Sin embargo; ello no debería hacernos perder de vista cuestiones de mayor importancia. Básicamente, conocer de qué manera se produjo esta concentración brutal de la tierra en nuestro país, concentración que difícilmente encuentre alguna situación similar en cualquier otro lugar del mundo. Las políticas de Rivadavia y Mitre, pero fundamentalmente las dos campañas al desierto, encabezadas por Rosas y Roca (esta última con mayor intensidad) determinaron la concentración de la tierra en cabeza de unas pocas familias. Y ello, sobre el despojo y la muerte de sus ocupantes originales, los indios. En otras palabras, se omite deliberadamente que esta situación se encuentra viciada desde el origen. Estas “familias” no adquirieron las tierras ni trabajaron para que dicha situación se produzca. Nada de eso. Simplemente, bajo el amparo del poder político y militar, se apoderaron indebidamente de aquellas. Ello se cristalizó y los herederos de aquellos primeros saqueadores siguieron gozando de estos privilegios, regados con sangre india, a través del derecho sucesorio; y así hasta la actualidad.
No debe olvidarse que la tierra no es, en modo alguno, producto del trabajo humano. Por el contrario, constituye un “recurso natural”. Por esta razón, no sólo las teorías de izquierda como el marxismo, sino incluso las posturas liberales serias consideraron que para que los propietarios de las tierras no tuviesen estas ventajas frente a los propietarios capitalistas del sector industrial, la tierra tenía que permanecer en manos del Estado. Como es sabido, Marx propuso la estatización de aquella y el reparto equitativo de los beneficios; mientras que las teorías liberales “serias” sostenían que el estado debía rentarlas a los capitalistas, quienes se convertirían en arrendatarios. De este modo, la renta agraria quedaría en manos de toda la nación.
En nuestro país no ocurrió lo uno ni lo otro. Familias “patricias” como Anchorena, Pueyrredón, Terrero, Ledesma, Álzaga, Ezcurra, Larreta, Pereyra Iraola, Avellaneda, Bullrich, Ballester, Vernet Basualdo, Udaondo, entre otras; ocuparon las tierras como propiedad privada y gozaron de todos los beneficios, excluyendo de los mismos al resto de la sociedad. Este proceso, con sus aristas políticas, militares y jurídicas, se produjo desde la primera mitad del siglo XIX; y se fue consolidando durante todo el desarrollo del mismo y también durante el siglo XX. Quienes ahora se proclaman los fundadores de la “argentinidad” no son otros que los herederos de aquellos saqueadores y asesinos.
Resultaría muy extenso ahondar sobre la forma en que produjo este latrocinio. Sin embargo, interesa destacar que la proximidad del puerto respecto de la mayor parte de las tierras y el establecimiento del ferrocarril, con capitales ingleses, forjó un esquema económico exportador de materias primas, con beneficios extraordinarios, pero acotados a esta élite oligárquica “nacional” y, por supuesto, a la corona británica. También es interesante señalar que la adopción de este “modelo” impidió –o retrasó notablemente- el desarrollo de la industria.
Ante los vergonzosos acontecimientos acaecidos en la Sociedad Rural; ante la hipocresía, impunidad y burla de los intereses de toda la sociedad; parece razonable recordar algunos datos –ya publicados en otras oportunidades- referidos a la cuestión, que nos pueden brindar un panorama bastante claro de la actual situación en materia agropecuaria. Y también resultaría interesante la difusión más extensa posible de dichos datos.
Algunos ejemplos:
• En la provincia de Buenos Aires, los cincuenta propietarios rurales más grandes concentran en total 3 millones doscientas mil hectáreas. Estos terratenientes pagan por el impuesto Inmobiliario Rural, en proporción, veinte veces menos de lo que abona en un centro urbano el dueño de un departamento de dos ambientes.
• El holding Bunge y Born es propietario de 110 mil hectáreas en la provincia de Buenos Aires: el valor de mercado de esa tierra supera los 4000 millones de pesos. Pero su valor fiscal es de apenas 754 millones de pesos. Por ese motivo abona de impuesto inmobiliario sólo 46 mil pesos mensuales, el 0,00013 por ciento del valor real de los campos.
• El castillo La Candelaria, construido por el arquitecto francés Molière en 1840, tiene 1200 metros cubiertos, con un parque de 340 hectáreas, diseñado por el prestigioso paisajista Carlos Thays, y un total de 8000 hectáreas sembradas con soja. En 2008 tributó de impuesto inmobiliario 4453 pesos mensuales.
• En la provincia de Buenos Aires los 50 propietarios rurales más grandes concentran en total 3,2 millones de hectáreas. Estos terratenientes pagan, en proporción, veinte veces menos de lo que abona en un centro urbano el dueño de un departamento de dos ambientes.
