8 nov 2010

"La esperanza es mayor si existe una sociedad movilizada" Por Mariana Rovira y Rubén Pereyra

Bernardo Kliksberg,  es asesor y colaborador en numerosos organismos internacionales con una misma preocupación: combatir la desigualdad. Cree que en América latina las medidas son acertadas y es optimista respecto del futuro siempre y cuando la sociedad civil siga comprometida.


Reconocido a nivel mundial por su lucha contra la pobreza, dialogó con Buenos Aires Económico acerca la batalla que están dando los países en América latina para erradicar la desigualdad social. En ese marco, destaca los programas llevados a cabo en Argentina y Brasil.
–En su entender, ¿el mundo va ganando o perdiendo la batalla contra la pobreza?
– Yo diría que la batalla está abierta. El mundo tiene excepcionales posibilidades de enfrentarla, por las revoluciones tecnológicas que han multiplicado las posibilidades de producir bienes y servicios. Pero la deuda social mundial es gigantesca y ha sido agravada por la crisis. Pero la desigualdad y la inequidad son el principal problema que enfrenta hoy el mundo. Hay que tener en cuenta que millones de personas están sumergidas en la pobreza extrema. Dos mil seiscientos millones de personas no tienen una instalación sanitaria, 2.400 millones no tienen electricidad, una de cada siete personas tiene hambre. Las desigualdades son inmensas. Según estudios de la ONU el 10% más rico tiene el 85% de los patrimonios, y el 50% más pobre sólo el uno por ciento. –¿Cómo está América latina?
–Nuestra región históricamente ha tenido altos niveles de desigualdad, es el lugar del mundo con mayor inequidad, a pesar de que esta situación se ha comenzado a revertir. Las políticas que han aplicado los gobiernos latinoamericanos, en especial en Brasil, Argentina, Chile y Uruguay, han sido muy eficaces. El Bolsa Familias que aplicó Lula ayudó a revertir enormemente la desigualdad. La asignación universal a los niños hijos de informales en la Argentina está beneficiando a más de tres millones de niños que no tenían protección social alguna, y es una de las mayores inversiones sociales que se han hecho. Los dos programas tienen en común que encabezan una nueva generación de políticas sociales. En ellos no se está “asistiendo” sino que su filosofía es que se están reintegrando derechos negados. La pobreza es, en definitiva, una radical violación de derechos humanos. De todas maneras, hay que decir que en América latina se producen alimentos para tres veces su población, y sin embargo el 16% de los niños tiene desnutrición crónica. El problema es de acceso a los alimentos, por las desigualdades.

–¿Qué medidas urgentes se deberían tomar para comenzar a revertir la situación de inequidad y pobreza en la región?
–La ciudadanía está pidiendo en toda América latina que se marche hacia una economía con rostro humano, donde quepan todos. Ello significa políticas como el potenciamiento de la industria nacional, el apoyo a las pymes, la democratización del crédito, grandes y sostenidas inversiones en educación, salud pública. En esa dirección, recogiendo el mandato de la ciudadanía, se está avanzando en diversos países de la región. En torno de objetivos de este orden, pueden conformarse alianzas estratégicas entre las políticas públicas principales responsables en una democracia de asegurar los derechos de todos al desarrollo, la responsabilidad social de la empresa privada, y la sociedad civil que está aportando cada vez más a través de las ONG, los emprendedores sociales, las universidades y otras expresiones.

–¿El capitalismo como sistema puede acabar con el hambre en el mundo o habrá que cambiar de modelo para terminarla?
–Creo que la idea de que sólo hay un modelo es parte del problema, porque a nivel global hay más de un sistema económico. Nosotros lo planteamos en el libro Primero la gente, que escribimos con el premio Nobel de Economía Amartya Sen. La idea de que hay un solo modelo nos llevó a la Argentina de los años ‘90, el modelo neoliberal ortodoxo, o el caos. La realidad ha demostrado que el modelo, llevado a los extremos, puede provocar algo muy parecido al caos, por ejemplo en los Estados Unidos o en los estados europeos, donde la tasa de desocupación ha llegado a niveles inéditos. Hay muchos sistemas para resaltar, como por ejemplo el llamado sistema nórdico, el estado de bienestar.

