En pocas actividades se dan situaciones tan
paradójicas como con los economistas, ya sea con los que lo son, los que posan
como si lo fueran, y los que actúan como meros gestores de negocios.
Si de un médico se hace público que varios de
sus pacientes con enfermedades menores terminaron en la morgue, difícilmente
podría, pasados algunos años, aconsejar públicamente en materia de medicina y
ser escuchado como una autoridad (a menos que explique y profundice en los
errores que cometió para arribar a esos resultados nefastos). Igualmente pasaría
con un ingeniero al que se le cayeran los puentes y luego sus propuestas sobre
construcción de los mismos fueran escuchadas con atención.
El periodista Alfredo Zaiat en su
libro “Economía a contramano”, página 315, los caracteriza con precisión basado
en la adaptación de un texto del novelista vasco Pio Baroja “sobre la
existencia de distintas clases de españoles, de principio del siglo pasado, es
útil para retratar el vínculo con la economía:
a) los que
no saben
b) los que
no quieren saberlos
c) los que
odian saber
d) los que
sufren por no saber
e) los que
aparentan que saben
f) los
que triunfan sin saber y
g) los que
viven gracias a que los demás no saben"
Economistas y gestores de negocios de
corrientes neoliberales y monetaristas que han conducido a países a situaciones
que victimaron a millones de personas, y que condujeron a crisis de
consecuencias catastróficas, tienen columnas en los diarios dominantes, espacio
en televisión, entrevistas con periodistas que parecen no conocer sus
antecedentes porque los omiten y además les tiran centros para que sigan hablando
como si recién llegaran al conocimiento público. También cuentan con
empresarios que les pagan jugosos honorarios porque sus pronósticos suelen
coincidir con sus deseos, aunque caminen a contramano de lo que sucede.
A su vez, desde el campo opuesto, aquel que
defiende las políticas distributivas, se suele caer en otro tipo de errores:
aquellos de negar la existencia de problemas o la aplicación de una acertada y
oportuna rectificación de rumbos desviados, lo que puede llevar a situaciones
económicas complicadas.
DEBILIDADES HISTÓRICAS DE LA ECONOMÍA
La economía argentina ha tenido diferentes
etapas. La que va de 1880 a 1930 es la “primaria exportadora” en la que
Argentina era la granja complementaria de Gran Bretaña: con el producido de la
exportación de los productos de la pampa húmeda, se obtenían los recursos
suficientes para importar todo lo que industria necesitaba. Cuando el modelo
entró en declinación, por las crisis del capitalismo mundial (Primera Guerra
Mundial, crisis de 1929) fue reemplazado por el de “sustitución de
importaciones” que originó la nueva clase obrera y con ella el peronismo. Todos
los golpes posteriores (1955, 1966 y 1976) se hicieron para desarticular
primero y arrasar después, a este modelo y a su contenido: el peronismo y con él,
a la clase obrera. Entre los inspiradores civiles de los dos primeros,
estuvieron los que querían volver a la economía primaria exportadora; con el
golpe establishment-militar de 1976 (y posteriormente con el menemismo)
estuvieron los que impulsaron y consumaron el modelo de “rentabilidad
financiera”, aquel que nos llevó a pasar de una economía de producción a una de
especulación, con el mercado como un dios y cuyas catedrales fueron los
bancos.
Durante el modelo de sustitución de
importaciones se produjeron de manera cíclica lo que en el lenguaje técnico se
conoció como “estrangulamiento de la balanza de pagos”; es decir, que las
divisas generadas por el sector agropecuario no alcanzaban a cubrir las
necesidades de insumos industriales y bienes de capital. Entonces se recurrían
a los famosos ajustes que entonces implicaban reducir la actividad industrial a
las posibilidades de generación de recursos del sector agropecuario. De ahí la
fuerte reticencia de este sector a la industrialización. A su vez, la debilidad
económica e ideológica de la burguesía nacional compuesta por los empresarios
industriales, la lleva generalmente a repudiar los proyectos que la favorece
(fuerte presencia estatal y sindical), y a coincidir con aquellos que los
ven como un problema a eliminar. El modelo de rentabilidad financiera estalló
con la crisis del 2001.