• En el año 2000, una hectárea de tierra en Pergamino costaba 3000 pesos y pagaba de impuesto inmobiliario 22 pesos; en la actualidad su valor alcanza, como valor mínimo, los 40 mil pesos (treinta y tres veces más), y el impuesto es de 82 pesos, que sólo se multiplicó por cuatro. En valores reales, pagan sólo el 12 por ciento de lo que aportaban hace nueve años.
• Un informe elaborado por los especialistas del sector, Osvaldo Barsky y Leonardo Fernández, revela que en el último Censo Agropecuario se detectó una disminución del 21 por ciento de unidades productivas: “Tal disminución obedece a la caída de campos de menos de 500 hectáreas”, explicaron. Las unidades de entre 500 y 5000 hectáreas ganaron 3,5 millones de hectáreas desde el último censo. Y las de más de 10 mil sumaron un millón de hectáreas más. Esta concentración, que va dejando el campo cada vez en menos manos, incrementa el poder de lobby de los grandes propietarios, tanto a nivel político como mediático.
• Amalia Lacroze de Fortabat posee en la provincia de Buenos Aires 105 mil hectáreas por un valor de 3940 millones de pesos. Pero tributa impuesto inmobiliario por el valor fiscal que es sólo de 685 millones de pesos. En 1995, cuando un dólar cotizaba por ley a un peso y la actividad agropecuaria apenas sobrevivía, el precio promedio de la tierra en la provincia era de 2000 pesos y el ente recaudador bonaerense cobró en concepto de impuesto inmobiliario 151 millones de pesos. En 2008, con un valor promedio de la tierra de 31 mil pesos, quince veces más, recaudó 435 millones de pesos, menos de tres veces más que 1995.
• La fuerte concentración de la tierra en el territorio bonaerense llevó a que los primeros 1566 propietarios ya cuenten con 7,9 millones de hectáreas, en 32 por ciento del total. El resto del campo se reparte entre 102 mil propietarios. Los grandes dueños de la tierra no sólo vieron multiplicarse por treinta el valor de sus campos, también su rentabilidad.
• Según datos de la Consultora Agropecuaria SEA, en 2001 una hectárea de soja en Pergamino arrojaba una ganancia de 155 pesos; en la actualidad, la revista Márgenes Agropecuarios señala que una hectárea en esa zona obtiene una utilidad de 2400 pesos mensuales, un 1500 por ciento más que hace ocho años. En ese período el impuesto inmobiliario pasó de 43 a 82 pesos, lo que equivale a una suba de menos del ciento por ciento.
• El Haras San Benito, situado en San Antonio de Areco, tiene un valor de mercado de 6,8 millones de pesos. De ese total, 5,6 millones corresponden al precio del casco de la estancia. En 2008 pagó de inmobiliario 172 pesos mensuales. Una particularidad de la legislación que regía el impuesto inmobiliario hasta la reforma de la semana pasada era que los cascos de las estancias no tributaban impuesto provincial, salvo en los casos en que el valor de lo construido superara en diez veces el precio de la tierra. Por ejemplo, para que un casco de una estancia de 500 hectáreas en la zona de Rojas pagara impuesto tenía que costar más de 50 millones de dólares. Así, prácticamente ningún casco de campo de la provincia tributaba el impuesto inmobiliario.
• En Inglaterra, una de las cunas del liberalismo económico, existen decenas de clubes privados de campo que funcionan en estancias con castillos centenarios. El fisco inglés les cobra una tasa diferencial del 0,5 por ciento anual, por considerarlas propiedades suntuosas. Un ejemplo similar en el país es la Estancia La Macarena, en Exaltación de la Cruz. En su castillo se reúnen algunos de los personajes más ricos del país. En La Macarena disfrutan de la caza y del avistamiento de aves, entre otros entretenimientos. La propiedad tiene un valor de mercado de 4,1 millones de pesos. En 2008 tributó en concepto de impuesto inmobiliario 142 pesos por mes.
Digresión: Cuando Cristóbal Colón llegó a América, la nobleza europea no pagaba impuestos. Ni trabajaba. En la actualidad, el espíritu de los sistemas impositivos es que los gravámenes cumplan una función redistributiva. Pero, luego de más de 500 años, en el país la situación no ha cambiado mucho. La impresionante concentración de la riqueza, en este caso de la tierra, resulta en que los grandes propietarios ostenten un poder de lobby sobre políticos y medios de comunicación que les permite pagar, en proporción, mucho menos en impuestos que la clase media y baja.
OTROS DATOS:
• En la provincia de Buenos Aires, los 50 propietarios rurales más grandes concentran en total 3,2 millones de hectáreas. Estos terratenientes pagan, en proporción, veinte veces menos de lo que abona en un centro urbano el dueño de un departamento de dos ambientes.
• En zonas como Pergamino y Rojas el precio de la hectárea en la zona rondaría los U$S10.000 y los U$S 15.000.
