30 oct 2009

La reforma política Por Roberto Caballero*

29-10-2009 /


Roberto Caballero Con esta tapa estamos contradiciendo una de las certezas más ciertas del manual periodístico: la que desaconseja ir con un tema o personaje cuando este fue tratado previamente por otros medios.
Pero sepan que lo hacemos a conciencia.
La jujeña Milagro Sala ya fue noticia hace dos semanas. El senador y jefe de la UCR, Gerardo Morales, se ocupó de instalar su figura a nivel nacional asociándola a la violencia, el clientelismo y hasta a la mafia de la droga. La prensa canalla hizo el resto: la bautizaron “comandante K”, hablaron de su perfil autoritario, dijeron que tenía 5 mil armas, que sus acólitos se mueven en flamantes Fiat Idea, que tiene un tomógrafo del que la Municipalidad de La Matanza carece y presentaron su formidable obra social como si fuera, apenas, la malévola teatralización de un oscuro negociado surgido desde las sombras de algún ministerio. Digamos, entonces, que esta tapa surge desde el dolor de estómago que nos produce ver cómo algunos utilizan nuestro oficio para alimentar con falsedades los discursos más reaccionarios y cooperan alegremente con el aturdimiento general. Son siempre los mismos, ustedes ya saben: los que presentan lo bueno como malo o casi malo, lo fascinante como sospechoso o delictivo y lo nuevo como una invitación permanente a la desconfianza.
Veintitrés viajó a Jujuy. Vamos a poder contarles la verdad, como siempre lo hacemos. La verdad en su contexto verdadero: el de los hechos que suceden y no el que imaginan los editores del coro mediático de la catástrofe. La verdad que vio Martín Mazzini, nuestro editor de Información General, un tipo sensible que escribe como se debe: dejando la entraña en cada letra, afirmándose en la curiosidad y eludiendo el cinismo, ese veneno que mata al periodista y al periodismo de todos los tiempos.
A ver, voy a intentar resumir la vida de Sala en dos párrafos, según la cuenta Mazzini, que lo hace mucho mejor en la nota interior: su familia de origen la abandonó en una caja de zapatos, su familia adoptiva le negó su identidad, cuando ella descubrió lo sucedido huyó de la casa, vivió en la calle, conoció el hambre, la droga, la discriminación, el delito y la cárcel, de donde salió convencida de que ningún chico debía pasar el sufrimiento que ella vivió. Armó una agrupación, la Tupac Amaru, que tiene a este líder indígena, al Che y a Evita como emblemas. Construyó viviendas, escuelas, centros de salud, polideportivos, creó miles de puestos de trabajo, en fin, hizo todo lo que el Estado ausente no hace. Y lo más importante: les devolvió la dignidad a miles de personas que en la crisis del 2001 habían caído en la desocupación y la pobreza.
Sala recibe subsidios del Estado. Es cierto. Como Biolcati, Edenor o General Motors. Tan cierto como que la Auditoría General de la Nación (manejada por un radical) no pudo encontrar una sola irregularidad en la administración de los recursos que maneja su organización militante.
Milagro hace milagros. Todo lo que le llega lo pone donde hace falta. Lo que se le reclama a la política, ella lo viene ejecutando hace una década. ¿Y qué recibe a cambio? La acusan de crear un “Estado dentro del Estado”, como si fuera Yabrán. La UCR consigue que el Senado de la Nación pida informes sobre ella porque una de las organizaciones que forman su red “escrachó” a Morales tirándole huevos. La convierten en portadora de un mensaje violento, cuando lo que hace todos los días va a contramano de eso: sacar a los pibes de la droga, de la calle, de un destino de vergüenza es el primer paso contra la exclusión y la violencia. La estigmatizan por colla, por india, por negra, pero en realidad les molesta lo que hace: demuestra que una cooperativa puede ser más eficiente que una empresa contratista, de esas que hace años viven del Estado renegociando una y otra vez los precios de las obras. ¿No será hora de examinar cómo está organizada la economía de los argentinos? Milagro no espera que la copa derrame: ella la voltea con la fuerza de una pasión que la quema. Es un pésimo ejemplo para los que se llenan la boca hablando de la pobreza y no mueven un dedo por desterrarla en serio. Deja en evidencia la miserabilidad de los pocos que hablan por todos, todo el tiempo, en todos lados.
Por eso es la tapa de este número. Porque los que hacemos esta revista no nos hubiéramos perdonado pasar por alto este envión de verdad que baja desde el norte olvidado.
Milagro pone en crisis eso que hacen muchos políticos y, vaya paradoja, nos viene a reconciliar con la política. Ella es la encarnación de una reforma en serio.
¿Qué sucedería si tuviéramos 20 como ella, en todas las provincias?
Es un ejercicio de imaginación. Cada cual puede pensar lo que quiera.
Me quedo con la idea de que tendríamos un país mejor.
Me quedo con la esperanza.
¿Por qué no levantarse cada mañana pensando que lo bueno también puede suceder?.
* Director de Veintitrés
http://www.elargentino.com/nota-63888-La-reforma-politica.html