La apertura indiscriminada, las privatizaciones
como remate, la vinculación irracional del peso con el dólar en un empate
monetario que implicaba una catástrofe a plazo incierto pero inexorable,
implicaba déficits de cuenta corriente y presupuestaria que se cubrían con
endeudamiento creciente.
La notable devaluación del 2001 la produjo el
mercado, pero la convalidó el senador Eduardo Duhalde en el ejercicio de la
presidencia; ello representó una gigantesca transferencia de los sectores
populares y medios a los más altos. La convertibilidad, después de
una década, era una camisa de fuerza que dificultaba las exportaciones,
saturaba de importaciones innecesarias y había exterminado la rentabilidad
interna de las pequeñas y medianas empresas.
En 1983, la incipiente democracia a la que se
accedió luego de una derrota militar, tuvo en su interior un poderoso
caballo de Troya que era la deuda externa. Desde aquel año hasta el 2001, todas
las crisis tuvieron una relación directa e indirecta con el peso asfixiante de
las amortizaciones de la deuda externa que en el 2001 representaba el 166% del
PBI y que hoy apenas alcanza al 46%, aunque probablemente su incidencia es un
poco mayor debido a la sobreestimación del PBI, resultado de la estadística
creativa.
Aproximadamente cada seis o siete años, la
economía argentina en el período democrático tuvo su crisis: en la pre-
democracia, la de 1982, con la estatización de la deuda privada impulsada por
Domingo Cavallo; en 1989, con el estallido inflacionario, reiterado en 1990; en
1995, con el Tequila; el proceso deflacionario reflejo de la crisis rusa y de
los tigres asiáticos en 1998; y la inolvidable del 2001, cuando un modelo
irracional y colonial estalló.
LA ECONOMÍA KIRCHNERISTA
La recuperación de la economía argentina vista desde el 2013 es notable. Pocos
lo podían imaginar en aquellos días, que hoy parecen fruto de la fantasía: las
14 monedas simultáneas; los clubes del trueque; los más de cien mil cartoneros
ingresando por las noches en la ciudad de Buenos Aires, con familias enteras
revolviendo los tachos de basura; las colectas de alimentos en España para
asistir a argentinos indigentes; las colas ante las embajadas; los argentinos
que encontraban en Ezeiza la única salida; el récord de desocupación; una
indigencia que lastimaba los ojos; la pobreza a niveles
desconocidos; las escuelas convertidas en comedores. La recuperación comenzó en
el segundo año de la presidencia de Duhalde. Kirchner, favorecido por una
coyuntura internacional en materia de precios muy favorables de los productos
exportables, le agregó una fuerte presencia del Estado, aplicando políticas
orientadas a la recuperación industrial, una importantísima y fundamental
renegociación y quita de la deuda externa y una política exterior alejada lo
más posible de los organismos internacionales y de las propuestas leoninas del
imperio concretado en el primer caso en el pago al Fondo Monetario
Internacional y la desaparición de sus imposiciones suicidas, y en el segundo
caso en el hito histórico del no al ALCA.
Si Perón contó con las enormes reservas
acumuladas durante la segunda guerra mundial, Kirchner careció de ese respaldo
pero aprovechó un mejoramiento notable de la relación de los términos del
intercambio, con políticas que acompañaron y propulsaron la recuperación. En
los primeros cuatro años, la mezcla de éxitos tradicionales de los gobiernos
populistas (crecimiento, redistribución del ingreso, recuperación industrial,
reducción de la desocupación, de la pobreza y la indigencia) se completó con
dos premisas de los economistas ortodoxos (superávit fiscal y de cuenta
corriente). La enorme devaluación del 2001 con los aspectos negativos que ya se
han señalado, tuvo el efecto positivo de fomentar las exportaciones y de
ponerle un límite natural a las exportaciones, con el crecimiento permanente de
las reservas en un marco de baja inflación. La recesión y deflación desde 1998,
impidió que la gigantesca devaluación del 2001 tuviera reflejo inmediato en los
precios.
