24 abr 2012

Gana Hollande la primera vuelta Por Roberto Páez González

La primera vuelta de las presidenciales francesas ponen de manifiesto un malestar de la democracia y un malestar de la inserción europea, pero también resalta un horizonte de cambios.
En primer término, se insiste -considerablemente en los grandes medios- en el nivel de votos alcanzado por la ultraderecha de Marine Le Pen, el 17,90%.
Sin duda, el malestar de la inserción europea atraviesa casi todo el electorado porque el presidente saliente al recoger nada más que el 27,18% luce con una desaprobación generalizada tanto de la gestión del quinquenio estrictamente en Francia, como de su brillo internacional y particularmente europeo, en sus danzas y contradanzas con la canciller alemana.
El eje Merkozy consigue, en consecuencia un cuestionamiento de los más consistentes en los últimos años, lo que va a desbordar más de un vaso.
El horizonte de cambios se avizora desde la primera posición de François Hollande con el 28,63% de sufragios, en situación capaz de unificar las fuerzas de izquierda, pero también de dar expresión al antisarkozismo y canalizar el rechazo del neoliberalismo instituido en la Unión Europea.
Con una abstención mínima, inferior al 20%, la primera vuelta del 22 de abril da signos sin ambages. Los ciudadanos franceses se han hecho cargo de la importancia del momento político en Francia y puede colegirse que tienen completamente claro que estas elecciones son decisivas para el panorama europeo.
Si las opciones propuestas por Nicolas Sarkozy están rechazadas, lo están también las políticas empleadas para enfrentar la crisis y sus efectos, es decir la austeridad de los ajustes y la recesión. Eso es lo que muy difícilmente pueda volver con la segunda vuelta.
Todos los comentaristas y voceros políticos recalcan -y por lo menos, saben- que por primera vez en la Quinta República un presidente en ejercicio pierde en la primera vuelta frente al líder de la oposición. Algo que desmiente sus cualidades de timonel, por lo menos vistas desde los tripulantes y los pasajeros.
Entre los críticos más acérrimos se destaca Jean-Luc Mélenchon, cuarto de los contendientes con el 11,11% de papeletas, animador de grandes mitines multitudinarios en París, Marsella y otras grandes localidades, con la participación de gran proporción de jóvenes, hartos de ver taponados sus futuros y entusiastas seguidores de un dirigente abiertamente opuesto a la Europa neoliberal.
Los partidarios de Mélenchon y el Frente de Izquierda, además de tener claro que hay que renegociar los tratados europeos -empezando enseguida por el Tratado de Lisboa- fueron protagonistas en una campaña alegre y multitudinaria y no están pensando en disolverse, sino en organizarse para las nuevas responsabilidades: apoyar al candidato de izquierda más votado -Hollande- y posicionarse para el futuro político del país y de Europa. En su campaña, Mélenchon mentó a menudo a América Latina, habló del apoyo que recibió de Rafael Correa, presidente de Ecuador, y encomiásticamente de Cristina Fernández de Kirchner por la reciente estatización de YPF.
Sin duda, el horizonte de cambios no empieza en el futuro, sino ahora mismo. El rechazo a Sarkozy es el disgusto de verle subordinado a Angela Merkel, la confirmación de que la Unión Europea así no va, el temor de que los ajustes se lleven por delante lo que queda del Estado Social francés, y de cuajo, el fin del márketing de la crisis con eso de que solo se puede ayudar a los bancos, apretarse el cinturón y aceptar los peores años grises -o negros- de la vida. Basta ya, dicen los electores. Y no cambiarán de idea por más que les presenten la marioneta de un gran capitán en medio de la tormenta.
Desde la noche de la primera vuelta Sarkozy empezó a pedir públicamente tres debates. Un debate entre las dos vueltas es lo usual, la regla.
Hollande respondió de inmediato a periodistas que lo interrogaban: ¿por qué no cuatro o cinco?
Por cierto, Nicolas Sarkozy quiere dar a entender que él es el mejor debatiendo y también que Hollande se escabulle, pero salta a la vista que es una chicana, justamente propia de un presidente chicanero que estuvo hastiando a la mayoría de los franceses de todos los signos políticos. Por prueba podemos tomar que varios dirigentes del partido presidencial, UMP, adviritieron que votarían por Hollande y entre ellos nada menos que Jacques Chirac.
La cuestión de la cantidad de debates se asoció en la misma noche con “el voto de sufrimiento” que según un patético candidato vencido atribuyó al abultamiento de los votos de Marine Le Pen.
Pero atraerse esos votos de la ultraderecha más que depender de sus dotes de seductor va a depender del discurso oficial de los dirigentes del Frente Nacional, que tienen la oportunidad como nunca de establecerse en el parlamento nacional y convertirse en fuerza relevante de la oposición cualquiera sea el ganador de la segunda vuelta en las inminentes legislativas.
Es decir que la lógica de destrucción de la influencia política de la derecha oficial por parte del Frente Nacional preanuncia una campaña ostensible contra el candidato Sarkozy y contra la unidad de su partido, la UMP.
Hollande fue por más de diez años primer secretario del Partido Socialista y no está exento de las críticas a que se hicieron merecedoras las formaciones socialdemocráticas, en Europa, por su connubio con la derecha europea en la construcción neoliberal de la U.E.
Sin embargo, ha dejado claro que -entre otras cosas- hay que “renegociar los tratados” y que su tarea será “reorientar Europa al camino del crecimiento”.
En torno a Hollande se aglutinarán, además del Frente de Izquierda, los electores de Europa Ecología-Verdes (Eva Joly obtuvo un 2,31% de votos) y posiblemente la mitad de los votantes del Modem, el partido de centrista dirigido por François Bayrou (que obtuvo un 9,13%). Es posible imaginar que se agreguen votantes que siguieron a Dupont-Aignan, disidente de la UMP, (1,79%) y de los tres menos votados: Nuevo Partido Anticapitalista (1,2%), Lucha Obrera (0,6%) y del partido de Jacques Cheminade (0,2%) y en general de un antisarkozismo larvado sin preferencias de partido.
François Hollande -y con él, millones de electores franceses- creen que van a alcanzar la victoria el 6 de mayo.
En la segunda vuelta, además de todas las contraposiciones ideológicas y políticas se van a enfrentar el llamamiento de Nicolas Sarkozy a los electores de Frente Nacional y la capacidad de arrastre de todos los disgustados con Sarkozy, por parte de François Hollande.
IPSOS ofreció anoche el primer sondeo: François Hollande 54% y Nicolas
Sarkozy 46%. Pero al freír será el reír.
Y el 6 de mayo, el día revelador.