25 jul 2010

“Hoy la derecha en Chile gobierna sin intermediarios y sin gerentes” Por Lidia Fagale

Entrevista con Ernesto Carmona Ulloa 

El periodista y escritor chileno habla de su último libro, Yo, Piñera, una investigación en la que indaga, entre otras cosas, los métodos empresariales que utilizó el presidente de su país para lograr el éxito político. 

 El periodista y escritor chileno Ernesto Carmona Ulloa publicó Yo, Piñera, un texto de investigación que se convirtió en consulta obligada para todos aquellos que quieren indagar y comprender cómo se han conjugado política y negocios para garantizar el regreso de la derecha en Chile, ahora por vía electoral.
En su libro, Carmona da pistas para reconocer la emergencia de una nueva derecha latinoamericana, activa y renovada, que aspira a remplazar a las fuerzas y al pensamiento tradicional conservador, además de introducir un debate político que las fuerzas progresistas y democráticas deben tener muy en cuenta.
Miguel Juan Sebastián Piñera Echenique, actual presidente de Chile, es hoy el fiel exponente de esta nueva derecha que no sólo se circunscribe al país transandino. Siempre vinculada a intereses imperiales o transnacionales, hoy se asume como la opción republicana a los éxitos electorales vigentes en varios países de América Latina, nacidos como contrapartida a las políticas impuestas por el Consenso de Washington.
El autor de títulos fundamentales como Los dueños de Chile, Los dueños de Venezuela, ¿Qué es el anarquismo?, Chile desclasificado y Morir es la noticia pasó por Buenos Aires y mantuvo una larga conversación con Tiempo Argentino en la que hizo un análisis de la situación de su país con el regreso de la derecha al gobierno por vías electorales.
–En tu libro aportás elementos poco conocidos del presidente de Chile.
–Se sabe mucho sobre cómo escaló en fortuna y negocios, pero poco y nada respecto de cómo Sebastián Piñera ha logrado este éxito político aplicando métodos empresariales. Creo que mi investigación intenta hacer un aporte en ese sentido.
Hoy, la derecha en Chile no tiene intermediarios, casi no hay gerentes de la política. Esta nueva realidad la podemos verificar en el equipo de empresarios que secundan al gobierno y que integran su gabinete.
–En 1958 fue la última vez que la derecha gobernó Chile por vía electoral. Ahora es Piñera el que vuelve a lograrlo.
–Sin embargo, siempre contó con todos los dispositivos del poder real. Es decir, nunca se fue. Y no sólo me refiero al lapso que abarcó la dictadura de Pinochet (1973–1990). También, los gobiernos de la Concertación (1990–2010) experimentaron y llevaron adelante, con un costado “más social” y cierto discurso anclado en los Derechos Humanos, la prueba piloto conocida como el Milagro Chileno, que no fue más que la aplicación a rajatabla del modelo neoliberal de los años noventa, y cuyas nefastas consecuencias puso más en evidencia el reciente terremoto
–El resultado de este proceso económico-político, que ahora deberá profundizar la nueva gestión, parece encontrar su verdadero rostro en la relación de dos datos que incluís en tu investigación: la concentración de la riqueza en pocas manos y el valor asignado para la reconstrucción del país tras los dramáticos efectos del terremoto y el tsunami de febrero pasado. Una verdadera ecuación impúdica.
–Cuando hablamos de la concentración de la riqueza en Chile resulta muy gráfico saber que existen tres familias, más la del propio Piñera, cuyas fortunas suman algo así como 26,3 mil millones de dólares. Y esta es la cifra que el propio gobierno requiere para resolver todo lo que destruyó el terremoto, producto no sólo del fenómeno natural, sino de un país cuyos signos de pobreza, marginación y precarización eran la cara oculta del Milagro Chileno, aunque no para los millones de ciudadanos que lo padecen.
–Vos sostenés que la Concertación de Partidos por la Democracia, que gobernó el país durante 20 años, no fue necesariamente la misma experiencia que recorren hoy algunos países de la región en respuesta a las nefastas políticas neoliberales. ¿Por qué?