El traspaso presidencial de Néstor Kirchner a
Cristina Fernández vino acompañado de una corrida cambiaria y fuga de
capitales. El periodista Alfredo Zaiat en el libro citado, Página 89 consignó:
“Las seis corridas sumaron
60.676 millones de dólares.”
Desde el 2007 se fue
incrementando el ritmo inflacionario. Se tomó la desafortunada decisión de
alterar los índices del INDEC. Off de record se explicaba que era para
disminuir la incidencia de la parte de la deuda que se ajustaba por inflación.
Lo que se omitía es que había otros bonos que se ajustaban por crecimiento del
PBI lo que de esa manera incrementaban su rendimiento al ser el crecimiento del
PBI un cociente entre lo producido en el país en un año dividido por el nivel
general de precios.
Había hasta entonces agujeros por
el cual huían divisas. Legalmente todos podían comprar, si lo podían
justificar, hasta dos millones de dólares mensuales. Las petroleras y mineras
podían dejar lícitamente hasta el 70% de las divisas de las exportaciones en el
exterior.
En los primeros cuatro años se
intensificaron las exportaciones de soja, petróleo y minería. El banco Central
compraba diariamente dólares para que la cotización no bajara y en los
negocios había carteles que decían: “No se aceptan dólares”. Ese era el momento
propicio para iniciar la campaña de la pesificación.
Las exportaciones argentinas tuvieron un desempeño muy exitoso entre 2003 y 2008, con crecimientos, año a año, a tasas de dos dígitos, lo que implicó un crecimiento acumulado del 170% entre 2003 y 2008.
EL PROYECTO ECONÓMICO NECESITA
TALLER
Mientras la inflación interna
real aumentaba desde el 2007 a un promedio de alrededor del 15%, el tipo de
cambio se actualizaba a alrededor del 7%. Los subsidios se incrementaron año a
año sin reparar en los beneficiarios y sin mejoramiento de los trenes y subtes.
Dos veces se intentó parar esta sangría pero ante las protestas se retrocedió.
Cuando se habló de aplicar sintonía fina en el 2011, sólo se avanzó sobre
algunos barrios de la capital, los countries y sobre bancos y casinos.
Resulta contradictorio que un
gobierno nacional y popular esté subvencionando a quienes no lo necesitan y con
ello se hace un uso discrecional e irracional de la energía que es uno de los
agujeros que afecta al balance de pagos. De ser superavitario en
energía, cuando la economía se recuperaba, se pasó a ser muy deficitario con la
economía funcionando a su nivel pleno.
Según un estudio mencionado
por el periodista Marcelo Zlotogwiazda y elaborado por Jorge Gaggero y Darío
Rossignolo para el Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo Argentino
(Cefidar), el 42 por ciento de los subsidios a la electricidad y
el gas beneficia al 20 por ciento de la población de mayor ingreso. Lo que
significa que unos 30.000 millones de pesos por año se dilapidan en ayudar a
gente que no lo necesita. La cifra duplica lo que se destina a la Asignación
Universal por Hijo.
Todo esto da lugar a un mecanismo
perverso: el valor tan bajo del precio del gas y de la luz lleva a un derroche
escandaloso de estos recursos básicos en los sectores medios y altos que
mientras impide el ingreso de más recursos al presupuesto, incrementa la
necesidad de divisas para pagar las importaciones en esos
conceptos.
El deterioro del tipo de cambio
afecta a otra de las fuentes de ingresos superavitarias hasta hace poco como el
turismo, que ha pasado a ser francamente deficitaria, habiéndose ido en este
concepto en los primeros seis meses de año tanto como en todo el 2012,
alrededor de cinco mil millones de dólares. El periodista Alfredo Zaiat
escribió al respecto: “Un artículo de Guillermo Laborda en Ámbito
Financiero, ofrece un dato muy interesante sobre la cantidad de dólares diarios
que el Banco Central entrega a la cotización oficial para abastecer la demanda del
turismo argentino al exterior. Es un monto que más que triplica el
movimiento estimado en el circuito marginal. Precisa que en promedio
son unos 32 millones de dólares por día que salen del Banco Central para cubrir
la cuenta turismo, detallando que 24 millones son por consumo con tarjeta de
crédito en el exterior (el recargo del 20 por ciento es sobre la paridad
oficial y a cuenta del pago de Ganancias y Bienes Personales), 3 millones por
paquetes turísticos, otros 3 millones por pasajes y 2 millones por autorizaciones
de la AFIP para comprar divisas al tipo de cambio oficial.
