25 nov 2009

Crisis global II: Las tendencias de la etapa (Parte II) Por Claudio Katz


La gravitación del imperialismo

La principal explicación del rol preeminente que ha jugado Estados Unidos en el temblor es su primacía en el liderazgo imperialista. La aceptación plena de esta función por parte de sus socios de Europa y Japón fue corroborada en la reunión de la OTAN (Estrasburgo), que complementó a la Cumbre del G 20 (Londres). En ese encuentro fue ratificada la activa colaboración de todos los aliados del Pentágono, con las nuevas operaciones de Afganistán e Irak. Este sostén incluyó colaboración militar, financiación económica y cobertura diplomática.
Todas las potencias del Primer Mundo ratificaron el apoyo que ya anteriormente brindaron al gendarme norteamericanas, en las acciones realizadas en Medio Oriente, Asia Central, África o los Balcanes, con o sin el aval de las Naciones Unidas. También apañaron la reiterada invención de los enemigos (terrorismo, narcotráfico), que se utilizan para justificar el uso de la fuerza con algún disfraz de intervención humanitaria.
Europa y Japón sostienen estas agresiones por su propio interés, puesto que Estados Unidos actúa como garante del orden mundial que aprueban todos los opresores. El Pentágono es su principal protector frente a eventuales situaciones de descontento popular, desmembramiento fronterizo o debacle social.
Ningún integrante de la Triada puede reemplazar esa conducción norteamericana. Algunos aspiran a negociar cierto reparto de poderes dentro del mismo cuadro de gestión imperial, que Estados Unidos comanda desde fin de la segunda guerra. La reciente incorporación de Francia a la OTAN –que puso fin a décadas de resistencia gaullista- aportó otra contundente confirmación de esa confluencia.
Obama intenta remodelar este dispositivo implementado un belicismo más encubierto que el descaro guerrero implementado por Bush. Con este giro de la dureza militar (hard power) a la dominación controlada (soft power), incorpora maniobras políticas para racionalizar el uso de la fuerza (smart power). Estos mismos ajustes ya se procesaron en el pasado con Carter o Clinton, frente al modelo de Reagan o Bush I. (7)
Con anuncios simbólicos y una retórica amigable, Obama comanda un ajuste de la estrategia imperialista. Pero a medida que perpetúa la ocupación de Irak, recrea la censura militar y mantiene el cierre de Guantánamo en el limbo, también morigera sus gestos pacifistas. El presidente que convocaba al cambio, ya autorizó la continuidad de los tribunales militares, avaló la acción de los escuadrones de la muerte de la CIA en el exterior y redobló la apuesta militarista en Afganistán.
Esta cuota de realismo imperialista gana primacía frente a las dificultades que genera la custodia del orden global. Las elites de todo el mundo no sólo acompañan este rumbo. También auspiciaron recientemente una resurrección del sueño americano, que culminó con el absurdo otorgamiento del Premio Nobel de la Paz, al responsable político de terribles matanzas en el mundo islámico.
La supremacía geopolítica que exhibió la primera potencia durante la crisis, contrasta con muchos pronósticos de próximo establecimiento de un “mundo post-estadounidense”. Especialmente durante la eclosión del 2008-09 hubo numerosos analistas que presentaron el desplome de General Motors y Citibank cómo nuevos indicios de ese devenir. (8)
Pero ningún suceso de la crisis corroboró ese pronóstico. La preeminencia estadounidense volvió a irrumpir en el momento de mayor tensión económico-financiera, ilustrando las preferencias de los capitalistas en las coyunturas de peligro. La hipótesis de un reemplazante asiático o europeo de ese liderazgo, no obtuvo ninguna evidencia. (9)
Lo que sí pone en peligro el intervencionismo norteamericano es la resistencia nacional y social, que generan sus operativos entre los pueblos invadidos. Esta reacción es el dato clave a evaluar y no una tendencia predeterminada a la declinación hegemónica.
Este último augurio se inspira en ciertos criterios de sustitución histórica que suponen la recurrencia de ciclos de auge y decadencia de sucesivas potencias. El mayor problema de este enfoque es su omisión de las modificaciones que han generado sobre este esquema secular dos procesos contemporáneos: el fin de las guerras inter-imperialistas y la asociación económica entre distintas clases nacionales capitalistas.
Estos cambios no diluyen las rivalidades, ni extinguen el uso de la fuerza cómo instrumento de presión sobre el competidor. Tampoco han creado un orden homogéneo de estados y clases plenamente amalgamados. Pero obligan a procesar el choque entre potencias por andariveles muy distintos a la conflagración bélica directa, modificando también el perfil tradicional de la hegemonía.

