28 abr 2010

Los desafíos de Unasur en el siglo XXI Por Federico Bernal

Las circunstancias y los factores que impulsaron y concretaron la unidad económica y comercial de la Unión Europea difieren sustantivamente de aquellos que una América del Sur industrializada, unida, soberana y democrática precisa en la actualidad. Con la consolidación de los Estados nacionales de la Europa occidental entre los siglos XVIII y XIX, las burguesías manufactureras de las flamantes naciones comenzaron su rápido proceso de acumulación primitiva de capital.
Un proceso de acumulación que –saqueo del Tercer Mundo mediante– sentó las bases del capitalismo industrial en el Viejo Mundo. Más tarde, a mitad del siglo XX y una vez zanjadas las disputas inter-imperialistas, los sectores industriales de Francia y Alemania advirtieron en sus fronteras territoriales enormes obstáculos a la proliferación de sus negocios y a la expansión de sus ganancias. Sus países resultaban insuficientes. Fue así y a grandes rasgos cómo nació el Mercado Común Europeo.
Pero a diferencia de Europa y su Unión Europea, la América del Sur indo-hispánica es en realidad un Estado-Nación inconcluso y sus burguesías industriales son –en términos generales– tan exiguas como débiles y traicioneras (o, si se prefiere, poco confiables frente a cualquier iniciativa de desarrollo autónomo de tipo industrial). Es por ello que en el inconcluso Estado-nación sudamericano los motores para el levantamiento y la consolidación de una economía moderna de base industrial, tecnológicamente avanzada y en un contexto social inclusivo e igualitario no pueden recaer en sus sectores burgueses. En nuestro caso, un gran frente socioproductivo deberá cumplir su histórico rol progresivo.

Un gran frente compuesto por los Estados de los países involucrados pero en calidad de inversores y empresarios, dueños de los recursos y las rentas estratégicas propias de cada país (Venezuela y Ecuador con los hidrocarburos; Bolivia con los hidrocarburos y la minería; la Argentina con el agro; etcétera); Estados inversores y empresarios sí, pero aliados al pequeño y mediano empresariado industrial y al productor agrícola, al movimiento obrero, a los agricultores familiares y demás sectores sociales excluidos por el neoliberalismo bicentenario. Sólo cuando este frente se coloque a la vanguardia del desarrollo en América del Sur se habrá dado un paso fundamental en el proceso de profundización y afianzamiento de una Unasur sólida política, económica, financiera y militarmente.
Ahora bien, avanzar en esta dirección implica un replanteamiento entre técnico y filosófico del necesario y nuevo modelo de acumulación y desarrollo para América del Sur. Un replanteamiento que –cabe alertar– deberá protegérselo de recetas importadas (y no precisamente las del FMI o del BM), de modelos abstractos y extremos marcianos, contemplando siempre y en todo momento la historia, las realidades y las particularidades de cada país. Por ejemplo, y a modo de primer disparador, está clara la inconveniencia de un mercado interno cuyo crecimiento vaya atado al ritmo del consumo suntuario y superfluo, esto es, un mercado interno ligado a los intereses de clase de las minorías elitistas o de los sectores históricamente dominantes. En este aspecto seguro encontraremos una aceptación generalizada. Pero la cuestión no puede limitarse a esto.

En el flamante siglo, América del Sur deberá comenzar por estudiarse, revisarse y replantearse de pies a cabeza. ¿Desde cuándo? ¿Desde dónde? Tal vez convenga partir de la revisión misma de los modos de producción en la América precolombina y de qué manera la conquista hispánica los afectó (interrumpió) para originar nuevos modos de producción, los de la época colonial. Igual para las gestas independentistas del siglo XIX y de qué forma el fracaso del plan bolivariano-sanmartiniano de “unidad en la independencia” truncó las relaciones y los modos de producción en la América andina durante los siglos XIX y XX.