Está claro cuál es el mecanismo vicioso que se ha generado. Habiendo una distancia del 70% entre el cambio oficial y el blue, todo turista, lógicamente, no vende sus dólares en los bancos y los mismos por lo tanto no ingresan al Banco Central. Se lo compra la guía de turismo, el hotel o el conserje y se desliza por el sector en negro de la economía. En cambio los argentinos que viajan al exterior utilizan sus tarjetas de crédito para sus gastos y sus compras y son subsidiados al cambio oficial. El mercado del dólar marginal efectivamente es pequeño, pero sus efectos son muy depredadores sobre la macroeconomía. Por el mercado oficial se liquida alrededor de 160.000 millones de dólares, sumando las exportaciones y las importaciones anuales. El mercado en negro llegará con suerte a los siete u ocho mil millones de dólares, o sea un 5%. Sin embargo, cuando la diferencia es tan marcada, se fomenta la subfacturación de exportaciones, la sobrefacturación de importaciones, el contrabando, con fortísima repercusión sobre las cuentas públicas. Por eso es claramente un error, reducir la influencia del mercado marginal a su insignificancia numérica.
La solución del problema
energético es a mediano y largo plazo, por lo tanto el monto que se va en este
concepto no es modificable. En cambio los subsidios innecesarios con
destino a quienes no los necesitan y la fuga de dólares por turismo es
necesario abordar en forma perentoria.
Las exportaciones han perdido
significativamente su dinamismo. Entre 2008 y 2012 sólo crecieron 15%.
El modelo kirchnerista tiene
rupturas importantes con el menemismo y algunas continuidades como el haber
mantenido en buena parte la matriz económica heredada. La sojización se
incrementó, junto con la minería donde lo que queda para el país, en ésta
última actividad, es poco relevante. A su vez se incrementó la concentración
(donde está una de las causas principales de la inflación) y la
extranjerización. Mucho más profundo ha sido el avance del kirchnerismo en
derechos sociales, igualitarios y de género, en los derechos humanos, en el
juzgamiento de los horrores del pasado, en la batalla cultural, en fijarle
límites a sectores del poder económico.
La salida del control de
cambios amplio, mal llamado cepo cambiario, adoptado para frenar la fuga de
divisas, tiene un problema: es sencillo entrar pero muy difícil salir.
En algunos aspectos, su supresión, tiene ciertas dificultades análogas al de la
convertibilidad. Se frenó la fuga desenfrenada, pero como las
amortizaciones de la deuda se pagan con reservas, éstas bajan a ritmo
sostenido. Cuando se lo implementó, hace dos años, el 31 de octubre de 2011, el dólar oficial se
vendía a $ 4,24, mientras que en el mercado paralelo se ofrecía a $ 4,49 pesos. La
brecha cambiaria era del 6 por ciento. En estos dos años, el dólar
subió de $ 4,49 a cifras cercanas a $10, que implica un incremento de alrededor
del 120%, mientras que la brecha cambiaria fluctúa en un 67%.
A su vez, son mínimos,
prácticamente inexistentes, los capitales que ingresan, porque no están
dispuestos a cambiar los dólares a la cotización oficial. Al ver tanta
diferencia entre las cotizaciones del dólar, hay soja sin vender, retenidas en
los silos bolsa, a la espera de una devaluación.
Esto ha llevado a la creciente
caída de las reservas. La
pérdida en lo que va del año supera los 9000 millones de dólares, con lo que
sobrepasa en tres veces a la caída del 2012, que no llegó a 3100 millones. También
es importante puntualizar la composición de las mismas, constituidas por
divisas, oro, convenios multilaterales de crédito, colocaciones realizables en
divisas, entre otros, pasando del 48,5% del activo de la entidad al 29,9%,con
mucha presencia de los adelantos transitorios al Tesoro y los títulos
públicos.
