5 jun 2011

“En la elección porteña se enfrentan la inclusión contra la exclusión”


Entrevista a María Pía López La socióloga y ensayista analiza el escenario electoral en la Ciudad y en la provincia de Santa Fe. Sostiene que el kirchnerismo debe seguir reiventándose y lanza una crítica mirada sobre la presencia de Beatriz Sarlo en el programa 6,7,8. “No hay modo de ir a la televisión y salir indemne”, sostiene.   
En este momento histórico en el que las conversaciones sobre política y militancia irrumpen un sábado a la noche, se meten en el asado del domingo, pelean codo a codo con las discusiones futboleras en el café del lunes, y una emisión de 6,7,8 lidera el ránking de Youtube y figura cuarto en la cantidad de tweets mundiales; los intelectuales, su visión de la vida pública y los temas que los involucran tienen una trascendencia inédita. Estas características de la época, sumadas al año electoral en curso, definen a una actualidad política vertiginosa y apasionante. En este contexto, las reflexiones de una pensadora como María Pía López aportan, a la vez, una mirada sagaz, matizada y comprometida. Capaz de nombrar, razonadamente, las virtudes del kirchnerismo como de marcas los riesgos que implica acomodarse a la ola triunfalista que parece envolverlo.   
Socióloga y ensayista, López es una de las voces y plumas más inspiradas del espacio Carta Abierta. Recientemente, Beatriz Sarlo la invitó a debatir en persona. En esta entrevista con Tiempo Argentino, la autora de Mutantes, trazos sobre los cuerpos, analiza el escenario que se abre en la Capital Federal y en Santa Fe, elogia a la juventud que participa, habla de la necesidad de que el kirch-nerismo se siga reinventando y deja, para el final, un balance crítico del programa de 6,7,8 en el que participaron Sarlo, Ricardo Forster y Gabriel Mariotto.        

–¿Cómo ves el escenario que abre en la Ciudad de Buenos Aires con la fórmula Filmus-Tomada y con la candidatura de Agustín Rossi en Santa Fe?
–La elección en la Ciudad de Buenos Aires me parece una de las más complejas porque sigue habiendo un grupo de votantes de derecha con fuertes componentes racistas que apoyaron a un gobierno macrista que piensa en una ciudad excluyente. En la elección porteña se enfrentan la inclusión contra la exclusión. En relación a la candidatura de Agustín Rossi sería muy importante que llegue a la gobernación de Santa Fe. Es uno de los dirigentes más relevantes e interesantes en términos de construcción política y con más posibilidades de proyectarse hacia el futuro. El resultado que consiga Rossi ahora significa que puede ser una alternativa a Scioli después.
–¿Cómo ves a la militancia juvenil que multiplicó su participación en los últimos tiempos?
–Es extraordinario que muchos jóvenes no sientan que la vida política es una mácula, sino parte de una experiencia que es muy gratificante transitar y vivirla con entusiasmo. Hay una posibilidad enorme porque hay miles de jóvenes dispuestos a comprometerse y actuar. Lo único que veo con cierta reticencia es que, en muchos momentos, opera una suerte de cierre litúrgico alrededor de un peronismo anterior. El entusiasmo no es acompañado por formas generacionalmente propias sino yéndose al peronismo de los ’40 y ’70. Pero el peronismo también fue el menemismo, un agente de la destrucción política y social. Asusta el retorno al peronismo en bloque porque eso contiene a Menem, la minería a cielo abierto, formas provinciales muy espurias y la represión a los qom. La identidad política peronista, que es genuina en muchos militantes, no tiene que actuar como barrera frente a estas problemáticas. La pregunta que tiene que atravesar a la juventud es la pregunta por la emancipación.
–En la presentación del libro Kirchnerismo, una controversia cultural, de Horacio González, afirmaste que este proceso necesitaba menos soldados y más intérpretes, ¿por qué un escenario tan favorable para el kirchnerismo, como el actual, tendría esa necesidad?