Así, hasta finales del siglo pasado y comienzos del presente, donde la irrupción de la revolución bolivariana en Venezuela, sumada a la aparición de una nueva generación de gobiernos nacionales y populares en América del Sur, comenzaron a revertir los modos y las relaciones de producción de corte neoliberal. Aunque muy incipientes, los primeros brotes de un modelo productivo alternativo al neoliberal han germinado al fin. En efecto, un nuevo mercado, una nueva forma de vinculación económica, empresarial, financiera y social está pariendo en la patria de los libertadores.

Conviene entonces preguntarse, ¿qué productos considerar commodities y cuáles bienes estratégicos? ¿Qué tipo de mercancías producir? ¿De qué manera las producimos y cómo ampliamos y optimizamos su circulación (mediante qué canales, qué actores)? ¿Por qué manufacturas comenzar y con qué fin industrializar nuestras materias primas? ¿Cómo industrializarnos equilibradamente y cómo complementarnos entre los países de la región? ¿Cómo afecta y afectará a un mercado interno andino productivista y volcado hacia adentro la actual correlación de fuerzas en la región? ¿Cuáles son las favorables y cuáles las perjudiciales o las históricamente antagónicas a tal obra? ¿Qué hacer con la acumulación y la reinversión de capital y divisas? ¿Qué recursos (y las rentas que de ellos devienen) ligar a la resolución de la cuestión nacional en los diferentes países? ¿Qué monedas emplear, qué formas y mecanismos de financiación practicar? ¿Qué hacer con las empresas nacionales, las cooperativas, las pequeñas y medianas empresas? ¿Cómo dotarlas del apoyo necesario para enfrentar a las grandes empresas nacionales y multinacionales en la región? ¿Cómo insertar en el proceso productivo a las clases medias? ¿Cómo protegernos del sistema capitalista global sin que por ello nos aislemos del mundo o elijamos incorrectamente a nuestros aliados?
Queda claro que la fuerza de trabajo no puede considerarse una mercancía y que las relaciones empresariales y comerciales deberán ser dirigidas por los Estados de los países andinos y en función del interés popular de la región toda. Está claro que en la correcta identificación de las rentas y los recursos estratégicos de un país reside la identificación del histórico enemigo del desarrollo autónomo, a su vez base fundamental para un campo nacional y popular sólido y poderoso. Está claro que la supervivencia del orden económico y financiero mundial vigente es incompatible con la consolidación y profundización de una Unasur moderna y socialmente equilibrada. Más allá de los interrogantes; más allá de la conciencia sobre qué queremos y qué necesitamos, la transformación no puede ser brusca sino progresiva e inteligentemente aplicada.

El encuentro de los mundos en el siglo XV perturbó el curso de la historia de lo que hoy se conoce como la periferia y el centro. Por las particularidades de quienes conquistaban y “colonizaban” el sur del continente americano; por sus diferencias con los colonizadores del norte del mismo continente y por el resultado de la lucha por la dominación mundial entre la península ibérica, Francia e Inglaterra, fue que las centurias siguientes a 1492 remacharon nuestro atraso y dependencia.

Los factores de la balcanización de las ex colonias hispánicas prevalecieron por sobre los de la unidad y la interconexión. Mientras nos apartábamos del mundo interior, nos insertábamos al mundo generando las condiciones para la edificación de la peor y más poderosa barrera al desarrollo de un capitalismo propio a una democracia plena. En este siglo XXI, el pueblo unasurino deberá renacer vinculándose y enlazándose al mundo interior, al propio espacio y a la propia geografía, para entonces y con fuerza irrefrenable, contribuir al cambio de orden en el mundo exterior.

Sin más dilaciones debemos comenzar a pensar y a practicar la arquitectura y la puesta en funcionamiento de un orden social superior en la Patria Grande. Uno que contemplando las particularidades y las diferentes realidades políticas, socioeconómicas y culturales de nuestros países, compatibilice también con las políticas internas de cada uno. Sólo así el Estado-nación habrá dejado de ser uno inconcluso. Sólo así podremos superar el atraso y la dependencia.
*Director de Clicet
http://cn23.elargentino.com/nota-88289-Los-desafios-de-Unasur-en-el-siglo-XXI.html