Todas estas consideraciones llevan a considerar
que si no se ataca el drenaje de divisas en sus frentes solucionables, puede
divisarse en lontananza la posibilidad de volver a padecer la restricción
externa severa. De ahí los tanteos para regularizar situaciones que permitan
abrir una brecha en el mercado de capitales y pagar vencimientos con préstamos
y no con reservas. El autor de esta nota prefiere en lo posible para
abordar compromisos financieros no recurrir a esos mecanismos, pero también soy
consciente que los ataques políticos que se traducen en corridas cambiarias y
fuga de capitales, si debilitan la posición de reservas más allá de lo
recomendable, es altamente peligroso.
A su vez, si el endeudamiento a largo plazo y
bajo interés se destina a ampliar y mejorar la red ferroviaria y vial, a
invertir en la generación de energía, se deben superar prejuicios pudiendo
resultar plausible y necesario.
Aldo Ferrer ha escrito en BAE al respecto: “La
responsabilidad del Estado en el desarrollo de la infraestructura de
transportes, comunicaciones y energía le confiere una responsabilidad
primordial en el impulso al desarrollo industrial y la resolución de la
restricción externa.”Con relación a la sustitución de importaciones
avanza innovadoramente: “enfatizar que la restricción externa puede
convertirse en eterna, a menos que se resuelvan los problemas que la
determinan…..Es preciso abandonar el viejo concepto de la “sustitución de
importaciones”, que implica reemplazar importaciones actuales por producción
interna, mientras se acrecientan, en mayor medida, las importaciones de los
nuevos bienes y servicios resultantes del incesante progreso técnico. Esto
desemboca, como lo revela la experiencia argentina, en la brecha creciente del
comercio de MOI (Manufacturas de origen industrial) y la restricción
externa. No alcanza con sustituir el presente, es preciso sustituir el futuro
con talento argentino. Debe rechazarse la postura resignada frente a la
inercia de la estructura productiva desequilibrada”.
Hay un cruce de caminos en donde no se puede
elegir entre la mejor alternativa, sino la que resulta menos lesiva a los
intereses nacionales
A su vez, ignorar los efectos
nocivos de la inflación, a la que debe atribuirse una parte de las dos derrotas
políticas del oficialismo (2009 y 2013), aunque fueron triunfos electorales a
nivel nacional, es irritante y autodestructivo. En ese sentido, van las
declaraciones de la subsecretaria de Defensa del Consumidor María Lucila
“Pimpi” Colombo, de que “La inflación no es un problema en la Argentina”. Lo
mismo sucede con el ex ministro y actual senador Aníbal Fernández que la niega,
desde un análisis semántico porque no hay una suba generalizada de precios. Sus
declaraciones suenan parecidas a la letra de aquel corrido mejicano que decía:“El
día que la mataron/ Rosita estaba de suerte/ de tres tiros que le dieron/ sólo
uno era de muerte.”
La inflación es un problema
complejo y multicausal por lo que no queda más remedio en lo inmediato que un
control real sobre los fijadores de precios, un accionar con la ley de
abastecimientos sobre la cadena de comercialización y una rápida e
imprescindible descentralización por barrios y ciudades del Mercado Central.
Indudablemente, esto es muy dificultoso y arduo, pero en algún momento es
imprescindible encararlo.
Con relación a la sangría en
turismo, autos de lujo, mejoramiento para economías regionales con problemas de
competitividad, el desdoblamiento del mercado cambiario resulta en principio
beneficioso, aunque como todo en economía tiene sus
contraindicaciones. Es fácil predecir el lobby de los distintos
sectores económicos para que sus exportaciones se liquiden al tipo de cambio
más alto.
Es imprescindible que el
proyecto económico entre al taller para reparar lo que se ha deteriorado en
estos 10 años, sin entrar en pánico, ni soslayando la profundidad de los
problemas. Ignorar las fallas que aparecen en el tablero del vehículo, es una
actitud primero contraproducente y en segundo lugar autodestructiva. Y que
puede en algún momento dejar al vehículo en la
banquina.
12-11-2013
Escrito por HugoPresman