«Pour nous, une goutte de pétrole a la valeur d’une goutte de sang.»
Clemenceau a Wilson, 1918.
Este
comentario viene al caso por el alboroto internacional armado por el
retorno del gobierno argentino al timón de Yacimientos Petrolíferos
Fiscales (YPF), una antigua empresa estatal argentina. La empresa
Repsol, registrada en España, pero cuya mayoría de accionistas no son
españoles, compró el control accionario de YPF durante la piñata
privatizadora de Menem. YPF maneja el 32% del petróleo y el 23% del gas
argentino. Otras compañías presentes son Chevron, Petrobrás y
Occidental. El siguiente cuadro ilustra la obra de Repsol.
Repsol
sacó millardos de YPF con las instalaciones existentes, sin invertir.
Por eso la Argentina, durante la gestión Repsol de YPF, pasó de ser
autosuficiente y exportadora a tener que importar combustibles al ritmo
de US$ 10.000 millones, en 2011. Más allá de la retórica del Sr. Rajoy,
sobre propiedad e inversiones, los hechos son claros.
Repsol
compró YPF por $15.000 millones, en 1999 y la producción de petróleo
argentina cayó 38,3% y la de gas 25,4%, sin embargo, entre 1999 y 2011,
Repsol tuvo ganancias por $15.728 millones; más de lo que había pagado
por YPF. El futuro de la producción petrolera depende de esa actividad
exploratoria, que es una inversión onerosa y arriesgada y que Repsol
descuidó. Durante su gestión sólo perforó 8 pozos exploratorios, cuyo
costo fue apenas del 0,2% de sus ingresos. Su política de explotar al
máximo los pozos existentes, es una mala práctica porque desequilibra
los flujos y baja la presión natural. Eso dificulta la extracción del
petróleo remanente.
La
expropiación argentina del 51% de las acciones de YPF tuvo el respaldo
abrumador de la opinión pública y del entorno político. Es una decisión
que encaja en la tradición legal del resto del mundo. Fuera de Estados
Unidos, el subsuelo es propiedad pública. Una tradición que viene de la
antigüedad. Roma, Bizancio, la España Imperial, el Celeste Imperio o la
China Popular, Rusia, zarista o soviética, el Imperio Otomano; en la
Europa, Asia, África o América Latina de hoy…
El ambiente internacional petrolero
Las
circunstancias de la producción y el abastecimiento petrolero
internacional hace que la medida del gobierno argentino sea oportuna y
justificada, como lo comprende y apoya casi todo el Congreso argentino.
En América Latina el apoyo fue casi unánime y al Presidente Calderón de
México, lo regaño su congreso por inmiscuirse en un asunto bilateral.
El
argumento del mal ejemplo argentino que aleja inversiones extranjeras
está mal informado. Son el crecimiento económico y los recursos quienes
atraen las inversiones y América del Sur reúne ambos requisitos. Hoy día
es la región que más capitales recibe, tantos que Brasil ha tenido que
poner límites.
La
nota nacional discordante es esa prensa argentina que no informa, sino
que hace oposición. Es allí donde leemos -y resaltadas - las
destempladas reacciones sea del gobierno del PP o de capos del PSOE, que
es lo mismo. Es paradójico, pero si se quiere leer las airadas amenazas
del Sr. Manuel Barroso, Presidente de la Comisión Europea o de Karel de
Gucht, Comisario Europea para Comercio, es mejor comprar diarios
argentinos. La prensa y TV europeas se ocupan del éxito de Marina Le Pen
en Francia, las muecas de Sarkosy o las tribulaciones fiscales de
España, porque al público europeo le tiene sin cuidado las ganancias de
Repsol.
Los peligros del petróleo
Que
el petróleo sea un tema internacional muy peligroso no es un secreto.
Los gobiernos títeres de las empresas multinacionales buscan acaparar el
suministro petrolero para frenar el desarrollo de los “países
emergentes”. Por eso atacaron e invadieron, con pretextos ridículos, a
Iraq y Libia: dos grandes productores con gobiernos laicos e
independientes y … que vendían petróleo a China.
La
invasión de Afganistán tampoco es ajena al tema. Fue para permitir un
oleoducto que transportase hasta puertos paquistaníes del petróleo
turkmeno, uzbeco y tajik, ubicado al norte de Afganistán y cerca de
China. Eso, además, avanzó el cerco de Irán, otro país que vende
petróleo a China.
La
guerra civil del Sudan tiene la misma matriz. Los chinos tenían acceso
al petróleo de Chad y de Sudan. El petróleo del Sudan esta en el sur y
por el sur, atravesando el Darfur, sale el petróleo del Chad. En 2003
comenzó en Darfur una rebelión armada que uso las diferencias religiosas
y tribales hasta dividir el Sudan. El Sudan del Sur fue reconocido
enseguida por las “democracias occidentales” como se decía o por la
“comunidad internacional”, como se dice ahora.