–Lo que dije es parte de una discusión más amplia respecto a qué es el kirchnerismo. Lo más interesante de este proceso político es el grado de reinvención que tuvo en relación a ciertos temas y acontecimientos nuevos. Incluso, de reinvención frente al peronismo, porque el kirchnerismo portó novedades. El kirchnerismo nos exige mucha interpretación porque no podemos entender lo que significa, lo que promete, lo que abre, sin pensar en esa disidencia interna que tuvo desde el principio. Y, quizás, las formas anteriores de la narrativa política no alcancen a dar cuenta de la actualidad que representa el kirchnerismo. Por eso, es imprescindible seguir contando con esa capacidad creativa. Cuando uno se presenta como soldado lo hace ante algo que tiene un cierre formulado, mientras que la idea de la interpretación nos lleva a un debate y una controversia respecto al sentido de los acontecimientos. De todos modos, no habría que pensar tan separadas a estas dos formas porque, en toda militancia, existe ese doble plano: el del compromiso que te puede llevar a acompañar aun con disidencias internas y, al mismo tiempo, la una interpretación libre de los acontecimientos.
–En tu último artículo señalaste que habría que sustituir el término “batalla cultural” por el de “hegemonía cultural”, ¿cuál sería la diferencia y la ventaja del segundo respecto al primero?
–La oposición, que se reclama republicana, desvirtuó la palabra hegemonía diciendo que el gobierno era hegemónico en el sentido de una supuesta búsqueda de poder total. Pero la palabra-concepto hegemonía tiene mucho interés y hay que recuperarla porque supone la capacidad de convertir ciertos valores, aparentemente sectoriales, en valores comunes. Con la Ley de Medios ocurrió eso. Era un reclamo sostenido por un colectivo heterogéneo de la sociedad civil y el gobierno, el grupo político mayoritario, aceptó ese movimiento y construyó un consenso social a favor de la democratización de los medios audiovisuales. Eso es lo que también hizo el kirchnerismo con el matrimonio igualitario. En estos casos, también pasó algo interesante que fue que podemos estar de acuerdo en cuestiones concretas tanto kirchneristas como sectores del progresismo y de la izquierda que no lo son. Ese movimiento político me parece más interesante que pararse inflexiblemente desde una tradición política inconmovible. En los últimos tiempos se usó mucho la idea de batalla cultural, incluso desde Carta Abierta, pero ahora pretendo señalar los riesgos que implica defender sólo las propias banderas sin generar confluencias en que lo común aparezca más allá de las diferencias partidarias.
 –¿Por qué ahora estaría ese peligro?
–A veces me da temor que el apoyo masivo genere que los que participamos desde adentro tengamos menos disposición para escuchar lo que viene desde otros espacios de la vida pública. Desde 2003, el kirchnerismo atravesó una época muy signada por la fragilidad, muy agónica, siempre recibiendo ataques desproporcionados. Ahora estamos en el primer momento en el cual este movimiento político tiene una fuerza explícitamente mayoritaria y arraigada. Por eso mismo, es importante mantener los elementos novedosos que hicieron del kirchnerismo un proyecto transformador.   
–En tu libro Lugones, entre la aventura y la cruzada, ubicás al poeta como un nombre clave de la historia intelectual argentina y tratás de rescatar críticamente su legado, ¿intentás la misma recuperación que proponés hacer con otros nombres de la cultura nacional que fueron furibundos gorilas, como Borges o Martínez Estrada? 
–Muchas veces lo popular está pensado desde sus adversarios, y es en ellos, en estos críticos, donde podemos encontrar versiones descarnadas e interesantes. El Facundo tiene ese valor porque analiza la cultura popular rural del siglo XIX de un modo exquisito. Y cuando piensa la figura del baqueano, del payador, lo hace de un modo que no se había hecho antes. Descartar a Sarmiento en nombre de la tradición nacional y popular significa descartar, también, un modo de pensar lo popular que estaba planteado con agudeza por el propio Sarmiento. Es el mismo caso en Borges o Martínez Estrada. Claro que no hay que comprarlos en paquete y aceptar lo que tuvieron de incomprensión o condición reactiva. Pero sí leerlos en función de una nueva comprensión del mundo popular. En Lugones me obsesionaba más el personaje que lo que se pudiera recuperar de su figura. Me obsesionaba Lugones como gran converso que va tomando distintos compromisos políticos y que va modificando su presencia pública. Sin embargo, si algo explicaba todos sus cambios es que desde el principio hasta el final, desde su juventud socialista hasta su elección fascista, sigue cultivando una idea muy jerárquica de lo que es ser un intelectual. Esa desconfianza y menosprecio hacia las masas ya estaba en el Lugones socialista y no por nada llamó La Montaña a su revista con José Ingenieros.   
