Federico Bernal
La fuerte decisión de colocar al Estado como actor estratégico en este sector fue apuntalado desde lo científico-tecnológico con la creación, en 1969, del Consejo de Ciencia de Canadá, una suerte de organización pública destinada a la elaboración de políticas soberanas en materia científica y tecnológica. Algunos años antes, más específicamente en 1952, el Estado había creado la compañía nuclear Energía Atómica de Canadá, hoy líder mundial en esta actividad. Estado industrial, banca de desarrollo y control a las inversiones foráneas. Entre 1960 y 1970 se ejecutaron fuertes planes de asistencia social, previsionales y en materia de salud pública y educación. A tales fines se crearon:
1) el Departamento de Expansión Económica Regional (1969), responsable de la coordinación de programas federales de desarrollo regional en regiones poco o nada rentables para la actividad privada;
2) la Corporación de Desarrollo Canadiense (1971), un holding estatal habilitado para el otorgamiento de capital a firmas locales y la adquisición de subsidiarias extranjeras en el sector minero y de manufacturas críticas (Howlett, Netherton y Ramesh. Ob. Cit);
3) el Banco Federal de Desarrollo Comercial (1974); y
4) la Agencia Canadiense para la Revisión de Inversiones (1974), entidad destinada a controlar y restringir el alud de inversiones foráneas (sobre todo estadounidenses) que por entonces comenzaban a adueñarse de la economía de Canadá. Gracias a dicha agencia, todo capital extranjero deseoso de comprar compañías de capitales canadienses debió contar con su aprobación y ajustarse a sus requisitos (el principal requisito obligaba al inversor foráneo a la utilización de insumos de fabricación local y a la contratación de servicios (tercerización) brindados por firmas domésticas; el segundo requisito más importante estipulaba un mínimo de generación de empleos por rubro industrial).
Entre 1974 y 1976 el Estado adquirió dos grandes firmas privadas de construcción de aeronaves (deHavilland y Canadair) evitando así su cierre (Eden y Molot. Ob. Cit.). En 1975 y como respuesta al shock internacional de precios del crudo pergeñado por el frente petrolero anglo-sajón, Canadá pasó a tener su propia hidrocarburífera estatal, PetroCanada.
Década del ´70 y la gran disyuntiva industrial. A comienzos de la década del ´70 el gobierno federal se comprometió más directamente en el desarrollo del sector industrial. Dos fueron sus prerrogativas: abonar el equilibrio regional y una mayor dirección por parte del Estado. Una década después, el beneficio no se hizo esperar. Canadá contaba con unas 454 corporaciones de la Corona, de las cuales 242 estaban íntegramente controladas por el Estado.
Estas empresas se encontraban altamente concentradas en los sectores de transporte, comunicaciones y de utilitarios, explicando el 59,5% de la totalidad de activos corporativos del país, aunque con escasa participación en minería (4%) y manufacturas (5,9%) (Howlett, Netherton y Ramesh. Ob. Cit). Sin embargo y envalentonado por el neoliberalismo mundial en pleno e irrefrenable ascenso, un fuerte debate sobre el modelo económico comenzó a darse entre políticos e intelectuales canadienses. En efecto, a fines de los años sesenta y extendiéndose a principios de los ochenta, el país asistió a la polarización de dos posturas en materia de estrategia industrial.
Por un lado, los amantes del libre comercio, fundadores del Consejo Económico de Canadá (1975); por el otro lado, un cúmulo de sectores que advertían en la creciente dependencia comercial con los Estados Unidos una limitación al desarrollo y a la autonomía industrial del país. Estos últimos se concentraron en el antedicho Consejo de Ciencia de Canadá. Desde allí bregaron por imponer la denominada "Tercera Opción", una alternativa que entre otras cuestiones planteaba la urgente reorientación comercial hacia la Comunidad Europea y Asia Pacífico (Eden y Molot. Ob. Cit.).
Década del ´80: Thatcher, las Malvinas y la defunción del PPN. Mientras la avanzada neoliberal se hacía ya incontenible, 1981 fue protagonista de la última medida de espíritu nacional en Canadá, sintetizada en un paquete de políticas industriales vinculadas a la explotación de recursos naturales. Dicho paquete se cimentaba en la ejecución de mega proyectos energéticos destinados a estimular el desarrollo regional. Entre ellos, se destacó el Programa Nacional de Energía (1981), programa diseñado para aumentar el control doméstico del sector.
