Sabe Señora, compartimos la misma suerte, ser puto, ser pobre y ser Eva Perón, en este país despiadado es la misma cosa”, dijeron los de la agrupación Putos Peronistas en la audiencia pública en el Senado de la Nación, para debatir el matrimonio igualitario. La frase se la dijo el modisto Paco Jamandreu a Eva Perón a fines de los años ’40. Para Evita donde había una necesidad nacía un derecho. Esto le costó que se escribiera en las paredes de los barrios de la gente pudiente “Viva el Cáncer”, festejando de esa manera su muerte.
Mientras eso sucedía los pobres la lloraban, convirtiendo a su sepelio en el más multitudinario de la historia. Éstos reconocen en ella el derecho de redención social, la persona que les dio dignidad a sus vidas, la que los sacó de ser
grasas , término que se usa para todo aquel que no comparta el estilo de la clase alta,
cabecita negra a quienes por el color de su piel diferencian de los
bienpensantes , que son los sectores mejor acomodados de la sociedad, y
aluvión zoológico , el término que acuñó el diputado de la UCR Ernesto Sanmartino para referirse a los primeros diputados obreros que irrumpieron en la escena política en 1946.
Todos estos calificativos se dijeron en la Argentina cuando se ampliaban los derechos sociales, hace más de 50 años.
Lo que hemos visto y oído en esta última semana en Buenos Aires, sin duda actualiza la visión de Paco Jamandreu de hace tantos años. Es más, en muchas voces poderosas retrocedimos al 19 de septiembre de 1811, cuando el Cabildo del Río de La Plata resolvió no considerar “vecinos” a los negros, indígenas, mestizos y mujeres y que sólo podían participar quienes tenían casas fundadas. Resultado: la ciudadanía era para los varones blancos, heterosexuales y propietarios.
Discutir simplemente el derecho a ser iguales, el derecho que tiene cualquier persona que ama a casarse por ley si lo desea, nos valió que la máxima autoridad de la Iglesia Católica nos declare una guerra en la que quiso robarse a Dios para su lado.
Otro obispo llegó a mentir que los homosexuales eran 30 veces más violentos que los heterosexuales y que se caracterizan por no tener relaciones duraderas dado que poseen hasta 500 parejas a lo largo de toda sus vidas.
Además, el mismo diocesano aseguró que “las personas gay poseen una mayor tendencia al suicidio y a consumir estupefacientes, lo cual las vuelve poco tolerantes a los niños y menos beneficiosas para el Estado”. No se sabe quién le dio los datos, seguro que no fue el Indec de Guillermo Moreno.
Gracias a Dios uno se crió con Monseñor Jaime De Nevares, nuestro obispo en Neuquén, quien antes de ser sacerdote se había recibido de abogado y siempre nos decía “al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios”.
“Dios es amor, seguía enseñando, y crea al hombre por y para el amor, y no nos olvidemos que todos somos hijos de Dios”, nos predicaba. “El compromiso cristiano es hacer carne en uno, la necesidad del otro, ser solidario.”
Por último, “no recen mirando hacia arriba para olvidar lo que pasa acá abajo. Cristo se presenta en la persona de carne y hueso que está sufriendo una privación”.
Jamás salió de su boca la palabra guerra, sólo la palabra amor.
Parece que nuestros senadores fueron inspirados por Jaime Francisco De Nevares, ya que decidieron que el amor era más importante que la guerra.
Otras notas
Daniel Angelone fue pareja de Bergara Leumann durante 30 años. Con él construyó la Botica del Ángel y compartió no sólo el amor sino también muchos de los bienes comunes. Sin embargo, cuando falleció su compañero, Angelone se quedó con muy poco, o con nada. Apareció la familia del creador del café concert sin prestarle la más mínima atención a quien compartió la vida con Bergara Leumann. Su caso fue uno de los ejemplos más nítidos de discriminación legal y abrió los ojos de muchos. Si el matrimonio igualitario hubiese estado permitido en aquellos años, hoy la historia sería diferente.
La posición del Episcopado frente a temas como el divorcio y el proyecto aprobado en Diputados para instaurar el matrimonio entre personas de un mismo sexo es conocida y sus reacciones, previsibles. Tampoco debería sorprender la postura belicosa del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, quien no dudó en definir como “una guerra de Dios” la cruzada que lo ocupa por estos días, tras su impreciso y frustrado proyecto de darle coherencia a un frente político que sirva de oposición al gobierno nacional.
Nicolás Alessio es uno de los sacerdotes que más ha enfrentado a la Iglesia oficial en las últimas semanas desde que se hizo público el debate por el matrimonio igualitario. Por ese motivo fue sancionado por las autoridades eclesiásticas quienes le prohibieron ejercer su ministerio. Sin embargo, ayer ofició misa para aquellos que se acercaron a escucharlo y recibir su bendición. Horas antes de dar la comunión habló con Miradas al Sur .
–¿Qué sentís después de la sanción de la ley?
El Nazareno avanza, hecho pancarta, en brazos de una señora toda gorro de piel. Algo más allá, una bandera anaranjada reza (¿o putea?): “Sodoma=Argentina”. Hay mujeres, señores, muchos adolescentes y varios casalitos de monjas bigotudas. Todos con banderas nacionales y franca actitud épica. Los convocaron para defender algo sagrado; lo que ellos llaman familia tradicional (papá varón, mamá mujer, chicos varios), algo que según el último censo de población, en los hechos, es una rareza.
A las 4.06 de la madrugada del jueves pasado, la Argentina dio un importante paso hacia una sociedad más igualitaria. Tras 15 horas de por momentos un álgido debate, esa madrugada, el Senado convirtió en ley, por 33 votos a favor y 27 en contra, una modificación al Código Civil que habilita el matrimonio entre personas del mismo sexo. La Argentina se convirtió así en el primer país de Latinoamérica en permitir el casamiento entre homosexuales, y el décimo del mundo.
La cita con el padre Pepe es un viernes, en Barracas, a las ocho de la mañana, y parece estar despierto desde hace varias horas. La iglesia en la que suele estar se ubica a menos de 200 metros de la Villa 21, sobre una típica arteria del barrio: de adoquines y de un ancho más propio de avenida que de calle. Las adyacencias tienen las mismas características que las de los barrios en los que se vende paco. Uno puede cruzar a los chicos moribundos, a los limpiavidrios esperando los primeros autos, a gente durmiendo en el piso.
http://sur.elargentino.com/notas/evita-bergoglio-y-de-nevares