12 mar 2012

Entrevista a Roberto Feletti. Diputado Nacional Por Gabriel Bencivengogbencivengo@miradasalsur.com

Domingo 11 de marzo de 2012

La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central constituye un punto de inflexión. El avance hacia la pesificación de la economía, la orientación del crédito y el fin del enfoque monetarista ganaron el centro de la escena.La reforma implica concluir con un largo período de enfoque monetarista. Es descolgar el cuadro de Milton Friedman del Banco Central. En otras palabras: se trata de iniciar el camino hacia un país con una moneda que sea autónoma del nivel de reservas”, asegura Roberto Feletti, titular de la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados. En diálogo con Miradas al Sur, el ex viceministro de Economía subrayó que durante muchos años se pensó que la Argentina no podía tener un peso si no había un dólar que lo respaldara. “Incluso durante la crisis de la convertibilidad, hubo quienes querían que el país suprimiera su propia moneda dolarizándola. Esta reforma es un avance hacia la pesificación de la economía nacional. No es otra cosa que la institucionalización de la política que el Banco Central ejecutó desde la llegada de Mercedes Marcó del Pont”, enfatiza. El señalamiento apunta a remarcar las diferencias con el programa monetario diseñado por Martín Redrado. “Con el cambio de rumbo, la entidad empezó a pensar la política monetaria como una respuesta a la demanda de medios de pago de la economía. En otras palabras: como una herramienta que debe favorecer el nivel de actividad. Esto supone relativizar la visión según la cual la moneda es sólo un medio transaccional recambiable por el nivel de reservas”, subraya Feletti.

–Desde la oposición y las usinas liberales se critica con dureza la reforma…

–Esta carta orgánica que estamos modificando es la que dejó al país sin prestamista de última instancia cuando se produjo la crisis de 2001. No es real que el esquema de la convertibilidad haya generado un período venturoso para el sistema financiero. A lo mejor sí lo generó para algunos bancos y banqueros, pero no para el país y la sociedad en su conjunto.

–La principal crítica apunta a que la reforma modifica sustancialmente la idea, hasta ahora dominante, que las reservas deben tener una correlación directa con el circulante.

–Esa visión impidió que el país usara la política monetaria, coordinada con la política fiscal, como herramienta contracíclica. Otro punto muy importante del período que desemboca en la crisis de 2001 es que el país sólo podía financiar un desequilibrio fiscal o externo tomando deuda. Si el desequilibrio era recurrente, el resultado era la acumulación de deuda. Ese camino se desanduvo. Se bajó el nivel de la deuda y aumentaron las reservas, que hoy son muy superiores a las que había durante la convertibilidad. También es bueno señalar que el nivel de monetización que tiene la economía con relación al producto bruto no es superior al que existía durante los noventa, cuando se hacía el elogio de la estabilidad monetaria. Hoy, el coeficiente de monetización sigue siendo de treinta puntos, pero con una economía totalmente pesificada y sin riesgos de corrida contra el peso. Un cambio sustancial.

–¿Que demuestra esta situación?

–Que con solvencia fiscal y externa, sumadas a un menor nivel de deuda y mayores reservas, se puede empezar a tener moneda. Que podemos tener soberanía. Este es el recorrido. Se trata de desandar un camino que destruyó la moneda nacional y que tiene como hitos la hiperinflación del ’89, la destrucción de parte del sistema financiero en los ’90 y el crack final de 2001. Insisto: esta carta que aún nos rige es la que permitió, sobre todo, las crisis del ’95 y 2001.

–Pensando a futuro y en un reclamo permanente de las pymes, ¿qué posibilidades abre la reforma en materia de crédito?

–Que el Banco Central podrá intervenir por la vía de diferentes mecanismos desvinculando la capacidad de préstamo del sistema de la captación de depósitos…

–La Argentina tiene una baja relación entre crédito y producto bruto...

–Sí. Ronda el 12%. Pero, además, lo que se advierte es que muchas veces el crédito no se orienta a los sectores que más lo necesitan. El mercado no asigna correctamente los recursos. Esta facultad que se le entrega al Banco Central para intervenir a través del sistema financiero, sea por la vía de encajes, redescuentos o tasas de interés, es fundamental para corregir los defectos de mercado. Lo que se busca es proveer fondos de más largo plazo y más bajo costo.

