14 mar 2012

Modelos, Miradas y Carpinteros

Por Alejandro Robba, economista de la gran maKro y UNM
Lo que sucedió en la Argentina y ocurre en Grecia es la elección  de su integración económica

Lo ue sucedió en la Argentina y ocurre en Grecia es la elección de su integración económica
En el mundo de los economistas ortodoxos y de las editoriales de medios especializados en negocios, es habitual que se afirme que en Europa se expresan dos modelos, el griego y el alemán. El primero, donde existiría un "problema de gobierno", y como sus políticos malgastaron y además informaron maliciosamente sus cuentas fiscales, los mercados reaccionaron negativamente, llevando a ese país a la restricción del crédito y a la recesión. Del otro extremo, Alemania, donde Merkel se habría abocado a resolver el problema de la deuda griega pero se encontró con un dilema, los griegos no eran alemanes y aunque ella explicó bien las medidas, el pueblo heleno reaccionó irracionalmente, haciendo fracasar la gestión de la buena política. Es decir, todo es cuestión de conducta ciudadana y de cómo los gobiernos explican sus políticas.

¿Pero todo este razonamiento hacia donde apunta generalmente? A concluir que en Grecia pasa lo mismo que en la Argentina actual: seríamos una especie de helenos rioplatenses.
Se puede discutir este análisis desde varias dimensiones. ¿El alemán y el griego son dos modelos, o es el tipo de integración europea la que permite estos diferentes resultados del tipo centro-periferia? ¿Grecia hoy se parece a la Argentina actual o a la de los noventa? Por último, el argumento de las conductas diferenciadas por raza o región ya era pontificado por Domingo Sarmiento con la antinomia Civilización o Barbarie del Facundo, y se parece mucho a las ideas que esgrimían Anne O. Krueger y otros funcionarios de organismos internacionales que antes y aún meses después de diciembre del 2001, sostenían que el problema no era la Convertibilidad sino que éramos los argentinos (griegos gauchos) y que un carpintero norteamericano (alemán, para su remake europea) no tendría por qué pagar el desbarajuste de un pueblo que es más proclive a gastar y a holgazanear que a ahorrar y a apretarse el cinturón.
En realidad, lo que sucedía en la Argentina sarmientina, o durante el modelo de valorización financiera 1976-2002 y ocurre actualmente en Grecia, es la elección que los países hacen en su integración económica regional e internacional, que tiene más que ver con relaciones de poder y de fuerza que con actitudes individuales o colectivas de sus habitantes. Es decir a mayor soberanía política interna, menor sumisión internacional.
En estos casos, no hay mejor modelo explicativo que el análisis centro-periferia de los estructuralistas latinoamericanos, donde el centro digita y ordena la economía mundial, y la periferia lo abastece subordinadamente de materias primas y paga religiosamente sus intereses de deuda. Este esquema, que si bien fue desarrollado a mediados del siglo XX, explica claramente tanto la integración pasiva de la Argentina al mercado internacional del siglo XIX con sus dos dimensiones: Londres-Buenos Aires y Buenos Aires-Interior del país; como el período de superendeudamiento externo y valorización financiera que terminó en el año 2003. Asimismo, también se revela una causalidad del tipo centro-periferia en el modelo de integración europea, con países núcleo como Alemania y Francia, y una europeriferia. Es decir, a Alemania le va bien porque a la europeriferia le va mal y eso nada tiene que ver con el grado de vocación al trabajo de sus pueblos.
Pero ni Presbich, ni los demás cepalinos, contaban con el desarrollo del capitalismo financiero ni con el advenimiento de sus hermanas, las calificadoras de riesgo que son quienes actualmente eligen qué países son centro y quienes dejan de serlo. Hace poco tiempo le tocó a Francia que previamente mostraba sus AAA como bandera a la victoria de la reelección presidencial. El caso de Alemania es de mayor consolidación como centro ya que sus bancos y empresas toman a la europeriferia como principal mercado, lo que le permite ser el único país que crece, mientras los demás se estancan o se hunden. Un tipo de integración como esta, donde el centro es comercialmente superavitario a costa de su periferia, y donde los únicos privilegiados no son los niños sino los bancos, no tiene futuro: o la banca acreedora pierde o la Eurozona de desarma.
Pero volvamos a la supuesta similitud entre Grecia y la Argentina actual. La primera esta sobreendeudada, con elevadísimos déficit fiscales, alto desempleo, sobreajustada y en recesión; y su inserción internacional se decide en Berlín, ni en Bruselas y menos en Atenas. El vodevil de las últimas semanas sobre los condicionamientos para lograr nuevos desembolsos es una muestra.
Por su parte, en nuestro país, la integración internacional es diferente, le vendemos a quienes crecen, y discutimos de igual a igual con nuestros socios comerciales por una sencilla razón; recuperamos la soberanía política a través de un gobierno que retomó iniciativa, puso en orden la economía y estableció un modelo de desarrollo con inclusión, donde fue fundamental el proceso de desedeudamiento 
externo.
En este punto existe otra discrepancia con los economistas ortodoxos y especialistas en negocios, lo que ellos reconocen como mala política argentina, no es otra cosa que la recuperación en estos años del Estado como regulador de la economía, usual en los países centrales pero mal visto en estos suelos. Basta sólo ver quienes han salido a criticar la acertada medida de reformar la Carta Orgánica del BCRA, para saber que va en sentido de favorecer los intereses populares.
Para avanzar en la caracterización de los logros económicos de los últimos años en nuestro país, recurrimos a un reciente artículo del CEPR (Center for Economic and Policy Research) con sede en Washington (www.cepr.net) firmado por Weisbrot y Ray, que aseguraría no son kirchneristas. Allí se afirma que el rápido crecimiento de la economía argentina no se debe al viento de cola (commodity boom) sino a decisiones de política económica. En efecto, los autores expresan que la pobreza ha caído, así como la desigualdad, la mortalidad infantil y el desempleo y que si bien la inflación es elevada, "el gobierno tomó la mejor decisión, no bajar los precios sacrificando crecimiento" y cita a Corea que experimentó también tasas elevadas de inflación mientras pasaba de ser un país pobre a uno de ingresos altos. Por último sostienen que el éxito argentino tiene importantes implicancias para Europa, es particular para Grecia ya que se mostró un camino distinto al del ajuste para salir de la crisis.
Sin caer en localismos autorreferentes, es sabido que el modelo argentino -con sus aciertos y deudas pendientes- está siendo estudiado no sólo aquí sino en otros países, aun en aquellos que hablan la lengua de la Sra. Krueger y de sus carpinteros prodigiosos, quienes perdieron sus ahorros y sus empleos no por las malas conductas latinas sino por las burbujas financieras en EE.UU y Europa.