Ascenso de las economías intermedias

La crisis del 2008-09 mantuvo la disparidad de efectos regionales que ha prevalecido en las últimas décadas. Esta vez el impacto fue mayor en las países centrales, que en las denominadas “economías emergentes”. Por esa razón persiste la discusión sobre los acoples, los desacoples y los reacoples zonales a la oleada descendente.
China se mantuvo a flote, pero con tasas de crecimiento muy inferiores a su media de los últimos tiempos. Los bancos de ese país no fueron afectados por créditos incobrables y mantuvieron en cartera significativas sumas de efectivo. El nivel de actividad esperado de otras economías en ascenso –como Rusia, India o Brasil- sería menor a China, pero también revelaría un distanciamiento con el desplome registrado en las economías avanzadas.
El comportamiento similar de esos cuatro países ha reforzado su caracterización como un nuevo bloque (conocido cómo BRIC). La participación de este grupo en el PBI global tiende a crecer (de 14% en el 2007 % a 18% en el 2010), junto al avance de otro núcleo de economías subdesarrolladas en expansión (cómo Corea del Sur o Sudáfrica).
La incidencia de estos países se verificó en el nuevo esquema de jerarquías mundiales que apareció en la crisis. A diferencia de los años 80 o 90, la gestión de la turbulencia no quedó restringida a la tríada o al G 7. Irrumpió un G 15 y luego un G 20 de economías medianas, que fueron invitadas al selecto club de las cumbres presidenciales. En el centro de estos encuentros operó un G 2 entre China y Estados Unidos, que negoció la continuidad de la principal sociedad comercial del planeta.
Estas reuniones marginaron al resto del mundo del manejo de la eclosión. El gran conglomerado de integrantes de la Asamblea de Naciones Unidas (un G 192) quedó totalmente fuera de cualquier gestión. Los convocados a las cumbres han sido países que tienen grandes reservas en divisas, significativas acreencias en dólares o importantes inversiones en bonos del Tesoro.
El núcleo de los BRIC está conformado por economías semiperiferias, que comienzan a oscilar entre los dos polos del mercado mundial. Han quedado situados en ese terreno intermedio, por su experiencia de dominación o por la magnitud de los recursos demográficos, naturales y militares que controlan.
La emergencia de este bloque es un efecto de la bifurcación registrada en el Tercer Mundo durante las últimas décadas. Esta transformación introdujo una notable fractura entre economías degradadas (África) y crecientemente industrializadas (Sur y Este de Asia) y ha generado un escenario más segmentado y diversificado, que la precedente configuración dualista de centro-periferia.

¿Contrapoderes globales?