Sus objetivos más sobresalientes fueron:
1) el control del precio del petróleo por debajo del valor internacional como un subsidio al consumidor y a los sectores industriales;
2) el fomento al desarrollo de los yacimientos petrolíferos más remotos;
3) la transferencia de las rentas petroleras desde las provincias productoras al gobierno federal, sobre todo a través de la intervención de PetroCanada en Alberta (How Ottawa Spends Your Tax Dollars. Bruce Doern - 1982) (esta decisión encontró una furiosa oposición en el gobierno de esta provincia en connivencia con las operadoras privadas, reacción que recuerda las alianzas entre las petroleras privadas y las provincias productoras en la Argentina para frenar o entorpecer la participación de Enarsa). Pero las geniales intenciones del Programa Nacional de Energía tuvieron muy corta vida.
Los casi cien años de PPN comprendidos entre 1879 y 1982 resultaron insuficientes para resistir el resurgir neoliberal a escala planetaria, resurgir espoleado desde Washington con el actor-presidente Ronald Reagan, en alianza con una Margaret Thatcher triunfante y todopoderosa luego de la Guerra de Malvinas. La década del `80 fue testigo en Canadá del fin de un ciclo de desarrollo socioeconómico nacional, proteccionista y estatista de casi un siglo de duración.
El derrumbe del Estado de bienestar en Canadá y la lección argentina. Derrotado el PPN y con él sus defensores y promotores, el neoliberalismo más reaccionario y conservador se hizo de Ottawa. Las recetas de control y reducción del gasto público, de flexibilización laboral, de reducción o eliminación de las pensiones jubilatorias y de aniquilamiento del aparato estatal arremetieron sin tregua. La privatización de empresas estatales estratégicas fue masiva; la desarticulación del sistema agropecuario como herramienta de desarrollo socioeconómico rural fue un éxito.
Los pilares del PPN, esto es, la industria nacional, la diversificación productiva, las obras de infraestructura y la justicia social fueron partidos en mil pedazos. La firma de los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos en 1989 y 1992 (FTA y NAFTA, respectivamente) remacharon desde afuera las maquinaciones neoliberales de adentro. Anticipándose a las nefastas administraciones que el pueblo canadiense habría de padecer en los noventa (y que continua padeciendo al día de hoy) el ministro de agricultura de entonces expresó en julio de 1989: "Nuestra visión de futuro implica una industria agroalimentaria regida por el mercado. […] una perspectiva que implica el rechazo de la utilidad pública o del concepto socializador de la agricultura".
Pero el festín no parece haber terminado. Por desgracia para el pueblo canadiense, las manifestaciones de su primer mandatario en la reciente Cumbre del G20 hacen suponer una profundización del modelo neoliberal, modelo que desde el `82 a esta parte viene destruyendo al Estado de bienestar en Canadá, por cierto, el mismo Estado y las mismas políticas y conquistas socioeconómicas que con tanto denuedo y esfuerzo viene construyendo el gobierno argentino del 2003 a la fecha.
Director del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (Clicet)
http://www.elargentino.com/nota-98490-El-derrumbe-del-estado-de-bienestar-en-Canada-y-la-leccion-argentina.html
1) el Departamento de Expansión Económica Regional (1969), responsable de la coordinación de programas federales de desarrollo regional en regiones poco o nada rentables para la actividad privada;
2) la Corporación de Desarrollo Canadiense (1971), un holding estatal habilitado para el otorgamiento de capital a firmas locales y la adquisición de subsidiarias extranjeras en el sector minero y de manufacturas críticas (Howlett, Netherton y Ramesh. Ob. Cit);
3) el Banco Federal de Desarrollo Comercial (1974); y
4) la Agencia Canadiense para la Revisión de Inversiones (1974), entidad destinada a controlar y restringir el alud de inversiones foráneas (sobre todo estadounidenses) que por entonces comenzaban a adueñarse de la economía de Canadá. Gracias a dicha agencia, todo capital extranjero deseoso de comprar compañías de capitales canadienses debió contar con su aprobación y ajustarse a sus requisitos (el principal requisito obligaba al inversor foráneo a la utilización de insumos de fabricación local y a la contratación de servicios (tercerización) brindados por firmas domésticas; el segundo requisito más importante estipulaba un mínimo de generación de empleos por rubro industrial).
Entre 1974 y 1976 el Estado adquirió dos grandes firmas privadas de construcción de aeronaves (deHavilland y Canadair) evitando así su cierre (Eden y Molot. Ob. Cit.). En 1975 y como respuesta al shock internacional de precios del crudo pergeñado por el frente petrolero anglo-sajón, Canadá pasó a tener su propia hidrocarburífera estatal, PetroCanada.
Década del ´70 y la gran disyuntiva industrial. A comienzos de la década del ´70 el gobierno federal se comprometió más directamente en el desarrollo del sector industrial. Dos fueron sus prerrogativas: abonar el equilibrio regional y una mayor dirección por parte del Estado. Una década después, el beneficio no se hizo esperar. Canadá contaba con unas 454 corporaciones de la Corona, de las cuales 242 estaban íntegramente controladas por el Estado.
