24 abr 2010

Estados Unidos y Latinoamérica: ¿Olvidar la historia? Néstor Núñez

Bajo los arrullos de la nueva época hemisférica, la Casa Blanca solicitó de sus vecinos del sur el olvido de lo acontecido hasta hoy en las relaciones de los Estados Unidos con América Latina.
“Borrón y cuenta nueva”, era la consigna de quienes, sin embargo, meses después propiciarían el golpe militar contra el gobierno constitucional de Honduras y decretarían la instalación de siete nuevas bases militares en Colombia con capacidad para propinar fulminantes golpes bélicos sobre cualquier nación colindante.
De manera que si alguien se tragó el cuento de los “tiempos diferentes”, el embeleso le resultó sumamente fugaz.

Y como, ciertamente, pasar por alto constituye ingenuidad en las relaciones con Washington, vale recordar que hace 45 años, el 28 de abril de 1965, los marines Made in USA desembarcaron en República Dominicana para frustrar el movimiento popular de defensa de la constitucionalidad y dar su respaldo a los usurpadores de la voluntad mayoritaria.

En septiembre de 1964, militares derechistas sacaron del gobierno al presidente Juan Bosch, primer mandatario libremente electo desde el fin de la larga dictadura trujillista. La causa real del derrocamiento era desmantelar la Constitución de 1963, de marcado carácter progresista y defensora de las riquezas y la dignidad nacionales.

El 25 de abril de 1965, un movimiento de jóvenes oficiales constitucionalistas decidió, con el apoyo de la población, reinstalar al gobierno legítimo e inició los enfrentamientos armados contra los golpistas.

Para el día 28 los combatientes populares tomaron el fuerte Ozama, cuartel general de los reaccionarios, al tiempo que desde la embajada norteamericana se daba la voz de alerta a la Casa Blanca.

El presidente Lyndon B. Jonson echó mano entonces al gastado pretexto de la “protección de vidas y bienes estadounidenses” para ordenar el envío inmediato de 400 marines a República Dominicana.

Al día siguiente remitió, además, a la 82 División Aerotransportada, mientras la armada bloqueaba y cañoneaba a Santo Domingo. Para ese instante ya la careta había caído y Johnson afirmó, sin mayor rubor, que la invasión tenía como objetivo evitar el triunfo “comunista” y “castrista” en ese país caribeño.

La resistencia patriótica se prolongaría hasta inicios de 1966, en que el coronel Francisco Caamaño, devenido Presidente constitucional en medio de la lucha, salió del país para regresar tiempo después al frente de un abortado desembarco guerrillero en el que entregó la vida.

Ni era la primera ni la última agresión armada de Washington en América Latina, ni tampoco el pretexto resultaba novedoso. Todo para evitar cambios progresistas en cualquier nación del área, como siempre ocurrió y sigue ocurriendo a estas mismas horas.

¿Vale entonces creer en convites imperiales y en exhortaciones a borrar la memoria de un plumazo?

La invasión a Dominicana hace justo 45 años fue, en su momento, clara demostración de la perpetuación del histórico desprecio oficial yanqui por sus vecinos “de segunda”, y persiste como traumática advertencia de que ante enemigo de tal naturaleza no valen cánticos ni promesas de pretendida buena voluntad.

http://www.argenpress.info/2010/04/estados-unidos-y-latinoamerica-olvidar.html