• En ese 'triángulo de oro', que comprende Rojas-Salto-Colón-Pergamin
QUIENES SON LOS DUEÑOS DE LAS GRANDES EXTENSIONES EN BUENOS AIRES
El investigador de Flacso Eduardo Basualdo elaboró un informe que describe a ese sector económico de elite, nombre por nombre.
Son los tradicionales dueños de la tierra. Los mismos que en la década pasada extendieron aún más sus propiedades sacando provecho de un modelo económico y una política agrícola que provocó la desaparición de más de 100 mil chacareros.
Basualdo realizó su investigación centrándose en quienes poseen más de 20.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires. Y llegó a la conclusión de que siguen siendo los “actores decisivos” del campo argentino, incluso por sobre los pools de siembra.
En ese entonces, dice Basualdo, 5 grupos económicos y 35 grupos agropecuarios lograron ampliar sus dominios en el campo.
Los primeros son
1. Bunge & Born,
2. Loma Negra (Amalia Lacroze de Fortabat),
3. Bemberg,
4. Werthein y
5. el ingenio Ledesma (familia Blaquier).
En total poseen 396.765 hectáreas en la provincia de Buenos Aires, lo que arroja un promedio de 79.353 hectáreas cada uno.
La familia Bemberg, ex propietaria de Cervecería Quilmes, diversificó sus negocios en distintos rubros, pero se declara propietaria de 60.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires, otras 73.000 en Neuquén y 10.000 en Misiones.
La característica común de esos grupos económicos es que construyeron sus imperios a partir de las ganancias surgidas de las actividades rurales.
Los grupos agropecuarios están constituidos mayormente por familias de la aristocracia, que dieron origen a la Sociedad Rural.
Son 35, que reúnen un total de 1.564.091 hectáreas, a razón de 44.688 hectáreas cada una en promedio.
Figuran las familias
* Gómez Alzaga, con 60.000 hectáreas,
* Anchorena, con 40.000,
* Balcarce,
* Larreta,
* Avellaneda,
* Duhau,
* Pereyra Iraola,
* Ballester,
* Zuberbühler,
* Vernet Basualdo,
* Pueyrredón,
* Bullrich,
* Udaondo,
* Ayerza,
* Colombo,
* Magliaro y
* Lanz, entre otras.
SE PUEDE OBSERVAR CLARAMENTE LA PERMANENCIA EN ESTA UBICACIÓN PRIVILEGIADA DE LOS CONTINUADORES DE AQUELLAS FAMILIAS QUE, EN EL SIGLO XIX, SE APODERARON DE TIERRAS AJENAS, A BASE DE SAQUEO, ENGAÑO Y VIOLENCIA (eso sí, saqueo, engaño y violencia institucionalizados, legitimados, con sustento jurídico).
En total existen en la provincia de Buenos Aires 1.294 propietarios con más de 2.500 hectáreas.
Son 799 los que tienen entre 2500 y 4999 hectáreas, 242 entre 5000 a 7499 hectáreas, 92 entre 7500 y 9999 hectáreas, 108 entre 10.000 y 19.999 hectáreas y 53 de 20.000 en adelante, incluidos los estados nacional y provincial. En conjunto, son dueños de 8,8 millones de hectáreas, algo más del 32 por ciento del total de la provincia.
Basualdo ubica como causa central del predominio dentro del campo argentino de los grandes propietarios de más de 20.000 hectáreas la posibilidad de aprovechar economías de escala.
Los representantes de los verdaderos pequeños campesinos, dueños de una, cinco o diez hectáreas en la zona extrapampeana, no lograron repercusión pública para explicar los efectos de la sojización sobre sus producciones.
Ellos sí se ven forzados a entregar sus tierras en provincias como Santiago del Estero, Formosa, Salta o Chaco, por la llegada de la soja. De ese espacio, como señala Basualdo, no logró emerger ningún De Angeli.
Estos son solamente algunos aportes relativos a esta problemática, que merece estudios más profundos; tanto en lo que se refiera al origen y legitimidad (ambos espurios) de la propiedad privada de las tierras; como a la injusticia en la distribución del ingreso que aún persiste, debido al poder económico –y en consecuencia, también político- del que aún gozan estos sectores oligárquicos que pretenden darnos clases de republicanismo.
La principal intención de este artículo, entonces, consiste en aportar algunos elementos objetivos; y fundamentalmente, EN QUE SE DIFUNDA ESTA INFORMACIÓN PARA QUE LLEGUE A SECTORES QUE, víctimas de la manipulación, PUEDEN ENCONTRARSE LEGÍTIMAMENTE CONFUNDIDOS.
No sé a Uds.; pero en mi caso, se actualiza el deseo de aquella frase emblemática de otros tiempos: “A desalambrar”.