3 dic 2010

Una doctrina, una cosmovisión, la unidad y la lucha de intereses, por Adolfo Rocasalvas

El primer gobierno peronista inició su gestión bajo los aún sombríos nubarrones de las Conferencias de Yalta (reparto del mundo post-guerra), Postdam (ratificación de ese acuerdo de "coexistencia pacífica") y Chapultepec (México), que sólo procuró neutralizar los proyectos económicos hispanoamericanos independientes.
El intento de unión suramericana (Argentina, Brasil, Chile), que pasó a la historia como ABC, no surgió de la casualidad o espontaneidad sino de la cosmovisión del presidente argentino.
El 6 de junio de 1946 Perón restableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, sorprendiendo a todos aquellos comunistas que, meses antes, habían marchado de la mano por las calles de Buenos Aires con el prosaico embajador yanqui Spruille Braden.
La paz y el desarrollo regional inspiraban el pensamiento de Perón. Ya en un famoso discurso del 25 de agosto de 1944, en la Bolsa de Comercio, había afirmado: "La concepción bonapartista de la revolución francesa fue de lucha y de destrucción y, la nuestra, es de paz, constructiva para bien de todos".



Ese fue en verdad el día del lanzamiento de "la tercera concepción", con la que entró de manera doctrinaria a la posterior Tercera Posición.

Esa filosofía iba a ser formulada rotundamente en 1947, lo que motivó al autor germano Rudolf Knoblauch a afirmar sin vueltas: "La Tercera Posición del peronismo es superadora del marxismo internacional dogmático y del capitalismo demoliberal".

El 6 de julio de 1947 Perón dirigió un mensaje a todos los pueblos del mundo a través de más de 1.000 radioemisoras (entre ellas, la BBC de Londres) y planteó objetivos de cooperación económica y de paz mundial, desechando los "extremismos capitalistas y totalitarios", fueran de derecha o de izquierda.

"La labor para lograr la paz internacional debe realizarse sobre la base del abandono de ideologías antagónicas y la creación de una conciencia mundial de que el hombre está sobre los sistemas y las ideologías, no siendo por ello aceptable que se destruya la humanidad en holocausto de hegemonías de derecha o izquierda", puntualizó. Así, reclamó "el desarme espiritual de la humanidad".

Esa concepción, la de que el hombre está sobre los sistemas, constituye el núcleo antropológico y filosófico de la Tercera Posición.

Se trata del hombre integral, rescatado de las filosofías naturalistas, sociobiologistas y economicistas materialistas dialécticas, todas las cuales reconocen como raíz el pensamiento de la Ilustración, por el cual el ser humano quedó parcialmente vaciado por la exclusión de componentes esenciales: creencias, fe, potencias no racionales, sentido de lo sagrado.

El justicialismo reconoce su centro de irradiación en un hombre recuperado en la totalidad de su ser y se proyecta de lo interno a lo externo como Tercera Posición humanista y cristiana.

Desde esta concepción Perón fundamentó y comenzó a ejecutar su doctrina tercermundista, que tomó fuerza recién en la década del `50. Tal envión tuvo en la región que, ya el 20 de mayo de 1947, el director de la Oficina de Asuntos de las Repúblicas Americanas de Estados Unidos, Ellis Briggs, observó: "Existe el peligro de que la Argentina aspire a organizar un bloque del Cono Sur bajo su dominación política y económica. Debemos oponernos a cualquier desarrollo que pudiese facilitar su formación".

Entre todos los países americanos, Perón pensaba de manera primordial en la necesidad de unir al ABC. Un artículo del presidente del 20 de diciembre de 1951 -firmado con su seudónimo Descartes- no tuvo desperdicio: "El signo de la Cruz del Sur puede ser la insignia de triunfo de la América austral".

Y continuó: "Ni Argentina ni Brasil ni Chile aisladas pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza. Unidos forman, sin embargo, la más formidable unidad a caballo sobre los dos océanos de la civilización moderna.

Así podrían intentar desde aquí la unidad latinoamericana con una base operativa polifásica de impulso indetenible".

Y remató: "Desde esa base podría construirse hacia el norte la Confederación Sudamericana, unificando a todos los pueblos de raíz latina. Unidos seremos inconquistables; separados, indefendibles".

Los primeros tanteos de Perón en este sentido se produjeron en 1947. Entre el 20 y 26 de febrero de 1953 el presidente argentino visitó Chile para echar las bases de un convenio de complementación económica sobre alimentos, minerales y energía.

Perón habló en la Universidad de Santiago y, según un cronista del diario `El Mercurio`, "jugó con su auditorio, sedujo a todos, recorrió las teclas de ese auditorio como las de un piano".

El presidente chileno, general Carlos Ibáñez del Campo, retribuyó la visita en julio y, el 8, firmó con la Argentina un tratado de unión económica. Un día antes, Perón aseguró por primera vez: "Presentimos que el año 2000 nos hallará unidos o dominados".

La tozuda idea original de Perón iba a hallar sin embargo dificultades entonces insalvables. En una extensa carta dirigida a Ibáñez del Campo, el presidente argentino sostuvo: "Veo en Chile la acción abierta de la oposición, ayudada y financiada desde el extranjero. Entre los dos frentes conservador-liberal proyanqui y radical-marxista no hay diferencias apreciables pues ambos, a la larga, serán los adversarios del ibañismo. Muchos `acercados` son en el fondo opositores. Yo también los tuve aquí al comienzo".

El 11 de noviembre de 1953, en una pieza clave y magistral pronunciada en la Escuela Nacional de Guerra, Perón fundamentó y explicó la necesidad de la unión del ABC y los intereses en juego.

Toda una gama de intereses se oponía a la unidad trinacional, en especial en Brasil: Itamaraty, una institución supergubernamental, la prensa y los agentes económicos del neocolonialismo, cuyas fuertes presiones -entre otros factores- provocaron finalmente el suicidio del presidente Getulio Vargas el 24 de agosto de 1954.

Fue especialmente la Cancillería brasileña la que puso todo tipo de obstáculos contra el Pacto de Santiago y ese camino de unidad, cooperación y crecimiento al sostener que significaba "la destrucción de la unanimidad panamericana", al decir del ministro Neves de Fontaura. Resultaba entonces imposible desmontar esas excrecencias de Itamaraty que, desde la época del emperador, había soñado con establecer un arco entre Chile y su país.

La lucha de Perón en aras de esa unión, sin embargo, no cesó.

"Me quedó, sin embargo, una enorme enseñanza de todo aquello: ningún país latinoamericano puede liberarse por completo si, al mismo tiempo, no se libera el continente, y si luego el continente no se integra para consolidar su liberación".

Como siempre, se trata de una lucha de intereses aún en pugna.
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