Ciertos analistas pronostican que algunas economías intermedias alcanzarán a las potencias centrales. Identifican esta evolución con una nueva fase de la globalización que favorecería a los países pobres. Estiman que las nuevas potencias avanzarán junto a la inversión externa, la localización de las empresas transnacionales, la ampliación de la clase media y el fortalecimiento de las finanzas locales. Este giro acentuaría, además, la gestión multipolar de las tensiones globales. (10)
Pero cualquiera sea avance de esas economías, ninguna sustituirá en un plazo previsible al rol dominante que ejercen Estados Unidos, Europa y Japón. Ni siquiera las previsiones más exageradas imaginan un reemplazo próximo de ese tipo. En realidad, todas las indagaciones buscan dirimir qué rol jugará China, es decir el principal actor de ese viraje.
Lo ocurrido durante la crisis reciente confirma que ese país mantiene un elevado ritmo de crecimiento (duplicación del PIB cada ocho años). Pero esta expansión no lo sitúa en la función locomotora (o consumidora) global, que cumplen las economías centrales. Esta diferencia es reconocida incluso por los analistas más entusiastas de la potencia oriental, a la hora de evaluar los enormes desequilibrios agrícolas, sociales y demográficos que ha creado la restauración capitalista. (11)
El modelo chino se sostiene en una elevada tasa de explotación de la fuerza de trabajo que limita el crecimiento equitativo del mercado interno. La vieja pobreza absoluta del agro ha sido sustituida por una nueva desigualdad social en las ciudades, que ya alcanza porcentajes latinoamericanos.
Esta fractura se acentuó durante la crisis del 2008-09. La elite dominante decidió profundizar el curso capitalista, aumentando la conversión de inmigrantes rurales en trabajadores precarios de las urbes, afianzando el cierre de empresas no competitivas y estrechando su asociación con firmas transnacionales.
El reciente plan de incremento del gasto público se inscribe en esa dirección. En lugar de mejorar el poder adquisitivo popular, se resolvió subsidiar a las compañías que ya están en manos de los capitalistas chinos. Con reglas neo-liberales, mayor despliegue financiero y terciarizaron laboral, la nueva clase dominante busca reforzar su poder.
China concentra la atención de todos los analistas, en la medida que ningún otro país se perfila cómo líder de un bloque emergente. Incluso la propia constitución de esa alianza es un dato incierto, en los escenarios sociales potencialmente explosivos en que actúan esas naciones. El ingreso per capita vigente en los BRIC presenta una diferencia abismal con las economías avanzadas y se ubica también por debajo del promedio de 50 países. (12)
Habrá que ver, además, si ese bloque logra consensuar una estrategia común, ya que sus integrantes mantienen fuertes divergencias en el plano comercial. China e India se oponen, por ejemplo, al aperturismo de Brasil. Por otra parte, cada subpotencia privilegia su propio interés geopolítico regional y recibe tentadoras ofertas de alianza bilateral por parte Estados Unidos.
Es muy significativo que durante la crisis reciente, China no dudara en priorizar su relación comercial-financiera con el gigante norteamericano. Ciertamente el taller del mundo no puede seguir abasteciendo a un gran consumidor del planeta, al precio de un déficit comercial y fiscal que trepa sin cesar. Pero existen pocas alternativas a ese esquema.
La nueva potencia oriental ensaya esas opciones, mediante una expansión del mercado zonal. Pero en este terreno disputa con sus socios del ASEAN, el manejo de los principales nichos de exportación. Desde la crisis del Sudeste Asiático del 2007, China le ha ganado a sus vecinos todas las batallas en la recepción de las inversiones o la ampliación del superávit comercial. Pero esta victoria ha sido la fuente de innumerables tensiones. (13)
El mismo tipo de conflictos enfrentan las restantes economías intermedias. Las acciones fronterizas de Rusia y la expansión de las multinacionales brasileñas en Sudamérica generan problemas de toda índole.