–La Concertación fue el fruto de la transición acordada de la dictadura a la democracia neoliberal. Sobrevivió en ese período el modelo de constitución de la dictadura: el mismo sistema electoral y una economía de mercado que, sin militares, logró lo que Pinochet había dejado inconcluso. A finales de la dictadura pinochetista, el país era impresentable a nivel internacional y no constituía una garantía para las grandes inversiones extranjeras.
–Los núcleos principales de la derecha en América Latina conservaron sus instrumentos básicos en el sistema político y no renunciaron al estratégico control monopólico de la palabra, a pesar de la existencia de proyectos alternativos.
–Se trata del regreso de lo que nunca se fue. Esta lavada de cara de la derecha tiene particularidades, cierta garantía de éxito inicial a nivel político, respecto de épocas anteriores. Supieron renovarse y adecuaron sus opciones políticas. Este es el caso de Sebastián Piñera, un ejemplo paradigmático para comprender cómo se planta frente al nuevo desafío político –terremoto mediante– la nueva derecha.
 –¿El concepto de “la nueva derecha” y la experiencia política chilena inaugurada por Piñera tiene muchos puntos esenciales en común?
–Es una expresión (la nueva derecha) que alude a esta nueva forma de ejercer el poder gubernamental sin apelar a gerentes de la política. Política y negocios van de la mano por ahora, sin que ello signifique que no se abra en breve un monumental conflicto de intereses cruzados. Algo de esto ya se avizora en las tareas de reconstrucción que se imponen tras el terremoto, delegadas en sectores empresarios ligados al negocio inmobiliario, la construcción, la infraestructura vial, el medio ambiente y tantos otros rubros de la economía y que a su vez integran el gobierno de Piñera. Entre esos empresarios se encuentra el actual intendente de Santiago, Fernando Echeverría, socio de Piñera en varios proyectos inmobiliarios. En tanto, para el actual mandatario, el objetivo inicial fue hacerse primero de un capital que le diera sustento a su carrera política. Su condición de senador favoreció su otra carrera, la del éxito empresarial en el ámbito financiero y servicios, no en la producción propiamente como tal. Una asesoría al ex dictador Bánzer de Bolivia le significó hacerse de un buen capital inicial para emprender su carrera empresarial emparentada con sus ambiciones políticas.
–Explicar la carrera política de Piñera, como lo hacés en tu libro, es también desentrañar cómo esta nueva derecha ha prevalecido por sobre las formaciones más conservadoras y tradicionales, pero sin necesidad de marginarlas, y a la vez ha tenido la capacidad de remedar discursos progresistas.
–Sí, efectivamente. El ingreso de Piñera a la política coincide con el momento en que había que dirimir la continuidad o no en el poder de Pinochet.
Para 1988 ya se había consolidado como empresario, pero aún le faltaba para emprender su carrera política.
Con un pie en la democracia cristiana y otro en la derecha valoraba públicamente el resultado económico de los últimos cinco años de Pinochet y a la vez subrayaba su rechazo a la perpetuación del régimen militar.
–Y esto marca un punto de inflexión en la carrera de Piñera y a la vez aporta a enriquecer el perfil de la nueva cara de la derecha.
–Es una etapa inaugural de lo que luego se comienza a definir como la nueva derecha. Piñera sostenía que había que restablecer la democracia y la convivencia, a diferencia de la bicéfala derecha que seguía suscribiendo el modelo pinochetista. Asume como senador “independiente” por Renovación Nacional, con un discurso más republicano, con acercamientos a sectores de la derecha liberal más rancia y al propio Pinochet, así como con propuestas más vinculadas a lo social
–¿Piñera es un intelectual orgánico del negocio y a la vez está provisto de un gran pragmatismo político?
–Hoy, Piñera es un representante orgánico de un bloque político sólido, desde hace más de 20 años. Comparte el ideario político de la derecha, adornado con una impronta populista.
