Ricardo Forster
La foto constituye un documento incontrastable a la hora de explicitar los alineamientos de la oposición, una foto en la que los políticos van detrás de los intereses de la corporación agraria, y lo hacen sin disimulos ni vergüenza. Hay que convenir, de todos modos, que no les ha faltado honestidad a la hora de correr apresurados a buscar libreto en el panteón de la oligarquía argentina.
No hubo ni simulaciones ni medias tintas en el gesto de otorgarles a Biolcati y los suyos el papel de vanguardia en la elaboración y puesta en práctica de un proyecto neoliberal. La pluma insigne de La Nación supo marcar con precisión la cancha y fustigar a la oposición política allí donde ésta no muestra capacidad para ofrecer un bloque unido, homogéneo y con seriedad para disputar el poder de cara al 2011.
De lo que se trató, en todo caso, fue de mostrar, con total impudicia, que son las corporaciones, en este caso la agraria pero siempre en consonancia y complicidad con la mediática, las encargadas de elaborar la agenda, de propiciar los hechos contundentes y de diseñar el proyecto de país al que tendrán que adecuarse nuestros ilustres y republicanos opositores (a su debido momento también veremos incorporarse a grupo tan insigne a sectores de la UIA y de los grupos industriales y financieros más concentrados). Es difícil imaginar una escena más elocuente como la que nos devuelve esa foto y aquella otra, la del día del discurso de Biolcati, esta vez teniendo como principal figura de fondo a Eduardo Duhalde (la pata del peronismo neoliberal les resulta insustituible sabiendo, como saben, de la fragilidad de los radicales).
Todo y todos estaban allí. Felipe Solá y Lilita Carrió, Francisco de Narváez y Margarita Stolbizer (con qué cara seguirá presentándose como progresista después de avalar con su presencia esa foto impresentable que delinea el quién es quién de la derecha argentina actual), Gerardo Morales y Patricia Bulrich, Eduardo Amadeo y Mauricio Macri, para nombrar sólo a algunos de todos los dirigentes del grupo A que se apresuraron a rendir pleitesía a los patrones de estancia.
Desde lo simbólico les resultará muy arduo levantar el peso de la lápida que cayó sobre ellos al quedar, como bosta de vaca, apisonados por las botas de Llambías y Biolcati que lograron, una vez más, que el bueno de Eduardo Buzzi metiera violín en bolsa con sus reivindicaciones de retenciones segmentadas y volviese a ponerse para la foto indestructible de una Mesa de Enlace unida en un proyecto común.
Más de un viejo afiliado de la Federación Agraria estará preguntándose cuál es el límite de su dirigente. O tal vez, bajo el nuevo mapa de la producción sojera y las modificaciones estructurales de los pequeños y medianos propietarios de la Pampa Húmeda, ya no logren, muchos de ellos aunque no todos, distinguir entre lo que eran sus padres y abuelos y lo que hoy son en alianza con los intereses de los grandes terratenientes y los pools de siembra.
Entender estas modificaciones y estos cambios económicos, sociales y culturales es empezar a comprender de qué modo se conformó la alianza agromediática que intentó desde marzo de 2008 desbancar al gobierno de Cristina Fernández; y es también entender qué fue pasando en el mundo rural argentino, quiénes quedaron a un costado y quiénes fueron y son los grandes triunfadores. Pero también supone, desde la perspectiva de un gobierno que busca distribuir más equitativamente la renta, diseñar políticas específicamente dirigidas para limitar el poder de la corporación sojera a la par que se busca proteger y potenciar a las pequeños emprendimientos agropecuarios directamente ligados a la producción de alimentos y a la elaboración de un plan nacional de protección alimentaria.
Como una foto en negativo, la política social del gobierno, en particular la que se dirige directamente hacia los sectores más vulnerados y vulnerables, contrasta con la hipócrita preocupación que Biolcati mostró por la pobreza.
La otra foto, la que hay que ir a buscarla muy lejos de los salones dorados de la Sociedad Rural, nos devuelve la imagen de otra Argentina, de esa que integrada por millones y millones de trabajadores rurales y urbanos busca, bajo las condiciones de este tiempo histórico, recuperar la dignidad de otras épocas y que fue rapiñada por esas mismas corporaciones que a lo largo de las últimas décadas, y teniendo al plan Martínez de Hoz como vanguardia, fueron restringiendo derechos y fueron apropiándose de la mayor parte de la riqueza socialmente producida.
El discurso de Hugo Biolcati tuvo como eje central e indisimulado recuperar la utopía agroexportadora del primer centenario, esa utopía en la que los patrones de estancia se confunden definitivamente con la patria. Así como el cardenal Bergoglio buscó vanamente entramar los destinos de la Iglesia con las de la Nación y para eso incluso utilizó una retórica ultramontana e inquisitorial que fue incapaz de evitar la sanción de la ley del matrimonio civil igualitario, su alter ego agrario también, como lo han hecho desde siempre, buscó homologar sus fabulosas rentas con los intereses del conjunto del pueblo. Ellos ganan más en beneficio de todos.
De la misma manera que la Iglesia se ocupa de las almas y de custodiar las virtudes de todos para que el demonio no señoree sobre nuestro atribulado país, Biolcati, como genuino representante de los dueños de la tierra, se ofrece, a él y a sus ilustres compinches de la Mesa de Enlace, como salvaguarda de la patria. De su generosidad dependerá, eso dicen, la felicidad de todos.
Agradecido debiera estar el Gobierno ante tanta generosidad de la derecha restauradora que en un gesto de sinceridad que la “honra” sale a mostrarle a la sociedad lo que es, lo que desea y con quiénes está dispuesta a llevarlo adelante.