–En estos casos que usted rescata, el caso de los países nórdicos, o Canadá, ¿el Estado juega un rol determinante?
–Sí, pero hay una combinación, son estados que llamamos inteligentes, no los Estados burocráticos tal cual los conocíamos. Estos estados son más transparentes, son más bien generados por la ciudadanía, son estados que cumplen otra función. Son estados inteligentes que están presentes en los sectores estratégicos y que se articulan mucho con lo que yo llamo el capital social de la sociedad. En los estados nórdicos, por ejemplo, hay un alto nivel de responsabilidad social empresarial, con estándares éticos muy elevados. Por ejemplo, hace algunos meses, el Fondo de Educación Soberano de Noruega, que es el cuarto del mundo, resolvió desactivar todas las inversiones que tenía en empresas trasnacionales, que le daban una rentabilidad, pero que consideraba que estas compañías tenían prácticas que eran incompatibles con el modo de vida de la sociedad noruega. En estos estados, a propósito, no tienen corrupción. ¿Y por qué ocurre esto? Porque no está en su cultura. De existir un corrupto o un hecho de corrupción, inmediatamente sería separado de la sociedad, empezaría a perder amigos, etcétera.

–¿Y cómo es la desigualdad en esos países?
–Bueno, la diferencia es abismal; por eso le digo que es un problema cultural. Un empresario en los países nórdicos no gana en el mismo nivel que un CEO de Estados Unidos, por ejemplo. Hay una cuestión cultural de que tiene que haber acceso y oportunidades para todos, y da resultado, porque en esos países la gente es mucho más productiva, mucho más innovadora. Pero para darle un ejemplo de lo que significa esto de la Responsabilidad Social: en Brasil, una empresa grande como es Natura, que es líder, le dio a todo el personal un día por mes para que desarrollen trabajo voluntario, y la productividad de la empresa subió enormemente. Porque los empleados sienten que trabajan en una compañía que tiene niveles serios de responsabilidad con la sociedad.

–¿Qué rol juega la sociedad civil en todo esto?
–Bueno, la sociedad tiene otro nivel de compromiso, que acota el margen de maniobra y de traición de los dirigentes. Recordemos que hace algunos años, en un período relativamente breve, 12 presidentes latinoamericanos no pudieron terminar su mandato, y no por golpes de Estado sino que fueron echados por la movilización de la población, porque estaban traicionando el proyecto. Esto pasó en la Argentina, Ecuador, Bolivia. Por eso, con una sociedad movilizada la esperanza es mayor. Lo que está buscando la ciudadanía son representantes políticos cada vez más genuinos. Ese proyecto que busca la ciudadanía tiene que ver con más inclusión, una economía con rostro humano en la que estén incluidos todos.

– Respecto de lo que mencionó de los países nórdicos, si la cultura tiene tanta importancia, ¿cómo trasladar esa idiosincrasia a América latina?
–Bueno, en el libro que le mencioné, Primero la gente, hay un capítulo dedicado al rol de la cultura en el desarrollo humano. Yo creo que no es sólo un tema cultural. Los pueblos latinoamericanos tienen una historia, que tiene que ver con sus antepasados indígenas y la posterior llegada de la inmigración europea, con otros valores. El tema son las élites, que tienen una mirada muy cortoplacista.

–¿Por qué ocurre esto?
–Bueno, la característica de América latina es que históricamente no había un establishment, lo que prima entonces son las oligarquías, con una mirada de muy corto plazo. Un economista hizo un juego de simulación muy claro, tomó el comienzo de los años 60, que fue la gran época de procesos de cambio en América latina, y los niveles de desigualdad que había; luego tomó los niveles de desigualdad después de las dictaduras que aplicaron recetas neoliberales ortodoxas, y otros gobiernos que las sostuvieron. El resultado fue que estos niveles habían crecido enormemente desde principios de los 60 hasta finales de los 90. Y calcularon que si los niveles desigualdad se hubieran quedado en aquellos años, la pobreza hoy sería la mitad de lo que es. 
http://www.elargentino.com/nota-113107-La-esperanza-es-mayor-si-existe-una-sociedad-movilizada.html