–¿Resumiendo…?

–Dos aspectos muy importantes. Por un lado, se trata de darle poder al Banco Central para otorgarle una cierta autonomía en materia monetaria para preservar el nivel de actividad sin desatender al sector externo. Por otro lado, intervenir en el mercado de crédito.

–El aspecto más cuestionado por la oposición se refiere a las reservas.

–Durante la crisis del Tequila, cuando eran intocables, e incluso la ley las calificaba como intangibles, se perdieron un tercio de las reservas. El desempleo trepó del 12% al 18% y se destruyeron cien mil empresas. Esa intangibilidad no sirvió para nada. Los 25 mil millones de dólares que había en el Banco Central sólo sirvieron para financiar la fuga de capitales provenientes de las ganancias que habían hecho los grupos económicos más concentrados. En 2001, se fueron dos tercios de los 30 mil millones de dólares que había de reservas. Otra vez, por la pasividad absoluta de un Banco Central que favoreció, nuevamente, a los sectores más concentrados. Esto mientras el país quebraba. Todo lo contrario de lo ocurrido durante la crisis global de 2009, cuando la decisión política fue usar parte de las reservas para pagar deuda, lo que evitó someterse a una ajuste fiscal que deprimiría el mercado interno.

–Otro tema cuestionado con fuerza por la oposición es la ampliación de la capacidad de financiamiento al Tesoro Nacional por parte del Banco Central.

–Ese tema se discutió en la Comisión de Presupuesto y Hacienda. En realidad, se trata de una modificación mínima y de carácter excepcional.

–¿En función de qué parámetros está esa modificación?

–En función de los supuestos del Presupuesto 2012. Lo que nosotros vemos es que la economía tendrá una desaceleración durante el segundo semestre del año. Una parte importante de la recaudación, sobre todo el impuesto al valor agregado y el impuesto a las ganancias, que están atados al ciclo. La desaceleración provoca una baja en la recaudación. Por eso la corrección. De allí la necesidad de ampliar la capacidad del Banco Central para asistir al Tesoro Nacional. Lo que buscamos es atenuar el ciclo.

–¿Eso es todo?

–Es todo. Los que se desgarran las vestiduras son, en su mayoría, los que fugaron o facilitaron la fuga de las reservas y provocaron el endeudamiento. Para ellos, la única lógica es la que implica que el país no puede tener moneda y debe recurrir al endeudamiento cuando tiene que afrontar un desequilibrio fiscal o externo.

–Vuelvo sobre el tema de las reservas. De cara a una economía que sigue siendo bimonetaria, ¿no se corre el riesgo de que sea el mercado, o los grupos concentrados, los que fijen el nivel de reservas?

–La apuesta es, justamente, corrernos de esa mentalidad, del temor permanente al golpe de mercado… No está mal que las reservas sean un reaseguro frente a una corrida contra la moneda nacional. Sin embargo, en la medida en que haya una mayor demanda de pesos, y en la medida en que el Banco Central correlacione correctamente esa demanda con el nivel de transacciones y con el ahorro en moneda nacional, siempre que haya solvencia externa, el nivel necesario de reservas tiende a ser menor porque el riesgo es menor…

–Es una apuesta al mediano plazo…

–No hay recetas mágicas. Nos llevó ocho años desandar el camino del endeudamiento y del déficit fiscal permanente. Debemos comenzar a revertir la bimonetización. Es un camino que nunca se va a desandar del todo, pero es imperioso llevarlo a niveles más tolerables para una economía que hoy es la vigécimotercera del mundo. Tampoco puede ser que tengamos un coeficiente de monetización tan bajo y se repudie a la propia moneda con tantos años de crecimiento a tasas importantes. El peso tiene que poder expresar algún nivel de reserva de valor, porque nuestro país tiene valor. Hay que manejar la política monetaria de forma tal que el peso comience a ser aceptado.

–¿Cuál es la condición de posibilidad?