Sabía que para que la derecha regresara al poder por vía de las urnas había que introducir más énfasis social en el programa económico, continuidad del modelo neoconservador y poner en marcha, como lo hizo, una suerte de cogobierno para la democracia de los acuerdos, en vez de obstaculizar al primer gobierno de la Concertación.
–La democracia de negocios adopta un modelo político que va torneando un estilo, una forma del hacer y del decir.
–La nueva derecha apela a significantes que intentan suavizar el discurso de la restauración conservadora. A su vez, le abre paso a una sinuosa combinación entre discurso reformista, economía conservadora y gestión eficiente. El imperativo de esta fuerza es darle legitimidad social y política a un modelo económico que acarreaba el pecado original de haber sido implantado por la dictadura. Tenía que dejar de ser el proyecto de la derecha para convertirse en un proyecto nacional. Esta fue la estrategia de la derecha lúcida durante el período de la Concertación. En vez de empujar al gobierno y la concertación hacia fuera del modelo, aplicaron una política “inteligente” y exactamente contraria.
–Después del mandatario italiano Silvio Berlusconi, empresario y dueño una gran cantidad de medios de comunicación, es el presidente Sebastian Piñera el que ocupa el lugar del primer hombre de negocios latinoamericano que logra el sillón presidencial.
–Su nueva condición, la de presidente, le multiplicó enormemente su fortuna, ubicándolo en el 204º lugar del ránking de los hombres más ricos del mundo, con 2200 millones de dólares, 120% más del capital que poseía apenas un año antes, según la revista Forbes.
–En Chile rige una estructura duopólica en el campo de la comunicación escrita. La Concertación eludió dispositivos legales y garantías económicas para democratizar la comunicación. ¿Con Piñera en el gobierno, la democratización parece alejarse aún más?
–Esa posibilidad está liquidada y la alianza ideológica y económica garantizada.
El duopolio lo forman: la empresa El Mercurio que edita veintitrés cotidianos, tres de ellos en la capital encabezados por el matutino del mismo nombre que fue artífice del golpe de Estado en contra del presidente Salvador Allende. El otro es Corporación de Prensa SA (COPESA) que posee tres periódicos encabezados por La Tercera.
Los medios de esas empresas acaparan el 80% de la lectura de diarios y son “premiados” con millones de dólares que reciben de la publicidad estatal.
–Muchos medios han desaparecido en Chile, tras el boom de la prensa opositora a finales del régimen de Pinochet, y durante la transición.
–Y han desaparecido por no haber recibido un centavo de ayuda del Estado. En esa nómina figuran las revistas Análisis, APSI, La Bicicleta, Rocinante y otras y además los diarios Fortín Mapocho, La Época y Diario Siete (el más reciente experimento de mercado para lectores “izquierdistas” de COPESA).
La que sobrevive, aunque perdió la querella legal por el derecho a la publicidad del Estado, es Punto Final. La Concertación allanó el camino de este nuevo escenario político-mediático.
–Con Bachelet, Chile se ubicaba políticamente en la social-democracia o derecha moderada (que se confunde con tintes de la antigua “izquierda”), aunque económicamente tenía más puntos de contacto con los gobiernos latinoamericanos de centro derecha y un abierto desinterés por el vecindario sureño. 
–Ahora, con Piñera, el neopinochetismo se alinea con el eje de centro derecha, al coincidir, ya no sólo en lo económico, sino también en lo político.
 Además, aspira a detener los procesos políticos latinoamericanos que buscan un reencuentro con las raíces populares contrarios a los intereses estadounidenses. Más allá de su presencia en la Unasur y en el pedido de renuncia al embajador chileno en la Argentina, Miguel Otero Lathrop por sus recientes declaraciones en torno a que “gran parte de Chile no sintió la dictadura (del general Augusto Pinochet): al contrario, se sintió aliviada”, y que, de no mediar el golpe de Estado de 1973, el país “habría terminado como Cuba”. <

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