8 abr 2012

El Movimiento Comunero a los/as vecinos/as de la Ciudad de Buenos Aires

Buenos Aires, marzo 31 de 2012.-
La Democracia Participativa exige nuevas prácticas políticas
El ejercicio de la Democracia Participativa supone restablecer valores y adquirir nuevos hábitos, tanto del vecino/ciudadano como de los funcionarios y los partidos políticos. Ponemos a consideración algunas reflexiones sobre la implicancia de su significado.

1.- Participación: derecho y deber. Participar significa ser parte activa de algún tipo de entidad social que  es común a varias personas (un barrio, una comuna, un club, etc.), es decir que no existe participación si no es en referencia a algo superior a cada participante y común a todos sus miembros, y esta participación tiene que estar sometida a ese valor aglutinante, superador de cada uno de sus partes. La Participación, en consecuencia, debe ser CONSTRUCTIVA RESPECTO A LA COMUNIDAD DE LA CUAL SE ES PARTE.

Nuestra sociedad, marcada por el  individualismo y vínculos sociales deteriorados, nos exige estar atentos ante algunas apelaciones al derecho a la participación que no pocas veces se convierten en el justificativo para desenvolver el individualismo más extremo, a costa de deteriorar los vínculos que permiten la unidad en lo común.
Por lo tanto el derecho a participar debe ser equilibrado por el deber de fortalecer y consolidar la unidad de lo común – que eso y no otra cosa es la comunidad – a través de dicha participación.  

2.- Participación y Acción. Existen muchas formas de participar: Hablando, debatiendo, elaborando y/o aprobando decisiones y realizando las acciones necesarias para concretar dichas decisiones.
El protagonismo participativo abarca todas estas instancias y hay quienes se sienten más capacitados para unas que para otras, pero consideramos especialmente a LA ACCION como forma de perfeccionarla, porque es allí donde el compromiso se pone de manifiesto: La participación se hace efectiva en el hacer, en el operar, y, más aún, en el cooperar o sea en el hacer en conjunto.

3.- Participación y Organización. Es indispensable en esta instancia canalizar los debates, las discusiones y los consensos de una manera ordenada, de modo que todos –sin exclusiones- se sientan aportantes a esa construcción colectiva.
La organización de las distintas etapas de ese hacer común – deliberación, decisión y acción – y la coordinación de las diferentes individualidades de sus miembros en cada una de ellas, es un requisito inapelable: La participación sin organización impide actuar conjuntamente sobre la realidad.

4.- ¿Democracia participativa Vs. Democracia representativa? La respuesta a esta pregunta es categóricamente NO. No existe ni debe existir una confrontación entre estas dos formas de gobierno. Para evitarlo se requiere también de una construcción conjunta entre los representantes y los ciudadanos.
Deberemos abandonar la idea en la que sólo los procesos eleccionarios aseguran la representatividad. Con este criterio algunos representantes se sienten y conciben como los únicos que pueden hacer política, es decir se convierten en el "monopolio de la política", excluyendo al resto de los miembros de la comunidad de toda Participación que no sea ir a votar el día de las elecciones. Es esta monopolización de la política lo que cuestiona profundamente la Democracia Participativa.
Si los representantes – cualquiera que estos fuesen – en lugar de monopolizar y excluir a los ciudadanos de sus resoluciones, apelan a la necesaria Participación en las decisiones y se someten al control de sus acciones para implementarlas, y los ciudadanos por su parte asumen el compromiso al que son llamados desde la PARTICIPACION ACTIVA, unos y otros podrán actuar en perfecta coordinación y armonía en beneficio del bien común.
En síntesis: La democracia participativa no excluye la representatividad, sino que la integra y articula con la participación ciudadana permanente, para enriquecer la toma de decisiones, en beneficio de la comunidad toda.