Estas empresas se encontraban altamente concentradas en los sectores de transporte, comunicaciones y de utilitarios, explicando el 59,5% de la totalidad de activos corporativos del país, aunque con escasa participación en minería (4%) y manufacturas (5,9%) (Howlett, Netherton y Ramesh. Ob. Cit). Sin embargo y envalentonado por el neoliberalismo mundial en pleno e irrefrenable ascenso, un fuerte debate sobre el modelo económico comenzó a darse entre políticos e intelectuales canadienses. En efecto, a fines de los años sesenta y extendiéndose a principios de los ochenta, el país asistió a la polarización de dos posturas en materia de estrategia industrial.
Por un lado, los amantes del libre comercio, fundadores del Consejo Económico de Canadá (1975); por el otro lado, un cúmulo de sectores que advertían en la creciente dependencia comercial con los Estados Unidos una limitación al desarrollo y a la autonomía industrial del país. Estos últimos se concentraron en el antedicho Consejo de Ciencia de Canadá. Desde allí bregaron por imponer la denominada "Tercera Opción", una alternativa que entre otras cuestiones planteaba la urgente reorientación comercial hacia la Comunidad Europea y Asia Pacífico (Eden y Molot. Ob. Cit.).
Década del ´80: Thatcher, las Malvinas y la defunción del PPN. Mientras la avanzada neoliberal se hacía ya incontenible, 1981 fue protagonista de la última medida de espíritu nacional en Canadá, sintetizada en un paquete de políticas industriales vinculadas a la explotación de recursos naturales. Dicho paquete se cimentaba en la ejecución de mega proyectos energéticos destinados a estimular el desarrollo regional. Entre ellos, se destacó el Programa Nacional de Energía (1981), programa diseñado para aumentar el control doméstico del sector.
Sus objetivos más sobresalientes fueron:
1) el control del precio del petróleo por debajo del valor internacional como un subsidio al consumidor y a los sectores industriales;
2) el fomento al desarrollo de los yacimientos petrolíferos más remotos;
3) la transferencia de las rentas petroleras desde las provincias productoras al gobierno federal, sobre todo a través de la intervención de PetroCanada en Alberta (How Ottawa Spends Your Tax Dollars. Bruce Doern - 1982) (esta decisión encontró una furiosa oposición en el gobierno de esta provincia en connivencia con las operadoras privadas, reacción que recuerda las alianzas entre las petroleras privadas y las provincias productoras en la Argentina para frenar o entorpecer la participación de Enarsa). Pero las geniales intenciones del Programa Nacional de Energía tuvieron muy corta vida.
Los casi cien años de PPN comprendidos entre 1879 y 1982 resultaron insuficientes para resistir el resurgir neoliberal a escala planetaria, resurgir espoleado desde Washington con el actor-presidente Ronald Reagan, en alianza con una Margaret Thatcher triunfante y todopoderosa luego de la Guerra de Malvinas. La década del `80 fue testigo en Canadá del fin de un ciclo de desarrollo socioeconómico nacional, proteccionista y estatista de casi un siglo de duración.
El derrumbe del Estado de bienestar en Canadá y la lección argentina. Derrotado el PPN y con él sus defensores y promotores, el neoliberalismo más reaccionario y conservador se hizo de Ottawa. Las recetas de control y reducción del gasto público, de flexibilización laboral, de reducción o eliminación de las pensiones jubilatorias y de aniquilamiento del aparato estatal arremetieron sin tregua. La privatización de empresas estatales estratégicas fue masiva; la desarticulación del sistema agropecuario como herramienta de desarrollo socioeconómico rural fue un éxito.
Los pilares del PPN, esto es, la industria nacional, la diversificación productiva, las obras de infraestructura y la justicia social fueron partidos en mil pedazos. La firma de los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos en 1989 y 1992 (FTA y NAFTA, respectivamente) remacharon desde afuera las maquinaciones neoliberales de adentro. Anticipándose a las nefastas administraciones que el pueblo canadiense habría de padecer en los noventa (y que continua padeciendo al día de hoy) el ministro de agricultura de entonces expresó en julio de 1989: "Nuestra visión de futuro implica una industria agroalimentaria regida por el mercado. […] una perspectiva que implica el rechazo de la utilidad pública o del concepto socializador de la agricultura".
Pero el festín no parece haber terminado. Por desgracia para el pueblo canadiense, las manifestaciones de su primer mandatario en la reciente Cumbre del G20 hacen suponer una profundización del modelo neoliberal, modelo que desde el `82 a esta parte viene destruyendo al Estado de bienestar en Canadá, por cierto, el mismo Estado y las mismas políticas y conquistas socioeconómicas que con tanto denuedo y esfuerzo viene construyendo el gobierno argentino del 2003 a la fecha.
Director del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (Clicet)