–¿Cómo analizás la emisión de 6,7, 8 en la que participaron Beatriz Sarlo, Ricardo Forster y Gabriel Mariotto como invitados?
–Hay una situación de la que quisiera partir, que es el fenómeno de 6,7, 8 en general. El programa postula que hay que deconstruir críticamente el discurso de los medios pero hace explícita la reticencia a poner en discusión el modo en que el programa participa de las lógicas televisivas. Se basa en producir una serie de montajes que son absolutamente intencionales porque, en ningún momento, se realiza un recorte de todo lo que existe sobre el tema, sino sólo de aquello que sirve para un combate político determinado. Sí hay que destacar que esto lo hace declarándose parcial, a diferencia de TN, por ejemplo, que se declara independiente y que cuando lo recorta dice que es objetivo. Igualmente, como 6,7,8 no tiene ningún prurito en declarar esa parcialidad termina expresando una lógica muy autocomplaciente. Parte del programa es una muestra del propio “seissieteochotismo”. Y lo que sucedió con Sarlo es que no pudieron resistir el efecto de que alguien les dijera que estaba mal hecho el informe. Fue un acto de ingenuidad del programa porque Beatriz Sarlo, hace un mes, publicó su libro La audacia y el cálculo, en el que le dedica un capítulo entero. Allí está dicho todo lo que afirmó después en el programa. Con lo cual se notó la falta de una estrategia de defensa frente a esa situación nueva en la que Sarlo los puso. Ella discute el formato así que iba  a decir lo mismo de cualquier informe.
–¿Creés que la postura de Sarlo contribuyó a que se pueda lograr un verdadero debate de ideas?
–A Beatriz sólo le interesa discutir un tipo de periodismo y no el que representan los medios concentrados en los que ella trabaja. El resultado fue que Beatriz no quiso discutir sobre su libro y el programa no aceptó deconstruir el esquema de su producción. En el programa, ella abre una discusión que Ricardo Forster contesta e, incluso, propone otros temas para ampliarla y, en varios momentos, Sarlo se niega a discutir esas cuestiones. Ella logra imponerle la agenda a 6,7,8 y Ricardo hace un esfuerzo enorme por completar todo lo que estaba ausente en el discurso de Beatriz. Sí me pareció desafortunada la intervención de Mariotto porque afirma sin cesar una misma posición acompañada de bastante chicana. Hubo muchos anuncios previos de debate pero no llegó a haberlo porque 6,7,8 no aceptó los debates que proponía Sarlo, porque Beatriz no aceptó los debates que le proponía Ricardo, y porque Mariotto introdujo otra estrategia diferente. Hubo fogonazos pero no un debate constituido. 
–¿Existen las condiciones para un debate de ideas en la televisión?
–No hay modo de ir a la televisión y salir indemne. Siempre uno sale con la sensación de que dijo algo que faltaba a lo que quisiera haber dicho. Uno está condenado a tratar de intervenir con frases eficaces que van a poder ser segmentadas y pasadas en un informe o lo que fuere. La sociedad del espectáculo nos condena a actuar como personas obligadas a conducirse con ese código. Para que haya un debate real tiene que haber un espacio en el que yo pueda aceptar razones del otro.
–¿La oposición está dispuesta a dar el debate cuando en Radio Mitre, del monopolio Clarín, se festejan las respuestas de Sarlo con cánticos de cancha? 
–En la oposición mediática y política hace rato que declararon la inexistencia de la posibilidad misma de debatir, salvoen algunos momentos puntuales, impulsados siempre por el kirchnerismo.