7 feb 2011

Encuetro de Cristina y Dilma/ Invalorable descripción de nuestra embajadora en Cuba, Juliana Marino

Desafiando estereotipos, dos inteligentísimas mujeres eclipsaron por un largo momento, el  mundo varonil de la  alta política.
 En Cuba, gracias a Telesur, la pantalla reproducía el momento esperado, cómo se comportarían dos mujeres presidentas, sucesoras de dos importantes líderes  latinoamericanos, autoridades en dos de los más grandes países de  nuestra América, cuya integración  definitiva y profunda hará la diferencia entre un continente independiente y desarrollado o uno sojuzgado y pobre.  Tamaña responsabilidad la de ellas.
Alguna frivolidad y falta de lucidez mediáticas especulaba agazapada y esperaba desvergonzadamente que se hicieran realidad los prejuicios, los estereotipos, que ellas fueran competitvas, envidiosas, de corta mira, irredentas para las altas labores públicas con que la población las ha honrado.
 
Espléndida,  la imagen consagró el retrato de dos heroínas gobernando con astucia, inteligencia, sensibilidad, conocimiento y compromiso  a dos enormes y promisorias naciones, inescindibles de un buen  destino histórico.
 
Reían,  sentían, se comprometían, enlazaron proyectos, hablaron largamente y una no estaba ofendida porque la otra no había ido a su asunción (como vaticinaban algunos medios) y la otra agradecía este primer viaje presidental a nuestra patria.
 
No dejé de extasiarme al ver a esas mujeres animarse al más alto nivel de la responsabilidad política y social, complementándose, aliándose, cultivando la amistad, reconociéndose, respetándose.  Son tan creíbles que nos dan seguridad, sobre todo la seguridad de que no defeccionarán.
 
Una voluntad política  contundente,  amor por sus pueblos,  decisión  valiente de conducir en etapas encrespadas, emergían al unísono de dos personas sufridas, venida una de la viudez reciente y de un cáncer la otra.  Más humanidad imposible, más cercano imposible.  Ni la mediocridad ni la perversión pudieron con este encuentro histórico, ellas están de vuelta de lo peor, no compiten por banalidades y concientes de las miradas internacionales, dieron una clase de grandeza política y dignidad.
 
Me sentí protegida, acompañada, apuestan al desarrollo,  a la paz, al entendimiento, al triunfo del humanismo y de la humanidad. 
 
Qué lección de  ética, de superioridad nos dieron esas dos liderezas (licencia permitida). Inspiran confianza,  expresan interés social verdadero, pasión por la justicia, por el sentido de la política. No abjuran de la historia de lucha de una generación. Enorgullecen
 
Esto se siente, se sintió, nos corrió por la espalda, por el alma, por los recuerdos políticos personales. Cómo agradecer lo suficiente esa foto del balcón histórico, lujos que yo no creía poder darme. Me sentí enormemente feliz, fui feliz...
 
¿Y ustedes varones? imagino que ha sido un alivio constatar que hay relevo, que es la vida una carrera de postas, de larga resistencia donde  nuevas jugadoras vienen a agregarse, a compartir el esfuerzo  descomunal que se necesitará para  lograr un mundo viable y duradero.
 
 Gracias Cristina, gracias Dilma, las  que trabajamos décadas y lo seguiremos haciendo por los derechos de nosotras las mujeres  vivimos este encuentro como un triunfo propio y las acompañaremos con la audacia, el valor y la lucidez que las distingue.
 
Juliana Marino
Embajadora en Cuba