No hay que olvidar que los principales grupos capitalistas de la semiperifieria prosperaron bajo el neoliberalismo con un perfil altamente codicioso. Se forjaron al calor de las privatizaciones y buscan emular el estilo norteamericano de enriquecimiento y consumo. Esta ambición por lucros inmediatos choca frecuentemente con la consolidación de proyectos más estratégicos, en cada escenario regional.
La crisis del 2008-09 indicó también cómo la contraparte estadounidense pretende cooptar a las elites de los países intermedios. Con ese objetivo fueron convocadas las Cumbres del G 20 y comenzó a negociarse una redistribución del poder dentro del FMI. Estos arreglos podrían extenderse incluso a cierta ampliación del Consejo de Seguridad de la ONU. Para reafirmar su liderazgo imperial, Estados Unidos busca reforzar la influencia de los nuevos socios, en desmedro de Europa y Japón.
Pero esta asociación también requiere el sometimiento económico de importantes grupos capitalistas de las economías medianas. Si la primera potencia no logra neutralizar la resistencia de esos sectores, optará por la hostilidad. Esta alternativa es debatida especialmente en la cúpula del establishment norteamericano, a la hora de precisar la estrategia frente China y Rusia, los dos viejos contendientes de la guerra fría.
Hay muchas variantes posibles, en un escenario que ha cambiado varias veces durante la etapa neoliberal. De un ascenso de los “No Alineados” durante el auge de los Petrodólares, se pasó en los 80 a un colapso de endeudamiento y regresión de la periferia. Luego sobrevino el avance y estancamiento de Japón, el despertar y la crisis del Sudeste Asiático y las frustradas promesas de la Unión Europeo. Si se repiten estas oscilaciones, la performance de las economías intermedias puede cambiar con vertiginosa celeridad.
Ver también:
- Crisis global II: Las tendencias de la etapa (Parte I)
Notas:
7) Este programa defiende por ejemplo, Nye Joseph, “Estados Unidos seguirá siendo, pese a todo, el país de mayor influencia”, Clarín, 18-10-09.
8) Comentarios de este tipo inundaron la prensa durante los momentos más álgidos del temblor. Entre otros: Roubini Nouriel , “Una recuperación fantasma”, Clarín, 31-5-09, Gray John. ¿Fin del liderazgo estadounidense?” Clarín, 1-10-08, Fukuyama Francis, “Nuevos desafíos geopolíticos” Clarín, 29-9-08, Alconada Hugo, “EEUU perderá influencia en el mundo”, La Nación, 22-11-08, Diament Mario “Adiós a la era de EEUU” La Nación, 17-5-08, Calle Fabián, “Hegemonía de EEUU, un tema del pasado” Clarín 11-12-09, Battaleme Juan “EEUU, detrás de un liderazgo más modesto” Clarín 20-7-09.
9) Algunas teorías del ocaso norteamericano son difundidas por el Pentágono para justificar el rearme. Quiénes manejan el 45 % del gasto armamentista mundial aterrorizan a la población con estos mensajes para preservar su acción militar. Un ejemplo de esa política es el alarmante informe sobre ese declive estadounidense propagado el año pasado por el Consejo de Inteligencia Nacional (CIN), Oppenheimer Andrés. “EEUU y la era post-Bush” La Nación, 25-11-08, Cardoso Oscar Raúl “EEUU: el regreso de la escuela de la declinación”, Clarín, 22-11-08. Ver también Dufour Jules, “El gran rearme planetario”, July 26, 2009, www.globalresearch.ca/index, Castro Jorge, “Estados Unidos, motor de una nueva era de innovación tecnológica”, Clarín 18-10-09.
10) Jorge Castro, “El BRIC se convierte en gigantescos mercados”, Clarín, 16-6-09. Llach La economía mundial despega La Nación, 2-9-09. “Occidente pierde peso en la creación mundial de riqueza”, Clarín, 3-6-09.
11) La visión optimista de Stiglitz contrasta con el diagnóstico más realista de Bello. Stiglitz Joseph, Clarín, 15-5-09, Bello Waldem, “¿Salvará China al mundo de la depresión?”, www.zmag.org/znet
12) Majfud Jorge, “BRIC, la comunidad fantasma”, ALAI, 17-6-09. Roubini Nouriel, “El BRIC: juego de siglas emergentes”, 17 Oct 2009, www.project-syndicate.org/commentary/roubini18/Spanish
13) Una descripción de este escenario presenta: Jetin Bruno, “The crisis in Asia: An over-dependence on international trade or reflection of “labour repression-led” growth regime?”, International Seminar: Marxist analyses of the global crisis, 2-4 October 2009, IIRE, Amsterdam.
http://www.argenpress.info/2009/11/crisis-global-ii-las-tendencias-de-la_25.html