–La convergencia de la estabilidad cambiaria alcanzada con niveles razonables en materia de tasas de interés y expectativas inflacionarias. Tampoco vamos a quedar inermes frente a la posibilidad de un golpe de mercado. Un país que tiene un producto bruto de 400 mil millones dólares, 40 millones de habitantes y 2 millones 800 mil kilómetros cuadrados puede tener una moneda.

–Una vez aprobada la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, ¿cuáles deberían ser los parámetros para fijar un nivel razonable de reservas?

–Eso lo irá fijando el directorio del Banco Central. Por el lado externo, seguramente lo hará a partir de las perspectivas de la balanza comercial y de las obligaciones de deuda en el corto plazo. Desde el lado monetario, las variables son la cantidad de moneda circulante y los depósitos. El nivel óptimo se irá viendo en la medida en que se consolide la demanda de pesos. Bajo nivel de endeudamiento y cuenta corriente superavitaria son esenciales.

–Algunos economistas sostienen que hay desborde fiscal y monetario…

–No lo hay. Durante los años 2010 y 2011 hubo políticas expansivas en ambos sectores, pero muy correlacionadas. Lo que será novedoso en materia de coordinación será la orientación del crédito. Habrá que medir quiénes son los demandantes y cuáles son los criterios para el otorgamiento.

–¿Cómo deberían ser esos criterios?

–En algún momento, desde los ministerios de Economía e Industria, pensamos que debían pasar por la generación de empleo, el ahorro de divisas y la innovación tecnológica. Los que cumplan esos requisitos deberían ser los proyectos productivos elegibles. Sin embargo, es un tema que decidirán las actuales autoridades económicas.

–La discusión del crédito supone un cambio de paradigma con relación a la forma en que las entidades miden los riesgos. ¿Podría el cambio alterar la solvencia del sistema financiero?

–Lo que afectó la solvencia fueron la desregulación absoluta y el apalancamiento sin límites. Lo que está haciendo el Gobierno es forzar a una mayor capitalización de las entidades al exigirles un menor giro al exterior y un menor reparto de las utilidades. Lo que se pretende es que los bancos ponderen los flujos fututos de las empresas y la viabilidad del proyecto, más que la situación patrimonial al momento de pedir el préstamo. Hoy, la calificación está dada por los activos de la empresa, con lo cual terminan dándoles dinero a los que menos la necesitan.

–¿Alcanza con la reforma de la Carta Orgánica para generar una banca especializada? Hay quienes piensa que no.

–Es un largo debate. El Banco Central tiene herramientas para avanzar hacia una banca más especializada. Sin duda, sería bueno imaginar una tipología nueva, que salga del banco comercial y universalista que domina el sistema actual. Lentamente habría que ir hacia ese objetivo.

–Vale decir que es imaginable y deseable una nueva ley de entidades financieras…

–Estamos en una etapa previa. Del mismo modo que cambiamos y probamos durante dos años la política monetaria que hoy estamos institucionalizando, a los mejor avanzamos con hechos en el sentido de la pregunta y, mientras tanto, vamos pensando en una ley que convalide una tipología que incluya bancos especializados. Si el Banco Central pone la mirada, y no dudo que lo hará, en segmentos que intermedian recursos por fuera de los que son las entidades financieras formales, como en el caso de las mutuales, ahí puede empezar a gestarse un nuevo tipo de banco. Seguramente, habrá a futuro un debate sobre la necesidad de una banca especializada. La banca pública giró hacia esa especialización por la vía de empresas satélites. Los bancos Nación y Provincia lo hicieron ante la necesidad de atender demandas puntuales del sector productivo.

–No es, en general, el caso de los grandes bancos privados…

–Ahí prima la lógica de captar fondos a través de grandes redes de sucursales para aplicarlos en los grandes centros financieros.

–¿Se los puede redireccionar?

–La ley que se está discutiendo prevé la necesidad de un balance entre rentabilidad y servicio. Hay que ir hacia otro lugar, pero es difícil. La lógica con la que se construyó el actual sistema financiero tiene una década. Está claro que ese modelo de banca no le sirve al sistema productivo.





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