En
la América del Sur, la empresa estatal de Brasil, Petrobrás, descubrió
en 2007 enormes yacimientos en Bacia de Santos, en su plataforma
continental, a 200 y 300 kilómetros mar adentro. El de Tupi ya está en
producción y contiene reservas de unos 8 billones de barriles de crudo
liviano, además de gas natural. Los otros campos están en fase
exploratoria pero se sabe que tienen cantidades mayores de petróleo y
sobre todo de gas. Como por caso, en 2008, Estados Unidos reactivó la IV
Flota, creada en 1942 para vigilar el Atlántico Sur y disuelta en 1950,
por falta de enemigo. El pretexto es el narcotráfico…dicen que reflotó
el Graff Spee.
Un futuro petrolero incierto
Estados
Unidos es, con mucho, la potencia de mayor poder destructivo. Israel es
el país mejor armado del Medio Oriente; por eso, sólo agitando
fantasmas pueden provocar la histeria sobre amenazas a su seguridad. Con
fantasmas justifican agresiones para entregar a las empresas
multinacionales petróleo y otros recursos.
Con
el pretexto de impedir que Irán desarrolle una capacidad científica
nuclear a la que tiene derecho, Estados Unidos prohibió de modo
unilateral el comercio del petróleo iraní. El objetivo es debilitar a
Irán antes de atacarlo para controlar su petróleo, como se hizo con
Iraq. Ese embargo mundial al petróleo iraní parece algo planeado desde
hace tiempo. No se puede sacar un quinto del suministro de petróleo
mundial sin compensarlo con petróleo de otros lados. El plan era ocupar a
Libia, que vendía petróleo a China, para asegurar un suministro a
Europa. El resto lo completaría un aumento del flujo saudita.
El,
asunto se complicó porque Gaddafi no huyó, como anunció el canciller
británico, William Hague, sino que escogió luchar. La guerra contra
Libia sacó de la oferta 1,3 millones de barriles diarios, que Arabia
Saudita prometió colmar, pero no pudo. Durante 10 meses, la NATO
bombardeó y se gastaron millardos, para imponer el caos; todavía hoy día
hay continuas fallas en el suministro.
Las
democracias occidentales usan poca retórica ideológica cuando se trata
de su alianza con Arabia Saudita, una monarquía absoluta y tan
teocrática como Israel. Es que Arabia Saudita en 1973 ya era el primer
productor mundial de petróleo, con unos ocho millones de barriles
diarios. Una supremacía vulnerable, porque sus yacimientos son pocos
pero enormes, están contiguos y todos sobre el Golfo Pérsico. Los siete
más grandes son: Ghawar, Safaniya, Abqaiq, Berri, Marjan, Zuluf y Abu
Sa’fah. Hay dos, Ghawar y Safaniya, que producen un 75% del total.
Arabia Saudita es el comodín petrolero que aumenta su producción cuando
Wall Street o Washington lo pide. Su tope llegó hasta a 12 millones de
barriles diarios.
La
gran explotación saudi comenzó en los 50 con la Arabian American Oil
Company – Aramco, un consorcio de Chevron, Exxon, Mobil y Texaco. En
1974, el gobierno asumió el 60% de las acciones y pasó a llamarse Saudi
Aramco. En 1980 fue totalmente nacionalizada.
Desde
1974, no hay mucho detalle técnico sobre los pozos sauditas. Se sabe,
por una interpelación del Senado a los gerentes de Aramco, que ya en
1974 habían problemas. Los aumentos de producción “para salvar la
economía mundial”, no provenían de nuevos pozos; se abría las válvulas
de los existentes y basta. Eso aumentó la presencia de agua y gas en el
petróleo y se tuvo que construir plantas para separarlos. También se
debía inyectar grandes cantidades de agua, para aumentar la presión.
Desde 1974 no hay nuevos yacimientos, por lo que se puede pensar que en
los “salvamentos” posteriores el método sigue igual.
En
los congresos petroleros, los trabajos de los ingenieros sauditas,
prueban el uso de métodos sofisticados para recuperación. Esos éxitos
técnicos y científicos son también indicio de problemas. La falla
saudita en el caso de Libia y la reciente flexibilidad de Estados Unidos
con Irán, indican que la producción saudita no tiene como remplazar el
petróleo iraní. Pero eso no es garantía de paz, porque la codicia de
psicópatas poderosos aún persigue fantasmas.
Conclusión
La
economía argentina crece entorno al 10% anual, pero perdió la autonomía
energética justo cuando hay amenazas en el abastecimiento
internacional. Es algo que puede suceder cuando algo vital se confía a
empresas cuya única meta gerencial es la ganancia. Argentina tomó la
medida correcta y ahora puede corregir los objetivos errados y coordinar
políticas, en toda la cadena de hidrocarburos, con Brasil y Venezuela,
sus socios en Petrosur.