14 ene 2012

La remake del 2009 Por Alejandro Robba *

Llega el verano y se repiten como en 2009 las mismas predicciones de lo que vendrá y al final no ocurre. Con similares argumentos, que se basan en no entender cómo viene funcionando la economía argentina del 2003 en adelante, ya se empiezan a cubrir centímetros y centímetros sobre los efectos que tendrá la crisis de los países centrales sobre el nivel de actividad local. En primer lugar hay que decir que el mismo presupuesto nacional reconoce que la actividad del 2012 se va a desacelerar respecto de los impresionantes indicadores del 2011, el mejor año económico de los últimos cuatro, aun con un mundo que se estanca.
Pero para prever el 2012 se deben analizar los años previos y –en particular– cuáles fueron los motores del crecimiento. Es interesante cómo los grandes medios demonizan un concepto y luego sale todo un coro de repetidores que van agregando nuevas interpretaciones y se van –digamos– dando manija. El consumo interno en la Argentina posconvertibilidad ha sido el principal motor del crecimiento, y la inversión, el agregado que más creció en términos porcentuales.
Pero para los medios, la oposición y los economistas corporativos, el consumo es una “fiesta”, es decir algo pasajero, reprochable, festivo y con un final cercano, y la inversión es el talón de Aquiles del modelo, ya que al no haber clima de inversión ni seguridad jurídica, y al exacerbarse el consumo, ésta no crece lo suficiente y así se genera menos empleo, inflación y demás maleficios, que deben superarse enfriando la economía.
Lo que hay que saber es que el consumo no es una fiesta, sino un motor creciente y persistente que amplía el mercado y que la inversión está en niveles históricos record respecto del producto, casi llegando al 25 por ciento del PBI, número fetiche para muchos economistas –aun heterodoxos– que veían imposible alcanzar esa cifra en tan corto plazo. Con estos niveles impactantes de inversión, el hit actual es que el problema no es que la inversión es baja, sino que es de mala calidad (muchas construcciones) y además está “ensuciada” por el “alto” nivel de la inversión pública. Estos argumentos son insostenibles y dan para una nota ampliatoria.
Volvamos a la relación consumo-inversión. ¿Dónde está el problema? En que consumo e inversión no son agregados de suma cero sino que se potencian y estimulan. En primer lugar, no existe ninguna desconexión entre consumo e inversión. Si se observan los niveles respectivos per cápita en la Argentina, se comprueba que ambas variables mantienen una altísima correlación (casi perfecta). De modo que no sólo no existe trade off entre consumo e inversión (ambas crecen al mismo tiempo), sino que las dos variables exhiben una íntima vinculación.
Pero la evidencia muestra que, en realidad, la inversión crece porque el PIB crece (y no al revés) gracias a las exportaciones, el consumo y el gasto e inversión pública. Es un asunto de lógica: los empresarios sólo aumentarán la capacidad productiva si el mercado para sus productos es más grande. Por tal razón, para que la crisis no impacte o sus efectos negativos sean menores, el gobierno nacional –y eso se expresa en el presupuesto– seguirá estimulando el consumo interno como lo hizo en el 2009 y veremos nuevas medidas donde se apliquen recursos no achicándolos, sino dirigiéndolos donde multipliquen más sobre el nivel de actividad. ¿O qué es sino la sintonía fina?
Al respecto, el ímpetu que experimentó la actividad económica en el bienio 2010-2011 ha sido importante para asegurar altos niveles de inversión y apuntalar mejores niveles de actividad en el 2012. Un trabajo reciente de Matías Vernengo en Naked Keynesianism afirma que, de los cuatro grandes de América latina (Argentina, Brasil, Chile y México), sólo Argentina no bajó el gasto como porcentaje del PIB en 2011, mientras que en los otros tres la reducción fue de 0,3, 0,5 y 1,2 del PIB, respectivamente. También señala que la mejor forma de enfrentar la crisis no es a través del lente de “gestión de crisis”, sino que la fórmula son las políticas contracíclicas que impulsen el crecimiento y amplíen y promuevan mayores niveles de bienestar, empleo y equidad en la región. Así de simple es el tema, estimular el consumo público y privado favorece la inversión y no la ahoga. Sólo hay que explorar las estadísticas, que como los libros, no muerden.
* Economista y docente universitario.