación del capitalismo ha creado desbalances entre el ahorro y la inversión y brechas entre el ritmo de la acumulación y el consumo. Estos desajustes salen a la superficie durante las eclosiones financieras, expresando contradicciones específicas del período neoliberal. Son conmociones que no indican desarreglos genéricos de cualquier estadio del capitalismo, ni prolongan tensiones de la era fordista.
Remontar el problema a esta última etapa conduce a vislumbrar la eclosión del 2008-09 cómo un nuevo peldaño de otra crisis precedente. En este caso se resalta la existencia de un desequilibrio irresuelto desde los años 70. Muchas versiones de este enfoque atribuyen el carácter perdurable de esta crisis, al rol dominante que han jugado las finanzas. (18)
Pero esta caracterización no pondera adecuadamente el corte que introdujo la ofensiva patronal del neoliberalismo. Ese atropello cerró la convulsión sufrida por el capitalismo al concluir el boom de posguerra, revirtiendo la fuerte retracción de los mercados que predominó durante las crisis de 1974-75 y 1981-82. Este viraje generó la expansión posterior de la inversión, que ha terminado desencadenando las eclosiones actuales.
Los últimos cuarenta años no han estado signados por la continuidad de crisis, sino por una ruptura que delimitó dos procesos diferenciados. Esta distinción es muy visible en el plano financiero, ya que la titularización, los derivados o el apalancamiento no son legados de otra época. Constituyen efectos directos de la desregulación neoliberal contemporánea.
Ciertamente estos desequilibrios mantienen puntos de contacto con fenómenos anteriores, cómo el mercado del eurodólar o la inconvertibilidad de la divisa norteamericana. Pero estos antecedentes tan sólo crearon algunas condiciones para el desborde especulativo actual. Lo que desató las conmociones financieras recientes fue la reorganización neoliberal, que en los años 80 y 90 desreguló la actividad bancaria, internacionalizó las finanzas e introdujo la gestión bursátil de las firmas.
El temblor actual tampoco obedece a una sobreproducción de largo arrastre. Es un resultado más contemporáneo de la competencia global en torno a los salarios contraídos, que generó la localización de plantas en las regiones que ofrecen altas tasas de explotación. Este tipo sobrecapacidad difiere del sobrante que apareció a fines de los años 60, cuándo Japón y Alemania comenzaron a desafiar la supremacía económica de Estados Unidos.
Los teóricos que observan una continuidad entre ambos procesos, consideran que el excedente de mercancías ha sido el dato dominante de un prolongado período de cuatro décadas. Estiman también que durante ese lapso persistió el deterioro de la rentabilidad y la retracción productiva. (19)
Pero esta mirada impide distinguir la presencia de dos situaciones distintas. El sobrante de productos que agobia al modelo neoliberal, no ejercía gran influencia en los años 70 y el protagonismo asiático actual estaba completamente ausente de la concurrencia que oponía a los países de la Triada. Al concluir la etapa fondista, la competencia industrial quedó muy concentrada en las propias economías desarrolladas. El alcance limitado de la mundialización impedía, además, gestar el taller global que se ha erigido actualmente en Oriente.
Por esta razón el eje geopolítico del temblor actual -conformado en torno a China y Estados Unidos- era un dato inexistente del período anterior. El ingreso de la sub-potencia oriental al mercado mundial en las últimas dos décadas, modificó en forma cualitativa el contexto capitalista. No añadió simplemente otro rival a un mercado saturado, ni se limitó a exacerbar los sobrantes previos de mercancías.
El significado de este cambio queda diluido, si se presenta a la eclosión actual cómo un nuevo episodio de viejas sobreproducciones. Este enfoque presupone, además, en forma incorrecta, que la tasa de ganancia continuó decreciendo (o se recuperó muy limitadamente), cuándo la reversión de esa caída ha sido el factor determinante de la nueva etapa.
Si se subvalora la envergadura de este giro, resulta muy difícil captar las peculiaridades de la eclosión actual. No basta denunciar al neoliberalismo por los tormentos sociales que ocasiona a las mayorías populares. También es necesario comprender de qué forma alteró el funcionamiento y la crisis del capitalismo.
Ver también:
- Crisis global II: Las tendencias de la etapa (Parte II)
- Crisis global II: Las tendencias de la etapa (Parte I)
Notas:

14) Presentamos nuestra explicación de este proceso en Katz Claudio, “La oportunidad del hambre”, Anuario EDI, n 4, año 2008, Buenos Aires. Allí se documentan gran parte de las cifras expuestas en este capítulo.

15) Klare Michael. “Sangre por petróleo”. El nuevo desafío imperial, Socialist Register 2004, CLACSO, Buenos Aires 2005. Khor Martín. “¿Durará el boom de los productos básicos?”, www.redtercermundo.org.uy 12 Feb 2008

16) Un análisis de estos problemas presentan: Vivas Ester, Montagut Xavier, Del Campo al plato, Icaria, Barcelona, 2009.

17) Hemos analizado este contexto en el artículo precedente: Katz Claudio, “Crisis Global I: un respiro en la turbulencia”, 17-10-09, http://katz.lahaine.org Nuestra mirada general sobre la etapa fue expuesta inicialmente en Katz Claudio, “Capitalismo contemporáneo: etapa, fase y crisis”. Ensayos de Economía, Medellín, vol 13, n 22, Septiembre 2003.

18) Diversos rasgos de este período son expuestos por Panitch Leo, Gindin Sam. “Capitalismo global e imperio norteamericano”, El nuevo desafío imperial, Socialist Register 2004, CLACSO, Buenos Aires 2005. Mc Nally David, “From financial crisis to world slump”, Historical Materialism Conference, London, november 2008. Hemos presentado nuestra visión en: Katz Claudio, “Desequilibrios y antagonismos de la mundialización”. Realidad Económica n 178, febrero-marzo 2001, Buenos Aires.

19) Por ejemplo: Guillén Romo Arturo, “La crisis global y la recesión generalizada”, XI Encuentro Internacional sobre Globalización y problemas del Desarrollo, La Habana, 2-6 marzo 2009.
http://www.argenpress.info/2009/11/crisis-global-ii-las-tendencias-de-la_26.html